Se dice, que en la ciudad de Tlaxcala se originó una leyenda aterradora, sobre un hombre que se podía convertir en animal, que solo podía salir en las noches y tomar su forma bestial, pero que en el día podía fingir que era una persona normal, se decía que estas personas que poseían esta habilidad eran brujos, que hacían pactos con entidades oscuras y demoniacas quienes les brindaban esta habilidad, que solo podían mantener si se alimentaban de carne humana.
La leyenda decía que estos seres eran protegidos por Tezcatlipoca, el dios azteca de la noche, el cual levaba un espejo mágico del cual salía un humo mortífero que podía matar a quien lo inhalara, por eso era llamado el dios del espejo humeante, este dios era perverso y muy poderoso, pero también era voluble y caprichoso, que traía calamidades y enfermedades a los mexicas, además de problemas y solo lo hacia por diversión, su enemigo principal era Quetzalcóatl pues no podía soportar ver su maldad, se decía que estas dos deidades eran hermanos.
Los nahuales tenían la habilidad de convertirse en caballos, guajolotes, perros, lobos, zopilotes, ranas, búhos entre otros, pero también se sabía de su debilidad y la única forma de poder ser vencidos y era hiriéndolos en alguna parte del cuerpo para que cuando volvieran a su forma humana pudieran encontrar al nahual viendo la herida de su cuerpo que habían infringido para captúralo.
—No puede ser…un hombre lobo…—Lucia calló de rodillas al piso después de ver a esa criatura feroz, su estomago se revolvió al recordar el brazo que llevaba en el hocico y sintió nauseas.
Jamás se imagino ver una criatura así en su vida, se sintió fatal de saber que había una persona a la que no pudo proteger y en cuanto pudo se dirigió a la casa de las niñas para ver si estaban bien.
En cuanto se puso de píe, entro a la casa y encontró a las niñas temblando de miedo escondidas bajó una manta tejida en una esquina de la casa.
—¡Niñas! ¿se encuentran bien? —les preguntó Lucia mientras las revisaba, una de ellas se había hecho pipi encima, pues estaba aterrada y Lucia se asustó pensando que tal vez el papa de ellas había sido la victima del hombre lobo y al buscarlo se percató de que su lecho estaba vació.
—No puede ser…debió ser él a quien devoró la bestia…—pensó Lucia en sus adentros temblorosa, las niñas no sabían hablar todavía y comenzaron a llorar, eran gemelas y se aferraron a Lucia envueltas en llanto.
—Tranquilas bebés…todo va a estar bien, ya no lloren.
¿por donde entraría el animal? Se preguntaba Lucia y se dio cuenta que una parte del techo estaba abierta.
—Seguramente por ahí entró la bestia, se llevó al padre de estas niñas…maldita sea, ese monstruo las ha dejado huérfanas… —Lucia se aferró a ellas y las cargó en sus brazos, había decidido llevárselas al lugar donde ella residía, tenía que protegerlas y avisarle a todos lo que había visto.
Con rapidez se las llevó ahí, tratando de correr y no tropezarse, no sabía si la criatura rondaba las calles o no, pero no se quedaría a averiguarlo.
A lo lejos pudo escuchar los gritos del tumulto que avisaba que la bestia había matado a tres personas, a lo lejos pudo reconocer la voz de Temoctzin y la de varios guerreros agila y jaguar, se alivió de saber que ya habían regresado de sus misiones, pensó que con Tzilacatzin aquí estarían a salvo.
—Ya no lloren, no voy a permitir que nada les pase. —era imposible caminar sin tropezarse, pues no se veía nada, el sentido de orientación de Lucia era terrible, pero como pudo logró llegar a su residencia y en cuanto entro los soldados que vigilaban el castillo de Moctezuma se alegraron de verla.
—¡Iztaccíhuatl! —siempre los tenía con el alma colgando de un hilo, se salía sin avisar y el tlatoani ya les había advertido que si algo les pasaba les cortaría la garganta, así que al verla el color le regresó al cuerpo.
—Por favor lleven a estas niñas con mis criadas, pídanles que las bañen y les den de comer, necesito hablar con urgencia con el tlatoani.
—Pero…
—¡Solo háganlo! Díganles que yo me haré responsable de ellas, llévenme con él tlatoani es urgente.
Tres soldados la siguieron mientras que uno de ellos se llevaba a las niñas como Lucia le había dicho, una vez que anunciaron que Iztaccíhuatl estaba en la puerta, el tlatoani la hizo pasar, para su sorpresa se encontraba con Tzilacatzin.
Moctezuma estaba muy frustrado y asustado, por que la criatura había entrado a la habitación de su esposa y la había mordido una pierna, si no hubiera sido por que Tzilacatzin lo olió y se percato de todo, la esposa del Tlatoani habría sido devorada por el hombre lobo, pue los soldados que custodiaban su lecho habían sido asesinados por el nahual.
—¡Tienen que encontrar esa criatura y traerme su cabeza! ¡lo quiero muerto!
Al entrar, Alice se asombró de ver al tlatoani en ese estado y por un momento pensó que su presencia no sería grata, pero Moctezuma la estimaba y no la regaño, Tzilacatzin la vio y frunció el ceño y después la ignoró.
—Mis hombres están en busca de la bestia, ya rodeamos Tenochtitlan, le será imposible salir de la ciudad, los mejores están armados y listos para traerlo ante usted muerto. —exclamó Tzilacatzin con seriedad.
—También protegeremos el castillo la bestia no volverá a tocar a su familia.
—Señor… —lo saludó Lucia con respeto.
— Iztaccíhuatl ¿Qué haces fuera de tu residencia? Hay un monstruo suelto en la ciudad, es peligroso, ya te asigné una escolta para que te protejan, regresa a tus aposentos.
—He visto a la bestia…
—¿Qué?
—¡Es un hombre lobo! Lo vi mientras vigilaba la casa de una de las víctimas, es enorme, dos metros y medio de altura, fornido y puede pegar grandes saltos, pelaje oscuro y ojos rojos como el infierno…