El regreso de los dioses

Una fuerza sobre humana

 

 

Sucedió que mientras esto pasaba, comenzó a llover con mucha intensidad, Lucia estaba en el suelo, cubierta de lodo, avergonzada de escuchar las risas de todos lo presentes, no podía concebir el hecho de que Tzilacatzin la hubiese humillado de esa forma, quería ser más fuerte, deseaba poder tener la fuerza suficiente para derribarlo.

Fue entonces cuando sintió que su cuerpo se llenaba de una energía inexplicable, parecía que la lluvia le estaba prestando fuerza, el dios Tlaloc estaba presenciando todo, curioso al conocer a la diosa reencarnada que ahora se llamaba Lucia y decidió devolverle su fuerza sobrenatural, aun que al estar en un recipiente humano su poder era limitado y sellado, tendría la capacidad de defenderse, si siendo humana ya era más fuerte que las mujeres comunes, ahora lo era mucho más.

 La mirada de Lucia se clavó en Tzilacatzin y se puso de píe decidida a no dejarse humillar y se puso en posición de combate.

—¿Qué estas haciendo? —le preguntó Tzilacatzin al ver su actitud.

—Dijiste que podía quedarme, no le tengo miedo a las peleas cuerpo acuerpo, de donde vengo practicaba combates de defensa, por alguna razón me siento más fuerte, entonces te demostraré que no le temo a sus entrenamientos salvajes, quizá la que termine tumbando algunos dientes sea yo. —le dijo Lucia desafiante.

—Las mujeres no participan en estos entrenamientos, ni en cosas de guerreros experimentados, no sabes lo que dices, vete de aquí. —le dijo Tzilacatzin fastidiado.

—Ya te dije que no.

Tzilacatzin nunca había conocido a una mujer tan terca y malcriada, lo sacaba de quicio y más se enojaba.

—Si te quedas no te tratare con cuidado, ninguno de mis hombres lo hará ¿estás segura que quieres continuar con tu berrinche?

—Desde que llegue he recibido todo tipo de burlas, si no es por mi color de piel, es por ser una mujer, una protegida de los dioses, me tratan como si fuera una extranjera solo por mi apariencia, si esta es la única forma de ganarme respeto entre ustedes estoy dispuesta hasta perder un brazo, no soy como esas mujeres de ahí (se refería a Quetzalli y a las prostitutas que estaban arregladas y femeninas) yo no tengo miedo a romperme las uñas.

—Entonces te daremos lo que pides, enfrentaras a Temoctzin en un combate cuerpo a cuerpo, sin armas, solo perderá el que caiga primero al suelo, veamos hasta dónde llega tu terquedad. —le dijoTzilacatzin con una mirada seria y fría.

—¿Está hablando enserio capitán? —le preguntó Temoctzin sorprendido y añadió. —podría lastimarla.

—No te preocupes por eso, ella cree que puede comparar su fuerza con la de un guerrero. —expresó mirándola fijamente, Lucia no bajaba la mirada, en este punto Tzilacatzin creyó que se arrepentiría de sus palabras, pero Lucia se veía más firme que nunca.

—No puede ser… ¿Qué está haciendo? —preguntó Ikal angustiado al ver la situación donde se encontraba Lucia.

—La muy tonta rebasó la paciencia del capitán y ahora se enfrentará a Temoctzin a un duelo cuerpo a cuerpo. —le dijo Quizani deseando que le pasara algo malo.

—¿Qué? ¿y ustedes no la detuvieron? Es su trabajo cuidarla idiotas, fue una orden del tlatoani, si algo malo le pasa, sus cabezas rodaran en el templo de Quetzalcóatl. —manifestó Ikal indignado.

Intentó detener este acontecimiento, pero Zure lo agarro con fuerza y le impidió acercarse al campo de entrenamiento.

—¡Suéltame infeliz!

—No permitiremos que arruines la diversión, queremos ver como la destripan por engreída.

—¡Iztaccíhuatl! —gritó Ikal rezando para que Lucia pudiera desistir ante su deseo de ganar respeto, pero estaba tan enfocada que no lo escuchaba pues los bullicios de la muchedumbre alborotada eran muy fuertes.

—Adelante, que empiece el combate de resistencia. —ordenó Tzilacatzin quien erguido la fulminaba con la mirada.

Era evidente quien tenía la desventaja, las ideas sobre Lucia estaban divididas, entre una mujer valiente y admirable y una tonta sin cerebro que no valoraba su vida, la lluvia seguía cayendo con intensidad y los rayos comenzaron a rugir en el cielo, Tlaloc observaba atento cualquier movimiento, los tlaloques alborotados la apoyaban desde los cielos esperando ansiosos la pelea.

—Consigue lo que quieres… —dijo una voz que la estremeció, el dios del rayo le estaba brindando su apoyo y aun que dudoso, Temoctzin avanzó y conteniéndose dio el primer ataque, era enorme, la mayoría de los guerreros lo era, ella le llegaba al pecho, pero al ser más pequeña podía ser más escurridiza y logró esquivarlo asombrando a todos.

—¡Bien hecho Iztaccíhuatl!  —gritó una prostituta de entre la multitud y después de ella otra mujer también la animó.

Era la primera vez que una mujer hacia eso, la veían como a una heroína, y entonces Lucia a tacó.

Queridos lectores, gracias por la paciencia, prometo que actualizaré más seguido, el tiempo no me da para actualizar como quisiera pero voy a organizarme, me alegra que les guste esta historia.




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