El regreso de los dioses

La criatura de los pies al revéz

Habían pasado varios días donde Lucia no quería salir, tampoco quería comer, se sentía muy deprimida, pensaba que aun si intentara quitarse la visa, la diosa del inframundo la traería de vuelta las veces que fueran necesarias hasta que cumpliera con su objetivo, se sentía atrapada, necesitaba una razón para vivir, pues todo era desconocido para ella.

Después de una semana, Lucia decidió bañarse y tomar algo de aire fresco, el sol apenas si empezaba a asomarse y eso la hizo entristecerse aún más al recordar a su abuela.

—Maldito demonio, debes sentirte muy frustrada al nunca poder detener la salida del sol, brilla con más intensidad en tu fea cara, si te volviera a ver haría lo que fuera para maldecirte, la Mayahuel que conociste ya no está, pero yo si pienso defenderme de los que quieran hacerme daño, no importa si se trata de dioses o no.

Lucia permitió que sus criadas la vistieran y la arreglaran para salir, pero no quiso que nadie supiera que iría sola a caminar, así que cuidadosamente salio del palacio, mientras caminaba, escuchó un fuerte grito a lo lejos, eran los gritos de una mujer desesperada, Lucia sintió miedo y al mismo tiempo curiosidad de saber que estaba pasando, así que se apresuró y lo único que encontró fueron las pisadas enormes de una extraña criatura.

—¿Qué es esto? ¿Qué animal tiene pisadas tan grandes? Parecen humanas… ¿Quién estaría gritando tanto? ¿Sera que lo imagine todo? Debe ser mi mente cansada, será mejor que no me obsesione con esto…pero… ¿Por qué gritaba esa mujer?

En meses anteriores a la llegada de Lucia, el pueblo mexica se encontraba en guardia, porque sus mujeres habían estado desapareciendo, se escuchaban unos gritos desgarradores, pero cuando alguien iba a ver que sucedía solo se encontraba con las huellas de unos enormes pies, ya habían pasado unas tres semanas que la criatura no había aparecido, ellos creían que se trataba del sinsimito, un mono humanoide de casi dos metros Imedio que se llevaba a las mujeres de los pueblos y abusaba de ellas haciendo que estas parieran a sus hijos para después devorarla.

—¿Qué fueron esos gritos? —pregunto una mujer que se asustó al ver las pisadas.

—No lo sé, escuche que alguien pedía ayuda y cuando llegue ya no había nada, solo esto. —exclamó Lucia preocupada.

—¿No viste a ninguna muchacha? ¡debiste haberla alcanzado! Es delgadita y de estatura pequeña, no tenía mucho que había salido de la casa.

La señora miró de reojo a Lucia y después se disculpó por haber sido grosera.

—Lo lamento, es que mi hija salio esta mañana a conseguir maíz y escuche sus gritos…—la señora se puso a llorar y se dejó caer al suelo.

—Lo más probable es que se la haya llevado ese monstruo, nunca la volveré aver, mi niña apenas tiene catorce años, por mi culpa se la llevó, yo debí haber salido a recoger el maíz, pero mi bebe comenzó a llorar por que recién se venía levantando y le di de comer, mi niña ya no va a volver. —gritaba la madre a voz en cuello, enseguida llego su esposo y este miro rápidamente a su esposa y con un palo en la mano salio corriendo a buscar a su hija.

—Alcanzaré a esa bestia y traeré a mi hija de vuelta, vete a la casa y cuida de los niños, si no regreso avísales a los soldados.

—¿Ese monstruo los ha acechado antes? —le preguntó Lucia ayudando a la mujer a ponerse de pie.

—Hace cuatro meses que deambula por aquí, van cinco mujeres que se lleva…y a ninguna la hemos vuelto a ver.

—¿Dónde se encuentra esa cosa? ¿vive en algún lugar? ¿cuevas o bosques?

—No lo sabemos, creemos que es nómada, solo nos podemos guiar por sus huellas, pero hasta ahora nadie lo ha podido encontrar.

—No se preocupe, seguro que su hija no fue quien gritó, si me lo permite puedo ir a buscarla a los campos, solo dígame como se llama y la traeré de vuelta con usted.

—Yohualli…llevaba un vestido de color café.

—Iré enseguida. —una vez que Lucia dejo a la señora en su casa se fue en busca de Yohualli y caminó por todas las orillas buscando a la niña.

—¿Yohualli? ¡Yohualli! —no puede ser, tengo más de una hora buscándola y no veo a nadie, espero que ya haya regresado a su casa. —Lucia se dio la vuelta y se dirigió nuevamente a la casa de la señora, y una vez que llego a la casa, se encontró con el padre llorando y con una parte del vestido de la niña en la mano.

—Se la llevo…esto fue todo lo que encontré. —la familia de la muchacha estaba destrozada, era como si se hubieran rendido con ella.

—Ya no hay nada que hacer, una vez que el sinsimito se roba a una mujer nunca la volvemos a ver. —exclamó la madre envuelta en llanto.

Lucia sintió que su corazón se encogía de dolor, al ver el sufrimiento pensó en sí misma, a ella le hubiera gustado que la buscaran y no se rindieran con ella, sin importar que no la encontraran, así que se armó de valor y se fue en su búsqueda.

—Yo la buscare, no regresare hasta que la encuentre, espérenme por favor. —Lucia salio corriendo de aquel lugar y el papá de Yohualli se fue a avisarle a los soldados para que fueran por ella, pensaba que si la bestia la encontraba también la mataría.

Sin saberlo, el sinsimito había atacado en la madrugada dejando a una mujer desangrada, la había cortado con sus garras en múltiples ocasiones, dejándola irreconocible, esta criatura era perversa, se reproducía abusando de sus víctimas, se decía que solía dejar con vida a las mujeres después del parto y las alimentaba con su propia carne, sola para verlas sufrir y si vomitaban las hacia comérselo todo, ese monstruo había estado asediando Tenochtitlan con violencia, aquella bestia de bajos instintos tenia los días contados.

Mientras tanto, Tzilacatzin se encontraba con Quetzalli, había ido a verla porque no quería que saliera sola y le pasara algo malo.

—No tienes por qué preocuparte, estaré bien, casi nunca estoy sola.

—Lo sé, pero no está de más que te cuides, especialmente cuando no estoy cerca, ese monstruo ataco de nuevo, esta vez fueron dos mujeres, iremos de casería, no regresaremos sin su cabeza. —la voz de Tzilacatzin era profunda y grabe, tan seductora que te erizaba la piel.




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