El regreso de los dioses

La boda de la diosa y el guerrero.

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La abuela de Mayahuel por fin había sido sellada, el sol brillaba otra vez y no quedaba rastro del desastre, al verla, todo Tenochtitlan le agradeció por haberlos salvado, no solo evitó que los demonios celestiales devoraran al pueblo mexica, si no que también los sanó de sus enfermedades, una vez que estuvieron reunidos a su alrededor, Mayahuel les anunció lo siguiente.

—¡Pueblo de Tenochtitlan! ¡pueblo guerrero! Desde hace un tiempo la maldad se aferra a nosotros intentando desgarrar nuestra felicidad  intentando arrebatarnos la paz, hemos enfrentado monstruosas criaturas que solo buscan beneficiarse de nosotros, aunque hemos sobrevivido a esta catástrofe profética, las amenazas aun no han cesado para nosotros, sepan bien que lo que les digo es cierto, yo soy la diosa del maguey, fui asesinada por mi propia familia que codiciaba mi poder, por ordenes del dios Tezcatlipoca mi vida me fue arrebatada, viví quinientos años en el futuro y se que la peor amenaza no fue lo que acabamos de presenciar, vengo de un futuro donde nuestras tierras fueron conquistadas y profanadas por unos invasores que haciéndose pasar por amigos, por dioses, nos lo arrebataron todo, el genocidio fue parte de su conquista, la esclavitud y la discriminación también fueron consecuencias de ella, nos aplastaron como a la hierva que apenas estaba brotando, he venido para que ese futuro sea evitado y en su lugar, permanezcamos abrazando nuestra libertad ¡nadie nos hará esclavos! ¡jamás arrancarán nuestras raíces de esta tierra que nos pertenece! ¡lucharemos para conservar nuestra independencia y nuestra libertad! ¡yo pelaré junto a ustedes! Ahuyentaremos a los invasores y nadie pisará nuestras tierras, lo juro.

El pueblo celebró aquella decisión y comenzaron a prepararse para aquel día, Mayahuel los instruía y les hablaba del futuro que les esperaba si no los detenían, también descubrió el día que llegarían y como procederían con la batalla, el pueblo mexica estaba dispuesto a dar la vida por la libertad y Tzilacatzin junto a Kaibil Balam entrenaban a cada hombre y mujer para la guerra.

Mientras esto pasaba, él y Mayahuel más se acercaban, habían hablado con Moctezuma acerca de su deseo de continuar con su compromiso y el se alegró por ellos, habían anunciado oficialmente el día que se casarían y ese día había llegado finalmente.

 —Sabia que el amor entre ustedes triunfaría, no puedo creer que maña sea el día de tu boda, debes estar muy nerviosa. — —le dijo Nikté mientras caminaban por el lugar.

—Me alegra que después de tanto sufrimiento, por fin puedas tener algo de felicidad antes de la batalla. —añadió Yamil con alegría.

—Ustedes ya son mujeres casadas ¿algún consejo para ser una buena esposa?

—¿Te refieres a la noche de bodas pilluela? Jajajaja.

—¿Qué? No, ya no soy…ya saben.

—¿Fue culpa de la serpiente no es así?

—¡Yamil! No seas entrometida. —le dijo Nikté regañándola.

—El amor que había entre Quetzalcóatl y yo fue muy intenso, reconozco que fue mi primer amor, pasaron muchas cosas entre nosotros, cosas que nunca olvidaré, pero la forma en al que me siento con Tzilacatzin es…diferente, siento que todo es nuevo y mágico, para ser honesta, también estoy nerviosa por la noche de bodas, ha pasado mucho tiempo desde que estuve con alguien. —expreso Mayahuel con timidez.

—Estamos seguras de que él te guiará, se ve muy experimentado, será tan bello como tu primera vez, además, su amor es lo más importante.

—Siempre dices las palabras correctas Nikté y Yamil, aunque eres muy directa, siempre encuentras la manera de consolarme, estoy feliz de tenerlas cerca de mí, quien diría que todo este tiempo, siempre estuvimos juntas.

—Somos tus estrellas, tus amigas, nunca nos separaremos de ti, presenciar el día de tu boda será un gran honor querida diosa.

Mientras ellas hablaban, Quetzallí se acercó furiosa y le lanzó una bola de lodo a Mayahuel manchándole el vestido.

—¿Qué demonios te pasa? —Yamil se puso de pie enojada por lo sucedido.

—¿Cómo et atreves hacerle esto a la diosa? —le preguntó Nikté tratando de cubrir a Mayahuel.

—Eres una malagradecida, estas viva gracias a ella.

—Está bien, déjenme a solas con ella. —les dijo Mayahuel con seriedad.

—¿Qué? Pero esta desalmada podría…

—Estaré bien, no puede lastimarme, estoy segura que será más inteligente a partir de ahora.

—Si intentas algo iré por ti. —le dijo Yamil antes de irse.

—Estaremos del otro lado Mayahuel. —exclamó Nikté mirando feo a Quetzalli.

—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó Mayahuel parándose frente a ella.

—¿Crees que te tengo miedo? ¿Qué debo respetarte solo por ser una diosa? Jaja nunca te reconoceré como tal, tampoco te adoraré ni me arrodillare ante ti, no significas nada para mí.

—No quiero que lo hagas, no busco que me ames ni que me agradezcas, cada quien da lo que tiene.

—Te metiste en la cabeza de Tzilacatzin… ¡lo apartaste de mi lado! Él siempre estuvo enamorado de mí, estaba dispuesto a beber de mi mano, siempre venia cuando lo llamaba, era su todo y su más grande obsesión ¡tú lo hechizaste con tu magia! No eres una diosa eres una bru… —Mayahuel la abofeteó y la miró fijamente.

—Tu nunca lo amaste, jamás te importó, te comportas como una niña berrinchuda a la que le han arrebatado su juguete, mi Tzilacatzin es más que eso y merece a una mujer de verdad, una que este dispuesta a ser exclusiva para él, amaste más tu oficio que al guerrero por el que tanto me reclamas, yo en cambio lo amo tanto que deje a un dios por él.

—¡Él es mío! ¡no te lo entregaré!

Mayahuel la abofeteó nuevamente sacándole la sangre de la nariz y Quetzalli se quedó sin palabras.

—Tzilacatzin no te pertenece, pasaré por alto tu insolencia a cambio te ordenare que te comportes o te expulsaré de aquí, tengo más autoridad que el propio tlatoani, no lo olvides.




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