El regreso de los dioses

Una amenaza colosal.

 

 

Xelhua el líder de los quinametzin había clavado su mirada sobre Lucia, al percibir su aroma divino supo lo que tenía que hacer, los guerreros al percatarse de sus intenciones quisieron proteger a Lucia, pero ella se los impidió, diciéndoles que debían mantenerse enfocados en la batalla, ya habían perdido a dos de los suyos y no estaban dispuestos a tener más bajas innecesarias, así que Lucia se posicionó en posición de pelea y miró fijamente al gigante.

—Atrápame si puedes escoria.

—Jajaja, vas a ser mía pequeña estrella. — Xelhua caminó hacía Lucia y con cada pasó hacia que ella se tambaleara, era el más fuerte de todos y el más perverso también.

—¿Dónde estas Tzilacatzin? No creo poder entretenerlo por mucho tiempo. —se dijo Lucia en sus adentros mientras se abalanzaba sobre el con su arma afilada de obsidiana.

Los guerreros estaban decididos a vengar a sus compañeros, por lo pronto, hacer caer a dos de ellos era su meta, mientras luchaban contra los quinametzin, estos trataban de aplastarlos con sus enormes pies y también querían azotarlos con las manos, pero los guerreros Mexicas eran más rápidos de lo que imaginaban.

—¡Ay! ¡estos insectos no se dejan aplastar! —gritó Izcóatl frustrado.

—¡Son demasiado escurridizos jefe!  —protestó Otómitl quien no daba una.

—¡Ahhhhhh! —gritó de dolor Izcaqllí. —sus gritos aturdían a todos y entonces calló.

—¿Qué sucedió? —se preguntaban los gigantes desconcertados y entonces, Mixtécatl también fue derribado.

Yoltzin, Izel y Zipactunal les habían cortado los tendones de la parte trasera de las rodillas y también les habían rebanado los tobillos, cuando sus dos oponentes cayeron al suelo, los guerreros Mexicas gritaron para celebrar su hazaña.   

—¡Malditas sabandijas! — los quinametzin vieron como los guerreros les cortaban la garganta a sus compañeros, eran pequeños pero letales, como una plaga de apariencia inofensiva, pero de gran calamidad.

—¡Han muerto dos! Jajajaja. —celebraban nuestros amigos y esa pequeña victoria los motivó para seguir luchando, los quinametzin estaban furiosos, su líder estaba ocupado peleando contra Lucia, la cual lo esquivaba, pelear contra Xelhua era agotador, pues era muy rápido y cada vez su paciencia se acortaba y sus ataques eran más violentos.

—El pecho me arde…no se cuanto tiempo podré seguirle el ritmo, pero debo resistir o será un verdadero problema si se enfoca en mis amigos, ya llevan dos bajas, estamos aparentemente iguales en cantidad, son más fuertes de lo que creí, luchar contra gigantes esta en otro nivel, ya veo por qué están en este grupo selecto de guerreros, estoy orgullosa de formar parte de ellos, por eso debo dar la talla y no rendirme ¡Ahhhhh! —Lucia gritó y logró herir en el píe a Xelhua, el corte era profundo y comenzó a sangrar y este se enfadó aún más.

—¡ay! ¡maldita! Pensaba traerte intacta con nosotros, si sigues haciéndome enfadar te romperé los huesos ¿entendiste? De todas maneras, reencarnaras una y otra vez, no importa cuantas veces te mate.

—¡No dejaré que me pongas las manos encima! ¡eres repugnante! —gritó Lucia y esto ofendió mucho a Xelhua.

—¿Qué fue lo que dijiste? Ya me cansé de ti ¡Acaben con esas ratas de una buena vez! ¡debemos llegar a la ciudad al amanecer! ¡Si para entonces no los han aplastado les arrancare el miembro bastardos! —les dijo su líder a voz en cuello y estos sintieron miedo y comenzaron a pelear en serio, agarraron los cadáveres de Otómitl y Izcóatl y los arrojaron lejos del campo de batalla, después iban a arrancarles los dientes y con su piel y sus huesos se harían ropa y armas, eran unos salvajes.

La pelea seguía caliente y de pronto Tenoch extendió su mano rápidamente y agarró a Ikal y se lo llevó en la mano, atrapado he inmovilizado comenzó a romperle los huesos, cuando Lucia escuchó sus gritos y reconoció su voz se distrajo y al ver como el gigante llamado Tenoch lo estrujaba sin piedad ella quedó impactada.

—¡Ikal! Parecía que el tiempo pasaba lentamente y quinametzin se llevó a Ikal a la boca y le arrancó la cabeza dejando a Lucia en shock.

—Lucia…—estas fueron las ultimas palabras de Ikal, mientras él y Lucia se miraban, aquella bestia se lo comió entero, la sangre de Ikal le escurría por la barbilla hasta la garganta manchándole el pecho.   

—No… ¡Ikal! —Lucia se desgarró la garganta gritando el nombre de su único amigo, el chico que desde el principio la había ayudado, aquel que la cuidó cuando más vulnerable se sentía, quien guardó su más grande secreto, él, ahora se encontraba en el estomago de aquel gigante sin corazón.

Lucia quiso correr hacia el quinametzin y asesinarlo, pero fue sorprendida por la mano abrazadora de Xelhua.

—¡Te tengo! Jajajaja.—el líder de los quinametzin la apretó con fuerza sacándole el aire y la lamio embarrando su gran lengua en todo su tronco superior hasta la cabeza, mientras ella lloraba por la muerte de Ikal.

—¡suéltame! Ikal….no….

—Deja de llorar diosa, tu amigo será excremento en unos días jajaja y añadió. —mira como matan a esas sabandijas una por una, cuando tus amigos se conviertan en nuestro alimento iremos a Tenochtitlan y devoraremos a todos sus habitantes, después tu engendraras a nuestros hijos, tendrás muchos esposos para satisfacerte estrellita jajaja.

Lucia lo mordió causándole dolor y el quinametzin la apretó con fuerza quebrándole varias costillas.

—¡Ahhhh! —Lucia gritó, el dolor era insoportable.

—¡Te dije que te comportaras mujer! No me hagas aplastarte ahora mismo.

—No interfieran… —susurró Lucia, escuchaba la voz de los dioses y de pronto comenzó a llover, se dice que los quinametzin habían sido destruidos con un diluvio en la época dorada del sol cuando ellos eran los únicos habitantes de la tierra, pero por su perversidad, Tlaloc y Quetzalcóatl los exterminaron casi a todos, pero este grupo de gigantes había logrado sobrevivir.




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