El regreso de mamá y papá

Capitulo 3

Al legar al estudio, Luciano se percató de que este era diferente. El lugar estaba completamente cubierto de telarañas. Los hilos de sedas eran más densos, gruesos y pegajosos; se adherían con facilidad a sus manos y a todo su cuerpo, pero él estaba ansioso por descubrir que encontraba al final.

Luego de romper grandes cantidades de hilos de seda, la parte superior de su brazo empezó a dolerle, pero nunca pensó en detenerse y siguió avanzando.

Halló una vieja biblioteca, pero su mirada se enfocó de inmediato en los dos viejos y sucios muñecos ubicados del penúltimo anaquel. Ambos muñecos tenían ojos negros e intensos, similar a los discos de vinilo tradicionales, pero sin brillo. Unos ojos que parecían gritar auxilio, o eso fue lo que sintió Luciano.

Uno de los muñecos tenía largas piernas cubiertas por un pantalón color marrón y cabello amarillo; la otra llevaba puesto un vestido rosado, cabello amarillo recogido en dos trenzas.

Y para terminar de horrorizarlo, estos muñecos, no solo estaban sucios, sino que sus caras habían sido invadidas por gruesas capas negras con puntos marrón que supuraban un líquido verdoso y espeso. El joven apartó la cara de inmediato. La imagen le produjo esa sensación de desagrado, a punto de querer vomitar.

En el último estante halló, un hueco más o menos el tamaño de su mano. La curiosidad triunfó, así que se arrodilló para observarlo. Asomó la cabeza y pudo ver lo oscuro y profundo que era. En ese instante el sintió como los vellos de su nuca y brazos se erizaban, y de inmediato se apartó del lugar.

Luego de tranquilizado un poco, vio las viejas escaleras al final de la casa y decidió subirlas, pues al parecer aún estaban buen estado. Al llegar al segundo piso, se percató de que este también se encontraba iluminado, como toda la casa.

Luciano oprimió el interruptor de luz para apagarlas, pero estas parecían no funcionar — es extraño — se dijo, mientras repitía el movimiento varias veces sin ningún resultado.

En ese momento, recordó lo sucedido en la cocina y se preguntó: — ¿Qué sucede con la luz en esta casa? — De pronto comenzó a sentir fuertes punzadas en el pecho, como si le estuvieran aplastando el corazón, impidiéndole no lograba respirar de manera correcta.

Inhaló y exhaló varias veces hasta que el dolor poco a poco comenzó a calmarse. Estaba sufriendo un ataque de pánico, muy comunes en su vida. Mientras descansaba, levanto su cabeza y se encontró con un pequeño tragaluz de unos treinta centímetros en el techo.

— ¡Esta es la luz que alumbra la casa! — esa fue la conclusión a la que llegó Luciano.

Al encontrar el tragaluz, sus dudas se disiparon y aclararon por completo su panorama, aunque conectar el cargador del celular o la computadora al tomacorriente era el mayor conocimiento de electricidad de Luciano.

Un poco más tranquilo, Luciano continúo revisando el segundo piso. En este encontró lo mismo que en el anterior piso: desorden, destrozos, polvo y telarañas sin arañas, pero aquí si se podía andar. Al final sus ojos vieron tres habitaciones llamativas.

La primera de estas, tenía la puerta abierta. Al mirarla de reojo, le pareció ser igual al resto. Sin embargo, las otras dos puertas resplandecían del brillo, como si hubieran sido barnizadas hace poco tiempo.

Así que, sin dudarlo, caminó hasta la más cercana. Una vez al frente sujetó el picaporte con firmeza, pero no lograba abrirla, así que aflojó la mano y la movió con suavidad hacia el otro lado, y está vez cedió.

La habitación lo impresionó de inmediato.No solo era amplia, sino que contaba con una gigantesca cama, cubierta con un cubrelecho azul cielo, esponjosas almohadas y blancos cojines. Al final del piecero se encontraba un pie de cama de color azul.

— Está debió haber sido la habitación de los padres, pero ¿quién vendría a organizarla? — se dijo así mismo, pues el lugar le pareció demasiado elegante y de buen gusto.

La intuición de Luciano se activó; él debía marcharse de allí. Retrocedió y salió a toda prisa de la habitación. Algo estaba mal. ¿Porque tenía habitaciones perfectamente organizadas?, se preguntaba Luciano.

Mientras atravesaba el pasillo, se repetía una otra vez en su la cabeza: — Debo salir de aquí —. Corrió con rapidez hacia las escaleras, pero apenas tocó el barandal para bajarse y salir de ese lugar, escuchó unas sonoras risitas infantiles.

Aunque en sus pensamientos bajaba las escaleras a toda velocidad, sus pies parecían no avanzar. Podía sentir como una fuerza desconocida lo atraía hacia la habitación.

El aumento en el flujo de sangre en el cuerpo, era fuerte y rápido, fue entonces cuando entendió que debía descubrir el origen de las risitas infantiles que aún seguía escuchando en su cabeza.

Luciano dio la vuelta y se dirigió a la segunda puerta, dispuesto a encontrar respuestas.




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