El regreso de los dioses

La flor que florece en la adversidad.

 

Odio esta sensación, esta oscuridad que me envuelve haciéndome sentir que no hay esperanza, esta es la tercera vez que me arrebatan la vida, pero a pesar de que quería vivir…me alegro haber sido yo quien recibiera esa herida, me queda el consuelo de que Tzilacatzin vivirá, que tendrá un futuro por delante…un futuro del cual no seré parte, la verdad es que me hubiese gustado ser su esposa, al final mi corazón se duele por aquella boda que no se llevará a cabo, por los besos que no le di y los hijos que no le daré, ahora que por fin estoy siendo honesta…la verdad es que no quería morir, quería ser el amor de su vida, quería salvar a mi gente… ¿Qué será de ellos si mi abuela planea extinguir el sol? ¿será que algún otro dios se compadecerá de mi pueblo he intervendrá? Si me dejaron morir…¿Cómo puedo esperar a que los salven a ellos siendo simples mortales?

Las lágrimas collerón rodando por sus mejillas hasta unirse una sola en el final de su barbilla, aquella lágrima iluminó su oscuridad y de pronto, las brumas y la densa oscuridad desaparecieron y en su lugar se encontraba un campo lleno de flores.

—¿Dónde estoy? Nunca antes estuve aquí…es…tan hermoso y pacifico.

A lo lejos estaba Mayahuel inclinada en el suelo sembrando algo, su hermoso cabello negro le caía por la espalda con delicadeza, parecía que estaba tarareando una canción.

—¿Soy yo? ¿Pero como es posible si me encuentro aquí mismo? Lucia se miró a sí misma y solo era una figura de luz, al verse en esa forma, se asustó un poco, después vio como Iztaccíhuatl caminaba hacia Mayahuel acercándole con sus manos un poco de agua para regar lo que había plantado.

—¿Qué esta pasando? Iztaccíhuatl estaba vestida con la ropa de un guerrero, ambas la ignoraban y seguían revisando lo plantado, de pronto, Lucia apareció de otro extremo y trajo un montón de hojas para cubrir aquella semilla, las tres aprecian unidas y llenas de armonía, sincronizadas y plenas, con una paz indescriptible.

—ok…ahora si se puso más raro, soy yo, pero ¿Por qué hay tres versiones? No tiene sentido ¿Qué están plantando que lo cuidan con tanto esmero?

Lucia se acercó hacia ellas y al inclinarse, solo vio un bulto en la tierra.

—No entiendo nada…¿Qué les parece tan interesante? ¿esperan que brote algo de ahí? No quiero quedarme con ustedes mirando la tierra. —Cuando Lucia estaba por irse, Mayahuel le habló.

—Por eso está semilla no florece, porque le das la espalda cuando deberías cuidarla.

—¿Qué?

—El camino es uno solo, esta visible ante el viajero, no existe, el norte o el sur, tampoco el este o el oeste, es la curiosidad quien crea los atajos que llevan a la destrucción de un camino pacifico, una pequeña decisión puede cambiar todo el transcurso de una historia, palabras pequeñas como un sí o un no.

—¿Por qué me dices todo eso? — Lucia se sentía confundida y fuera de lugar, parecía que estuviera fragmentada y esa sensación era dolorosa..

—¿Qué es lo que ven tus ojos? —le preguntó Mayahuel con voz suabe.

—Sigo viendo un montón de tierra.

—Quizá deberías acercarte.

Una vez que Lucia se acercó, aquel bulto de tierra se convirtió en una tumba, al verse dentro de ella se asustó, cayendo en cuenta una vez más de su realidad.

—¿Vez la flor que llevas en las manos?

—Si ¿Qué clase de funeral es este? ¿nadie más llora mi muerte, solo hay tres versiones de mí velando mi cuerpo ¿Por qué esa flor es tan extraña? ¿Cómo se llama?

—Su nombre es Gualumbos, El maguey florece una sola vez en su vida, lo cual implica que es su única oportunidad para reproducirse y continuar con el ciclo de la vida.

 —¿Una sola vez?

—Si, a diferencia de otras plantas, se dice que el maguey muere y en lugar de secarse, da a luz una enorme flor llena de semillas, no es egoísta, si no que brinda vida y esperanza aun en su momento más vulnerable, si realmente crees que has muerto, entonces ayúdanos a enterrarte, aquí terminará nuestro ciclo y veremos donde queda la eternidad.

—¿Qué? Mi abuela me asesinó, perforó mi corazón, antes de llegar aquí, viaje por el mar de la muerte…es evidente que se acabó. —exclamó Lucia con tristeza.

—Entonces ayúdanos a tapar nuestro cuerpo.

Mientras sus tres versiones, estaban echando tierra a la tumba, Lucia se afligió profundamente y se quedó parada apretándose el pecho.

—Si hubiese una oportunidad para volver a la vida, la tomaría, regresaría sin dudarlo, aun si me toca morir una vez más, me gustaría ser como esta planta y florecer solo para ellos, solo por salvarlos...

De pronto, aquel campo se llenó de plantas de maguey y de todas brotó aquella enorme planta de gualumbos formando un inusual bosque, los ojos de Lucia se abrieron de par en par maravillada con la hermosura de aquel paisaje.

—Si pudieras convertirte en una flor ¿Qué te gustaría cambiar una vez que volvieras a la vida? —le preguntó Mayahuel mirándola fijamente.

—Quisiera no sentirme dividida conmigo misma, no quiero que existan tres versiones de mí, quiero sentirme yo misma y aceptarme tal y como soy. —expresó Lucia con lágrimas en los ojos.

—Entonces debes aceptar tus tres muertes y la vida que te tocó vivir en cada lugar donde abriste los ojos, no eres Lucia, ni tampoco eres Iztaccíhuatl, tu eres Mayahuel, la diosa del maguey, diosa de la vida, la alegría y la esperanza, dadora de dones inimaginables a los hombres, no eres un error, tampoco una equivocación, naciste para traer esperanza en tiempos de adversidad, ahora dime ¿Quién eres?

—Yo soy Mayahuel, la flor que florece en la adversidad.

Al instante, las tres versiones de Lucia desaparecieron y Mayahuel se acostó en el suelo convirtiéndose en una planta de maguey gigante.

Mientras esto pasaba, la abuela de Mayahuel se encontraba enfrentándose contra Tzilacatzin quien la atacaba como una bestia feroz, estaba lleno de ira por la muerte de su querida Mayahuel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.