Estoy en mi tienda, una tienda amateur de libros, hay un poquito de todo, pero bien poquito, usados, nuevos, y libros descatalogados. La tienda en si va mal, las ventas son muy pocas, por suerte organice un sorteo de fin de año, justo estábamos en navidad, haciendo el balance el sorteo era algo favorable, casi estaban todos los números vendidos del uno al cien, yo sospechaba que se iba a postergar mi depresión debido a la venta de las rifas, como a cualquiera le gusta participar en sorteos, siempre hay como un veta de alegría en los sorteos, no sé, la sorpresa, el día del sorteo el número que sale, si es que sale el de uno, en fin, siempre hubo mística en un sorteo. A todo esto llega mi novia, Camila.
-Hola Juan- dice ella con una gran sonrisa, pero al instante ve que el premio ya estaba envuelto con moño y todo- No me esperaste- dice subiendo la voz. Yo pienso, hoy vino alterada, que raro, siempre era tan dulce, pero ya hacía cinco meses que nos conocíamos y tal vez se estaba mostrando cómo era, a mi no me gustaba que me suban el tono. – Creí que te ibas a alegrar que ya había empezado con los premios a armarlos, pensé que lo tomarías como que no me quedo- le digo tranquilo, a lo que responde- Bueno, tenes razón, ahora dame el talonario que salgo a vender a los de la verdulería, justo tengo que ir.- Y ahí Camila sale hacia la verdulería. Camila estaba cambiada, ya no me atraía como antes, la última vez que fuimos a cenar a la casa, preparó algo así nomas, estaba vestida de entre casa, y yo había ido bien cambiado, y desentonaba, ella estaba completamente distendida como si fuera un día más, realmente no era la cena que esperaba, pero yo había rezado mucha para conseguir pareja, a un hombre llamado Saint Germain, que encontré entre los libros usados que me dejo mi vieja, antes de partir. Así que debía de ser la indicada, mi familia la aceptaba y su familia me aceptaba.
Vuelve Camila de la verdulería con cara de cu, tal vez era el calor, sé que no le gusta, y me dice – Vendí tres rifas- a lo que yo le digo contento- bien, ahora dame que salgo yo a venderlas- Así recorro el barrio a los conocidos, ya quedaban pocas rifas, había vendido antes unas cincuenta, y algunos parientes me reservaron algunas. Después de un recorrido vuelvo con algunas vendidas, la veo a Camila que había desarmado la envoltura que yo había hecho del premio, y armado otra mucho mejor, sola. Ella se quejaba antes que no la espere, y ahora lo hizo sola…
Me dice- armemos la del segundo premio, ¿compraste la sidra y el pan dulce para envolverlo?-
-No, tuve que ir al dentista y me quede sin plata.
-¡Como puede ser!- Dice haciendo un escándalo, - habíamos quedado que tenías que comprar el pan dulce y la sidra-
-¿Qué no puedo ir al dentista?- Es más me había hecho guardar la plata de la venta de libros en una botella, para que después del sorteo la abramos, pero no era algo que convenía ya que había que ir gastando plata para organizar el sorteo y los premios mientras se vendían las rifas.
Después de que le digo, de -¿Qué no puedo ir al dentista?- Se me queda mirando fijo a los ojos con una furia que se ve que no podía contener. Y le digo -enserio tuve que ir al dentista- eso era mentira, me había comprado unos auriculares, con la plata que me había dado me viejo, pero quien es ella para decirme lo que tengo que hacer con la plata que me daban, y encima toda esa plata muerta en la botella, con la que no se podía hacer movimientos. A lo que responde gritando:
-ME VOY-
-Bueno- Le digo tranquilo
-ANDATE A LA MIERDA- me dice.
Y desde ese día ni nos saludamos si nos cruzamos.
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Editado: 15.07.2020