El regreso de mamá y papá

Capitulo 5

Luciano dirigió la vista hacia donde habían estado los otros muñecos, pero estos ya no estaban. Corrió hacia la puerta, insistió de manera infructuosa y ni siquiera logró mover el picaporte.

El chico volvió a escuchar las risitas infantiles y, de inmediato sintió un escalofrió recorrer su cuerpo. Al no tener idea como proceder, giro lentamente para saber de dónde provenían las risas.

Ahí está estaban: donde antes estaba tres muñecos, ahora tres niños ocupaban el lugar, quienes no dejaban de mirarlo.

El niño pequeño balbuceo —Pa..pa, pa…pa—, repitiendo las silabas una y otra vez mientras extendía los brazos para que Luciano lo alzara.

—¿Qué sucede? —se preguntó con voz entrecortada. Entonces, vio cómo la niña que antes había sido muñeca daba pasos cortos hacia él, mientras se escuchaba el suave taconeo: tac-tac, con cada movimiento.

—¡Papá, regresaste !—exclamó la niña—¿Dónde está mamá? —dijo la pequeña extendiendo los brazos.

El joven dio un brinco hacia atrás y su rostro se descompuso. Quiso escapar, y justo vio una ventana, la cual había estado ocultada detrás de una oscura niebla. Un halo de esperanza lo invadió y corrió hacia ella, pues fantaseo con salir pronto de esa locura.

Pero, para su desgracia, la ventana perecía estar atascada. A pesar de las sacudidas que le daba Luciano con desesperación, no logro abrirla.

Los dos más pequeños comenzaron a llamarlo —agu, agu, pa..pa—, respectivamente, mientras repetían estas silabas en su idioma infantil. Luciano quiso gritar, pero no pudo; tan solo logro adherir la espalda a la pared, paralizado del miedo.

Volvió a escuchar el tac-tac de la niña mientras se le acercaba. El coche y la silla mecedora se movían a su paso en la misma dirección.

—Papa, organizamos las habitaciones, ¿viste lo bien que quedó la de ustedes? —dijo ahora la niña, con esa dulce expresión en su rostro— .¡Esta vez, mamá y tú no volverán a marcharse!

No solo las palmas de las manos, sino el cuerpo de Luciano se aferró inútilmente a la pared, mientras le brotaban las lágrimas retenidas y su boca mostraba esa torcida mueca de espanto.

—Yo, … nunca diré nada, …—balbuceaba Luciano.

—Papi, no llores, ¿acaso tienes miedo? —dijo la niña, mientras negaba con su cabeza—nosotros también lo tuvimos.

—Por favor..., —decía Luciano entre llanto ruidoso, mientras su cuerpo temblaba sin control.

—Papi, el miedo es lo último que sentirás — le dijo, mientras la sonrisa en su cara se suavizaba de manera siniestra—. Además, estamos cansados de ver como lloran los adultos, es aburrido, ¿o no niños? Los pequeños no respondieron, solo asintieron con una sonrisa siniestra.

De pronto, la estantería comenzó a temblar y todo lo que la adornaba cayó al suelo. En el último anaquel apareció un agujero negro, similar al de la biblioteca del primer piso, pero aumentaba de tamaño poco a poco.

Fue cuando el desgarrador grito de Luciano saliendo de su garganta; el sintió el desagradable sabor a sangre.

—¡Papi no grites !— dijo niña sin dejar de mirarlo—han pasado muchos años y aun sigues gritando como bebé.

Luciano comenzó a sentir como el agujero en el anaquel, lo atraía y su tamaño había aumentado de manera extraordinaria.

—Niños por favor… no me hagan daño—rogaba Luciano, entre la mucosidad y el llanto, pero sin resultado.

—Papá, los ruegos no sirven. Nosotros lo hicimos y nadie lo escuchó,—dijo en un tono fuerte.

—¡No soy su papá!, ustedes no son mis hijos—gritó, mientras sentía que su cuerpo se había alejado de la pared. El agujero lo quería dentro de sus entrañas.

Los gestos de los niños cambiaron; ahora parecían llorar, pues brotaban lagrimas de sus ojos, pero sus expresiones parecían fingidas, porque pronto cambiaron.

Parecen que no son nuestros padres—dijo mientras las sonrisas siniestras en los niños volvían aparecer— Ups… tenemos compañía —sonrió.

—!Luciano¡ — Escucho una voz femenina que lo llamaba con insistencia. — ¡Luciano!

—¡Contéstame! Sé que estas aquí, porque el GPS lo señala. Salgamos de esta casa—dijo la voz.

—¡No!—dijo Luciano apenas reconoció la voz de Lucy— ¡No… aléjate! —balbuceo con sus últimas fuerzas, mientras su cuerpo se agitarse.

Luciano gritó al sentir su cuerpo alargarse como banda elástica. La niña coloco el dedo índice sobre los rosados labios, y el clic de la puerta volvió a sonar por tercera vez. Luciano estaba inmóvil cuando Lucy ingresó al lugar.

—Qué lindo muñecos—dijo Lucy, pues fue lo único que vio en el lugar en ese momento. Luego avanzó unos pasos, y la imagen la habitación cambio.

Lucy descompuso la cara y gritó como endemoniada ante la elasticidad y demformación de su novio, agarrándose la cara de manera desesperada. La puerta se cerro y el clic volvió a sonar.

—¡Papi, mami regresaron!—afirmo la niña. Prometemos ser niños buenos, organizados y educados con los adultos—dijo, mientras los tres preciosos muñecos esbozaron una sonrisa ruidosa y retorcida.

El agujero negro se expandió aún más, comenzó a absorber lentamente no solo el estirado cuerpo de los dos jovenes, sino cada uno de los sonidos que emitían. Los gritos no volvieron a escucharse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.