El nahual 3

El nahual 3

Los ojos de Tzilacatzin se clavaron en ella, él solo alcanzó a ver su espalda, pues se había escapado por la ventana, según la descripción de la esposa de Moctezuma era exactamente igual a lo que Lucia decía, le molestaba mucho ver lo obstinada que era y como jugaba con su vida sin importarle perderla, esto era lo que lo enfurecía.

—Obedece al tlatoani y vete a tus aposentos, no tienes nada que hacer aquí es peligroso. —le dijo Tzilacatzin mirándola fijamente, era muy guapo y varonil, esa tarde se veía más guapo de lo normal, estar mal humorado le daba un toque sexy y misterioso.

—No puedo quedarme de brazos cruzados, si puedo hacer algo lo haré. —respondió Lucia decidida, Tzilacatzin volteó los ojos y regresó con Moctezuma.

—Me aseguraré de llevarla a su lecho, le juro que le traeré la cabeza de esa maldita bestia y la paz regresara a nosotros. —Tzilacatzin se golpeó el pecho y después de hacerle una reverencia a Moctezuma, se dirigió a Lucia mirándola fijamente con el ceñó fruncido y una vez que la sacó de la presencia del tlatoani la cargó en sus hombros como si fuera un costal y se la subió.

—¿Qué esta haciendo? —Lucia se sorprendió de lo rápido que la subió a su hombro y al quererse zafar se dio cuenta de lo fuerte que era Tzilacatzin, su fuerza era extraordinaria.

—Ya deja de moverte, pareces una lombriz, si fueras más sensata no tendría que acudir a la fuerza bruta contigo, ya estoy harto de tu desobediencia, yo no soy Temoctzin, a mí no podrás derribarme. —le dijo Tzilacatzin aferrándose a su cuerpo que se zangoloteaba.

—¡Ay! ¡deja de tratarme como a una niña!

Entre tanto forcejeó la mano de Tzilacatzin se resbalo y sin querer le tocó el trasero a Lucia y al sentirlo la soltó de golpe cayendo ella de sentón.

—¡Ay! ¡Mi espalda…!ay!

Al levantar el rostro, Lucia se percató de que Tzilacatzin estaba ruborizado, ella tenía un buen cuerpo a demás era hermosa, su trasero era llamativo y redondo y al sentirlo en todo su esplendor Tzilacatzin la soltó.

—Eres un grosero, además eres un mano larga. —exclamó Lucia apenada y añadió. —no creas que no lo sentí. —dijo con el ceño fruncido.

—¡No fue mi intención tu te movías como una serpiente!

—Si como no, todos los hombres son iguales.

—Ya te dije que no es eso, además tu piel blanca no me llama la atención, tu no eres mi tipo.

Lucia se molestó por el comentario de Tzilacatzin y se sintió un poco herida, al notar su expresión, Tzilacatzin se arrepintió de haber dicho eso.

—Pues tu tampoco me gustas, ve y dile al tlatoani que prefieres casarte con Quetzalli que a mí no me toma enserio.  

Lucia pasó de largo dejando a Tzilacatzin atrás.

—¿A dónde vas?

—¡Qué te importa!

—Ya te dije que es peligroso.

—El dios Tlaloc me dio una super fuerza, con la condición de que la usara para proteger a los débiles, no importa lo que piensen acerca de mí y esas tonterías de que no puedo hacer mucho porque soy mujer, tu mismo lo dijiste, un guerreo nace con un deseo de proteger a los demás, se forma con la batalla y mi parte favorita.

—Es un honor morir al filo de la obsidiana…—exclamaron los dos mirándose fijamente.

—Yo nací para esto, no importa lo que digan, tengo el corazón de un guerrero y no le temo a la muerte.

Tzilacatzin se admiró de las palabras de lucia, fue ahí cuando comprendió que no podía luchar contra eso, contra el llamado que los dioses le habían hecho, era mujer, si, pero una mujer valiente, así que después de mirarla fijamente, aceptó su destino.

—Bien, tú ganas Iztaccíhuatl, que hoy sea el día de tu recorrido en el arte de la guerra y la batalla, que el dios Huitzilopochtli nos proteja, vámonos.

Lucia no podía creer lo que estaba escuchando y se sonrojo emocionada al ver que el hombre que tanto admiraba la había aceptado, le aventó un arma y un silbato y se fueron en busca de la bestia.

—Siempre quédate detrás de mí, observa lo que hago y sigue mi ejemplo, observar antes de actuar es la clave del éxito.

—Lo haré.

¿Qué les pareció el maratón? espero les haya gustado, los leo en los comentarios. :)