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Un silencio espectral seguido de un golpe fuerte a mi cuerpo, fue todo lo que sentí para luego quedar tendida en el pavimento. Enseguida los susurros de la muchedumbre no se hicieron esperar. El dolor irradió por todos mis apéndices, principalmente mi cabeza. Pude escuchar el sonido de mi corazón que iba disminuyendo lentamente. En tan solo unos segundos, pasó esta tragedia. Ahora, comprendo a los que tienen accidentes.
Lo sé. Mi vida estaba apagándose, igual que una vela. Moriría y no podría realizar mis sueños; sin embargo, no me arrepentía de haberme puesto en medio de aquel auto. El pequeño niño que estuvo jugando en media calle, se salvó; y eso, me bastó para desfallecer con una sonrisa en mis labios. Nunca pensé ser una clase de heroína. Debía admitir que me sentía orgullosa por mi hazaña peligrosa. Ahora sí, mi madre se pondría orgullosa de mí, o tal vez, no. A ella no le interesaba mi bienestar. Solo por parecerme al hombre que le engañó. Siempre que me observaba, notaba su rencor, mientras que, a mi hermana menor, la miraba con amor. Ese sentimiento que desapareció el día en que mi padre se fue de la casa.
Solo era una hija bastarda de aquel hombre que destrozó su corazón.
Una sombra pequeña se agachó hacia mi cuerpo moribundo. Entreabrí los ojos, encontrándome con un par de orbes violetas pálidos. Un color exótico que jamás vi en mi vida. Su rostro parecía angelical, con facciones marmoleadas a la perfección.
Era el niño que salvé.
─Me has salvado ─dijo aquel niño con un gesto de sorpresa─. Un humano lo hizo.
No pude contestarle. Solo lo miré con dificultad. Mi vista se oscurecía, indicando que faltaba poco para irme de este mundo. No entendía por qué se sorprendió el hecho de haberle salvado la vida.
─¡Un humano salvó a un príncipe! ─Su pequeña mano viajó a mi frente, acariciando mi piel y observándome con curiosidad─. Me has salvado, humana.
Sonrió. Se agazapó y besó mi frente. Enseguida algo extraño recorrió todo mi ser. Un calor circuló por cada recoveco de mi lastimado cuerpo. Antes de soltar palabra alguna sobre lo que pasaba, el pequeño se puso de pie y miró con una sonrisa desplegada en su bello rostro angelical.
─Gracias por salvarme. Te debo la vida. Parece que si hay humanos de buen corazón.
Unas alas translúcidas de mariposa brotaron de su pequeña espalda y en cuestión de segundos, voló lejos de ahí, dejándome aterrada y confundida. Repetí que fue imaginación por el golpe recibido. Pude escuchar las sirenas de la ambulancia que se acercaban a mí. Cerré los ojos y seguí repitiendo que nada de lo que vi, fue cierto.
Después de todo, no existían seres con alas de mariposa.
Editado: 07.11.2024