El Reino de Edendor

Un gnomo y un mate

Debajo de la almohada, vivía él. Un pequeño gnomito del bosque de Arrayanes de Bariloche. Había viajado a Rosario en una piña, que un niño había agarrado del bosque como recuerdo.

Éste gnomito era invisible para todos, y decidió alimentarse de los sueños del niño, ya que como se sabe los gnomos viven y se alimentan de las ilusiones, y sueños de los humanos, especialmente niños. Pero no solo se alimenta, sino que también los fomenta. O sea que fomenta ilusiones, esperanzas y sueños, de los cuales él necesita para vivir.

 

El niño, Sebastián, Seba para los amigos, vivió una infancia llena de alegrías, diversiones, ilusiones y esperanzas. El problema vino cuando creció, éstas ilusiones y sueños, no se le habían cumplido, la tristeza reinaba en él. El gnomito ya no sabía cómo hacer para que recupere sus sueños y esperanzas, por lo cual estaba ya débil y a punto de desaparecer.

La vida rutinaria y estresante de Sebastián incluía trabajar en una gomería, que había emprendido de la que era dueño, en las que las cuentas no cerraban y el alquiler, año a año no paraba de subir. Una esposa mandona, y una suegra que simplemente lo consideraban un tonto. Sus amigos lo tomaban para la joda, y era él siempre el blanco de las burlas, algunas un poco humillantes.

Un día el gnomito, que había construido una gran casita, y creado un bosque fantástico debajo de la almohada de Sebastián desesperado por falta de aliento, decidió romper la regla de oro de los gnomos, que era, mantenerse invisible...

 

- Sebastián, ya me pusiste la pava, vení sentate y tomemos unos mates. Y por favor no me hables de todos tus problemas en el trabajo, hoy tuve un día espléndido y no quiero que me lo arruines, sebame unos mates que eso sin duda haces bien, por lo menos.-

-Solo te pido eso Sebastián que me sebes mates, no te pido mas nada, por lo menos hace eso-

 

Sebastián callado y con la cabeza gacha cebaba los mates para su esposa. Ya era una especie de ritual, algo que lo vinculaba con ella, cebarle mates a la tardecita a su esposa.

De repente en el hombro de la esposa le parece ver una pequeña personita con un gorrito rojo, enanito y de barba blanca.

Sebastián piensa, "estas pastillas antidepresivas me están haciendo ver ilusiones" Mejor no le digo a Juana, no quiero asustarla. Pasaron unos días y se olvido de ese hecho.

 

Un día subiendo al cuartito de arriba para limpiarlo como le había mandado Juana, encontró un tablero de un juego de mesa pintado a mano, con unos jinetes y unas fichas artesanales. Y se acordó... él lo había hecho de adolecente. El gnomito se le apareció unos segundos del otro lado del tablero y le dijo -¿Seba, hacemos una partida?

 

Sebastián pensó "Esto es grave, le voy a tener que decir al doctor de éstas alucinaciones"

 

Miro el tablero que una vez hizo, y una leve ilusión volvió en él, y el gnomito cobró más fuerzas.

 

Había sido el gnomito que había puesto el tablero para que lo vea. Y de a poco Seba, en sus ratos libres empezó a restaurar el antiguo juego, sus alegrías e ilusiones estaban volviendo. El gnomito empezó a cobrar fuerzas y fomentó mas alegrías, ilusiones y esperanzas en Sebastián. Su esposa noto el cambio y le preguntó -¿Que es lo que haces allá arriba que te trae tan contento?-

-Nada Juana solo un pasatiempo, me distrae y me relaja-

-¿No estarás fumando algo raro no?, ¿con esa pipa que ahora andas, desde cuando fumas pipa? Bueno, no importa, te veo mejor, no voy a decir más nada...

 

-¿Seba querés que hoy te cebe unos mates?-




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