El regreso de los dioses

Una dura lección

 

Entre los gritos de jubilo y la confusión, Lucia se sintió abrumada, en menos de lo que pensó ya se encontraba en medio de todos los guerreros, Tzilacatzin le clavo la mirada como si quisiera asesinarla, pues este era muy intimidante.

—¡Iztaccíhuatl fue tras la bestia con un palo en la mano! asesinó a las crías del sinsimito y además saco a la mujer que el simio había secuestrado, esta mujer es muy valiente jaja. — dijo Temoctzin con una gran sonrisa, no era común que los guerreros de esa elite elogiaran a alguien que no era un soldado tameme, mucho menos a una mujer, pues estas no eran consideradas par ir a la guerra.

Los ojos de los aspirantes se llenaron de envidia, ellos se estaban jugando la vida para formar parte de ellos y literalmente estaban perdiendo los dientes en el entrenamiento.

—¿Enserio esa mujer se enfrentó al sinsimito?

—¿No escuchaste ha Temoctzin? Ella mató a las crías de ese monstruo, debe ser muy fuerte.

—Es una protegida de los dioses, no sería de extrañarse que velen por su vida, deben brindarle buena suerte o inmortalidad.

Se decían unos a otros los aspirantes a guerreros y de la nada, Cipacli se llenó el pecho de orgullo y enojo y dijo…

—¿Cómo pueden dejarse engañar por lo que dicen? Mi grupo y yo fuimos quienes la capturamos, créanme cuando les digo que esa pálida no tiene nada de extraordinario, dense cuenta, Temoctzin solo se esta divirtiendo con ella.

—Cipacli tiene razón, cuando la encontramos lloraba como un bebé, solo le basto un buen golpe para que se desmallara. —exclamó Suré quien se sentía orgulloso de eso.

—Pero todos vimos como los dioses Huitzilopochtli y Quetzalcóatl están de su lado, eso la hace especial, más que cualquiera de nosotros. — manifestaron los aspirantes con seguridad.

—Ustedes no saben nada, ni siquiera son considerados guerreros. —Añadió Quizani mal humorado.

—Ustedes tampoco. —les respondieron directamente.

—¡Estamos en proceso de convertirnos en guerreros de elite! Ya verán como subimos de cargo en un santiamén, antes de que termine el año nos convertiremos en guerreros. —refunfuño Suré amenazándolos con el puño.

Ikal miraba fijamente a Lucia, pensaba que no era buena idea que estuviera en medio de todos esos barbaros.

—En realidad, ustedes fueron los que lo mataron, yo solo intente detenerlo, matar a sus crías no fue tan dificil como matar al sinsimito. —exclamó Lucia con humildad.

—Fuiste valiente, esa es la primera aptitud para convertirse en un guerrero, pues un guerrero águila, un guerrero jaguar o rapado primero nace con el instinto de proteger a los demás, así que yo también reconozco tu coraje. —manifestó Tzoyectin con seriedad.

—Ah…les agradezco por sus palabras, no me lo esperaba. —Lucia se avergonzó al recibir los elogios de tan majestuosos guerreros y se sintió feliz de no ser rechazada por ellos.

—¿Tú también lo crees o no Tzilacatzin? —le preguntó Tzoyectin directamente dejando sorprendido a Tzilacatzin.

Un silencio se apoderó del lugar, en el fondo, Lucia quería escuchar una palabra de animo de parte de ese guerrero.

—Lo que hizo fue una estupidez, pudo haber muerto, no voy a celebrar su insensatez—respondió tajante dejando a todos extrañados.

—¿A caso insinúas que el heroísmo es solo para los hombres? —le preguntó Lucia cansada de su actitud.

—¿Qué? —Tzilacatzin frunció el ceño ante su extraña pregunta.

—A mí no me importa arriesgar mi vida para salvar al desvalido, quizás no tengo mucha fuerza o tu estatura de gigante, pero no dudaría en ayudar a alguien, mis padres me enseñaron que una vida se vuelve útil cuando la vives para ayudar a los demás y creo fielmente en eso.

—Tus padres debieron enseñarte modales, por ejemplo, a quedarte callada cuando nadie te ha preguntado nada. —le dijo Tzilacatzin con molestia.

—Tu que sabes de modales, si me juzgas sin conocerme. —le recalcó Lucia con una mirada fiera.

—No se que te vieron los dioses, eres la criatura más emocional y volátil que he visto, sal del campo y vete a lavar los pies, estas en el lugar equivocado, tu perteneces al palacio.

  —No quiero, el tlatoani me dio permiso de explorar la ciudad, iré a donde yo quiera.

—creo que los problemas de matrimoniales empezaron antes de tiempo jeje. —exclamó Kasakir mientras se rascaba la cabeza.

—Si te quedas aquí entonces harás lo mismo que nosotros, entrenaras hasta que te sangre alguna parte del cuerpo, si quieres ser tratada como un hombre entonces te trataremos como a uno, tu piel blanca se ensuciara con el lodo más espantoso y quizás solo así dejes de ser imprudente. —exclamó Tzilacatzin furioso.

—Pues me quedo…—exclamó Lucia mientras le temblaban las rodillas.

Tzilacatzin estaba siendo duro con ella, por que efectivamente, tener una actitud tan impulsiva y no pensar en las consecuencias, terminarían arrebatándole la vida a Lucia algún día, cuando ella más y más se aferraba a permanecer ahí, Tzilacatzin abrió los ojos con enojo.

—Entonces ponte en guardia. —le dijo penetrándola con la mirada.

Lucia no vio el momento cuando Tzilacatzin le metió el pie, provocando que se callera de costado, toda se lleno de lodo, se sentía realmente avergonzada, pues las risas no se hicieron esperar.

—Jajaja, eso le pasa por engreída. decían Cipacli y sus amigos quienes se reían a carcajadas.

Quetzalli sonreía satisfecha, era evidente que su amado no estaba interesado en ella, después de esa humillación creía que había ganado, pero encontró adicción en el placer que le produjo ver a su rival en esa circunstancia.

 

 

 




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