El reinado del Dragón

Prólogo.

El campo de batalla quedó en completo silencio, la sangre de Robert Baratheon seguía tibia y escurriendo de su mandoble, Eddard Stark que estaba lejos de ellos lo observaba impasible, con ojos tristes. Poco a poco los traidores fueron dejando caer sus espadas y los pocos que resistían fueron cayendo muertos, tiñendo en agua de escarlata.

Muchos se arrodillaron, otros murieron, Eddard Stark estaba dispuesto a morir pero el príncipe Rhaegar no lo permitió, no podía hacerle eso a Lyanna que ya había perdido a su padre y hermano mayor.

—Mi príncipe, Mance Tyrell ha tomado Bastión de Tormentas, lord Stannis murió peleando pero tenemos a Renly —dijo el príncipe Lewyn Martell.

—Traigan a lord Stark —dijo en respuesta, Ser Barristan Selmy que permanecía a su lado salió ondeando la capa blanca manchada de sangre por la batalla.

La tienda quedó casi vacía en un inmensurable silencio, lo único que se oía era el bullicio de fuera. Tantas vidas perdidas, tantos hombres que pudieron servir a su causa para salvar a los Siete Reinos...

Todo pensamiento de lo perdido se fue, por el momento, de su cabeza. Lord Eddard se encontraba frente a él con gesto serio sin revelar nada, era tan diferente a Lya... Debía apartar los recuerdos de su amada, ahora lo importante era convencer al Norte que lo apoyaran en su reclamo.

—¿Quería verme, príncipe Rhaegar? —la voz de lord Stark era fría pero no se dejo llevar por ello, era más importante lo que se avecinaba.

—Dejadnos —exigió autoritario.

—Mi príncipe, no podemos... —empezó a decir Ser Barristan.

—Lord Eddard no me hará nada, Ser.

—No debería estar tan seguro de eso, príncipe, tengo tantos motivos para mataros...

—No creo que a Lyanna le guste oír lo que decís, mi lord —Eddard no respondió, sus hombres dejaron la tienda con el único sonido de sus armaduras chocando.

—¿Dónde está mi hermana?

—A salvo, os lo juro, Ser Arthur Dayne, Ser Oswell Whent y Ser Gerold Hightower la protegen. A ella y a nuestro hijo que espera.

—La ha deshonrado...

—No lord Stark, me case con vuestra hermana, pero antes de eso anule mi matrimonio con Elia Martell, el hijo que lleva dentro es tan legítimo como mis otros dos hijos. Amo a vuestra hermana pero no es por eso que lo he hecho venir.

—¿Entonces?

—Mi padre ha reinado demasiado tiempo guiado por su locura, ha llegado el momento que deje el Trono de Hierro pero viendo como va su vida, dudo que muera pronto y si esperamos más, matará a más lores como hizo con vuestro padre y hermano. Jureme lealtad lord Stark y os prometo vengar a vuestros familiares asesinados por mi padre.

—¡¿Y Robert?! ¡Él era mi amigo, mi hermano! ¡¿Me permitirá vengarlo?! —espeto el norteño furioso.

—Lord Robert Baratheon decidió empezar esta rebelión y murió con ella, pero si no me sigue mi lord, dejará que padre continúe con su reinado de terror. Dejara que miles de inocentes sufran la "justicia" de mi padre.

El norteño pareció sopesarlo. —Quiero ver a mi hermana primero, debo ver que de verdad esta bien.

—Mañana partimos, puede irse lord Stark. Una última cosa, os recomiendo que no comente nada de mi matrimonio con Lyanna, debemos esperar hasta que mi padre este muerto —el joven señor asintió y se marcho con dignidad.

Decidió descansar, esperando que todo acabase pronto pero sabía que se mentía, derrocar a Aerys no sería fácil pero esperaba tener el apoyo de los Reinos. Pensó en sus hijos y en el que estaba por venir, no tenía la menor idea de como iba a lidiar con Dorne si se negaba a apoyarlo.

Poco antes del alba, el campamento fue levantado, los lores que se habían rebelado, juraron lealtad a su príncipe. Prometiendo que lo apoyarían en su reclamo al trono. Todos ellos partieron a casa a la espera del llamado de su príncipe, todos menos Eddard Stark que lo acompaño en el agotador viaje hacía Dorne.

La Torre de la Alegría se cernía sobre ellos, el sol les daba directo a los ojos cuando llegaron. Ser Arthur Dayne lo miraba con respeto y admiración al igual que los otro caballeros de la Guardia Real. Al bajar de los lomos del semental, Rhaegar se sentía cansado, había sido un viaje con poco descanso pero ya estaba ahí, a poco de ver a su querida Lyanna. Su esposa.

—Seguidme lord Stark, vuestra hermana os espera —el príncipe le hizo una seña a sus hombres—, ¿mi señora esposa esta en condiciones de vernos?

—Sí, alteza.

Subieron por las escaleras de piedra negra, el tintineo de sus armaduras era lo único que llenaba el silencio incómodo que los había envuelto. El pequeño salón era acalorado pero ninguno se quejó, la mesa estaba puesta, solo quedaba esperar a Lyanna. Los Ser se retiraron con una reverencia profunda.

Rhaegar se sentía nervioso, llevaba un largo tiempo deseando ver nuevamente a la Stark, saber como se encontraba y que si la gestación de su hijo no la había puesto mal. El resonar de unas pisadas lo hicieron concentrarse.

Por una de las puertas, Lyanna entraba mostrando su crecido vientre, su cabellos oscuro y su piel ligeramente tostada la hacían lucir hermosa, sus ojos oscuros se veían cansados y se movía con dificultad.



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En el texto hay: dragones, gameofthrones, targaryen

Editado: 08.07.2018

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