Lucia no sabía que hacer, después de ver aquella incomoda escena se fue corriendo de aquel lugar, sintiéndose incomoda, extraña y furiosa.
—¿Qué todos los hombres son iguales? ¿no estaba muy enamorado de Quetzalli? ¿Qué hacia la princesa desnuda y en sus brazos? Es un…un…aun no nos casamos y ya esta de infiel ¿enserio crees que yo quiero un hombre así? No me importa si es el mejor guerrero del mundo o el protegido de los dioses ¡jamás me casaré con un mujeriego! ¡jamás!
Le dijo Lucia a Ceniza, mientras sentía que la cara le quemaba, estaba roja de coraje y de vergüenza, no podía sacarse esas imágenes de la cabeza.
—Me da igual lo que haga, no me importa si se acuesta con todo el mundo, maldito grandulón, ni siquiera estamos casados y ya me hizo cuernuda. —decía Lucia furiosa y añadió molesta. —Como desearía alejarme de aquí por un buen ra…—al instante, Lucia desaprecio con la voz de un hombre misteriosos que le dijo:
—Deseo concedido. —aquella voz profunda se trataba nada más y nada menos que de Huitzilopochtli quien había transportado a Lucia al bosque de Chapultepec junto con él.
—Pero que… —Lucia calló de rodillas y Ceniza aterrizó en su espalda tirándola al suelo.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Huitzilopochtli sonriente.
—¿Te parece que estoy bien? Le dijo Lucia con la cara sumida en la tierra.
—Vamos ponte de píe, hay mucho por hacer en este lugar.
—¿Por qué me trajiste aquí? —le preguntó Lucia mirándolo desconfiadamente.
—Escuché lo que decías, acerca de alejarte un poco de la sociedad. —dijo el dios de la guerra encogiéndose de hombros mientras caminaba.
—¿Me estabas espiando?
—Casualmente pasaba por ahí. —dijo el pelirrojo sonriente.
—Con razón escuchaba un molesto zumbido. —expresó Lucia mal humorada.
—¿Por qué estas tan molesta? El día es maravilloso.
—Ya conoces la razón, estuviste espiándome ¿recuerdas? —exclamó Lucia sacudiéndose la ropa.
—Jejeje, sí. —Huitzilopochtli se rasco la cabeza dejando escapar una ligera sonrisa.
—No entiendo porque los hombres son tan fáciles de convencer…
—Lo son, son unos desvergonzados, por eso deberías dormir con un dios. —le insinuó el travieso colibrí, pero al ver que Lucia lo fulminaba con la mirada desistió con su mal chiste.
—Se ve que tu eres peor, esa coquetería te delata, quien sabe que tantas cosas extrañas harás en tus ratos libres, cochino. —le dijo Lucia mirándolo y frunciendo el ceño.
—¿Qué? ¿Cómo me llamaste?
—Se nota que eres un mujeriego, además me llevas contigo aun lugar solitario, eso habla muy mal de ti.
—Nunca nadie me había juzgado tan severamente, se te olvida que gracias a mí estás viva, eres una ingrata, deberías adorarme y amarme con locura, pero no soy el único que se divierte, todos los otros dioses también lo hacen, algunos son más sin vergüenzas que yo, todos, incluyendo a Quetzalcóatl.
—Es mentira, hay uno que es diferente, tranquilo y de corazón noble.
—¿Así? Preséntamelo por que no lo conozco, ya te dije que todos son igual de…—Lucia lo interrumpe de golpe.
—¡Tlaloc es de quien hablo! Él es sin duda un caballero, guapo, sereno y…
—¿Tlaloc? Jajajaja, jajajaja, ese relámpago escurridizo jajaja, su cara de yo no fui lo hace aun más culpable, te aseguro que…—Huitzilopochtli le dice algo al oído a Lucia que la hace sonrojarse al extremo.
—¡Estas mintiendo! Quieres manchar su reputación. —dijo Lucia con las mejillas coloradas.
—No te miento, esas cosas le gustan a tu querido Tlaloc, es conocido por ser un salvaje. —le dijo Huitzilopochtli mientras se miraba las uñas.
—Cambiemos de tema, me esta dando mucho calor. —le dijo Lucia abanicándose el cuello y añadió. —ya dime la verdad ¿Por qué me trajiste a qui?
—Ya te lo dije, querías irte de ese lugar y yo te traje a este bosque, si dejaras tu mal carácter y disfrutaras de la vista te sentirías mejor y con disfrutar de la vista no me refiero a los árboles si no a mí.
—Lamento haberte hablado así, es que, me sorprendí al ver a Tzilacatzin con la princesa y en esas condiciones tan vergonzosas, ya se que para su cultura no esta mal visto estar con otras mujeres, pero crei que solo aplicaba con las prostitutas, no con una princesa.
—¿Por qué te molesta tanto? No me digas que…estás enamorada de tu prometido jeje. —le dijo Huitzilopochtli mientras le picaba las costillas.
—¡Ay que no es eso! Es solo que…si se supone que esta comprometido conmigo…¿acaso no debería mantenerse fiel a ese compromiso aunque no me ame? Es decir, yo no he estado con un hombre en mi vida, en cambio él, desde que anunciaron nuestro compromiso…se la vive con la prostituta más famosa de Tenochtitlan y ahora la princesa…me molesta la deslealtad, eso es todo. —manifestó Lucia con pesar.
—¿Nunca has estado con un hombre? —le preguntó Huitzilopochtli agarrándola de la cintura y atrayéndola hacia él.
—¿Qué te pasa? Ya te dije que no, deja de decirlo en voz alta, es algo privado, no se porque te conté eso.
—¿Tampoco has dado un beso? La forma en la que Huitzilopochtli la miraba era ardiente, el dios de la guerra era muy hermoso, eso era indiscutible, dejo a Lucia sin palabras al mirar sus labios rojos y carnosos.
—Claro que sí ¿Por qué? —le pregunto nerviosa.
—Si el no es fiel a su compromiso quizás es por que no lo toma enserio, tu puedes hacer lo mismo, no tendrías porque mantenerte fiel a alguien que aun no es tu esposo.
—¿Qué?
—Si quieres puedo ayudarte a calmar tu enojo, soy bueno alegrando a la gente, además, cuando eras una diosa, no había dios que no quisiera estar contigo, si Quetzalcóatl no hubiera sido tan egoísta, otros hubiésemos tenido la oportunidad de acercarnos a ti, quizás hubieras elegido a alguien más y tu destino pudo ser diferente.