El reencuentro con Patricia y María había sido un sueño que Lucia jamás imaginó se hiciera realidad, ellas le contaron todas sus aventuras y lo que les había revelado la diosa del inframundo, antes de ver al tlatoani pudieron ponerse un poco al día.
—No puedo creer que ambas estén casadas, aun sigo en shock. —expresó Lucia mientras se agarraban de las manos.
—Es una larga historia, ya tendremos tiempo de contarte, al final terminamos enamoradas de los hombres que nos protegieron por suerte nos cuidaron desde el primer día, a pesar de haber estado en una pésima actitud. —externó María con una sonrisa suabe.
—¿Cómo es posible que te hayan hecho sufrir tanto en este lugar? Dime quienes te maltrataron y les romperé la cara a todos esos sinvergüenzas. —manifestó Patricia enfurecida.
—Patricia tu no cambias, jaja, ninguna de ustedes a cambiado nada, siguen siendo mis amigas…
—¿Cómo es que siendo una diosa te han obligado a comprometerte? —le preguntó María angustiada.
—Ya saben que eso es normal aquí.
—Si, pero tu eres una deidad, no pueden obligarte a eso. —recalcó Patricia aun molesta.
—El tlatoani aun no sabe que soy una diosa, nadie aquí lo sabe, excepto por nosotros, además mi compromiso con Tzilacatzin no se llevará acabo, él ama a otra persona. —manifestó Lucia con pesar.
—¿Qué? ¿Cómo es eso posible?
—Pero vimos como te miraba, no le eres indiferente, debe haber cambiado de opinión ¿no crees? Es un honor que te fijes en él. —exclamó María mirándola a los ojos.
—Cuando lo conocí, él ya la amaba, ellos estaban juntos antes de que lo comprometieran conmigo, para él fue un shock todo esto.
—¿Y que hay del dios Quetzalcóatl? ¿ya te ha reconocido? Ustedes se amaban ¿Qué pasó? Creímos que en cuanto se encontraran, ustedes dos estarían juntos otra vez.
—Me enamoré de Tzilacatzin, eso pasó, le confesé mis sentimientos y me rechazó.
—¿Qué? ¡esto es inaceptable! ¡iré hablar con él ahora mismo! ¡le daré la paliza de su vida! —refunfuñó Patricia indignada.
—¡patricia espera! Está bien, lo único que quiero es que Tzilacatzin sea feliz, si su felicidad es Quetzalli…entonces debo rendirme. —exclamó Lucia con una sonrisa falsa.
—¡Dale celos! ¡paséate en su cara con Quetzalcóatl y con todos los dioses que te desean! Verás que vendrá arrodillado a tus pies para pedirte matrimonio él mismo.
—Lo mejor será que me olvide de este asunto y siga con mi vida, como si nada, será dificil porque lo veré todo el tiempo y…
—No lo entiendo ¿Cómo es que puedes decir algo así? Yo no pienso igual que Patricia, yo digo que luches por él, seguro que esa humana no es ni la mitad de bella que tú, mírate, si los dioses se pelean por ti ¿no crees que Tzilacatzin terminará enamorándose de ti?
—No lo sé…
—Estamos muy pesimistas el día de hoy, tendremos que dejar este tema para después.
Después de unos minutos, Tzilacatzin y Kaibil Balam les dijeron que el tlatoani ya los estaba esperando, una vez que lo saludaron y le entregaron las evidencias de su victoria contra los quinametzin Moctezuma se alegró demasiado y recibió con agrado a Kaibil y sus hombres a pesar de ser de otras tierras.
—A pesar de la gran victoria que obtuviste sobre estos seres gigantescos no te veo muy alegre mi querido guerrero, veo que te acompaña tu entrañable amigo el príncipe Balam y veo mujeres blancas como nuestra hermosa Iztaccíhuatl ¿Qué sucede? ¿Cuál es el motivo detrás de esta audiencia tan misteriosa? —preguntó Moctezuma con curiosidad.
—Yo fui quien pidió esta audiencia honorable Tlatoani, como sabe su reino y el mío tienen una tregua de paz y sé que su poder se extiende por este y oeste, demostrando su liderazgo y buen juico, pero no solo mi reino peligra, si no el suyo también, nuestros pueblos y sus alrededores perecerán si no nos aliamos para combatir el mal que se avecina.
—¿A que mal se refiere príncipe Balam? ¿Qué podría azotarnos? Acabamos de asesinar a los últimos quinametzin, una vez que los otros pueblos escuchen esta gran proeza nadie se atreverá a invadirnos.
—No es momento de enorgullecernos por las victorias pasadas, lo que se avecina es realmente catastrófico, como bien sabe, ya ha acogido a esta doncella en su reino, la han aceptado como una de ustedes a pesar de que en un momento se creyó extranjera, pero no tiene ni idea de a quien ha albergado en su palacio. —exclamó Kaibil Balam con seriedad.
—¡Claro que lo sé! —manifestó Moctezuma y añadió. —ella es otra mujer favorecida por los dioses, su protegida al igual que su prometido Tzilacatzin, Iztaccíhuatl es….
—Mi nombre es Mayahuel, yo soy la diosa del maguey, durante mucho tiempo viví en el anonimato, me recordaban como la diosa que había fallecido en manos de sus hermanos, pero un dios nunca muere y he regresado para reclamar mi puesto como deidad en este mundo y para proteger a este pueblo del mal que lo persigue. —Lucia lo interrumpió tomando su verdadera forma, su belleza era sin igual y brillaba como el sol, al verla Moctezuma calló de rodillas quedando embelesado.
—No puede ser…la gran diosa Mayahuel siempre vivió entre nosotros, ahora que la veo con mis propios ojos, doy veracidad de sus palabras, yo no soy nada ante su divinidad, considéreme su siervo, hermosa diosa.
Lucia regresó a su forma humana y Kaibil Balam continuó con su discurso.
—La diosa del inframundo nos ha revelado una visión, en unos días, después de la noche sangrienta, llegaran invasores en dragones de agua, con una armadura casi impenetrable, tratarán de conquistar esta tierra y nos esclavizarán, asesinaran a filo de espada a nuestra gente, atravesaran sus cuerpos como si no valieran nada, tomarán control de nuestros hogares y nos inculcarán sus dioses y sus creencias, será un genocidio, monstruos con piel humana querrán llevarse nuestras riquezas, existe un futuro donde logran su cometido, pero es nuestra oportunidad para cambiar el curso de la historia.