El Reino De Las Hadas

EPÍLOGO

Había pasado la secundaria rosando, mis notas no fueron tan buenas, sobre menos en matemáticas, la materia que había odiado toda mi vida, solo una vez había sacado sobresaliente, luego nunca más lo hice, mi cabeza se volvía tumultuosa cuando veía los números, sobre menos las formulas, nunca era buena almacenando cosas como esas en mi pobre cabeza desordenada.

Solté un suspiro y me agaché para acariciar a mi nuevo amigo, era un gato de color blanco con negro, lo había encontrado herido en la calle, era tan pequeñito que no tenía valor de dejarlo solo, así que lo había traído a mi departamento para alimentarlo y curarlo. Y sin darme cuenta me encariñé con él, así que decidí quedármelo.

─ ¿Sabes que harás desde ahora?─ preguntó Archie. Estaba tomando té en la mesa.

─Iré a la universidad, tengo que sacar un título profesional. Escogeré lenguas, quiero ser profesora.

Se atragantó con el té y me miró sorprendido.

─No puedo creerlo. ¿Hablas en serio?

Me levanté y lo miré con una sonrisa.─ hablo muy en serio, tan en serio que si no dejas de mirarme de esa manera, tendré que golpearte.

─Vaya mujer, con tu genio, no quisiera ser uno de tus futuros alumnos.

─Ni quisiera que fueras uno de mis alumnos, si lo fueras, saldrías muy magullado.

Sonrió de medio lado.─ eres un caso perdido, mujer.

─Ya lo sabemos. ¿Y tú?

─También.─ contestó, bebiendo el té.

─ ¿Qué?

─Seré profesor de lenguas. Así que compañera, espero que ya deje de golpearme en medio de la calle, no quisiera que me vieran como si yo fuera el chico masoquista.

Solté una risa.─ por supuesto, colega delincuente.

─Eso espero.─ dejó la taza de té a un lado y se levantó.─ mañana vendré de nuevo a visitarte, por ahora tengo que irme.

─Anda, y no te preocupes.─ contesté, mirando cómo se ponía abrigo. El invierno había llegado muy helado, las calles estaban cubiertas de nieve. Manchas como había puesto a mi gato, pasó por mis piernas ronroneando.

─Nos vemos, Melody.─ miró a manchas.─ espero que tu departamento no se vuelva un zoológico, no quisiera ver toda clase de animales aquí.

─Descuida, no soy un tarzán ni un George de la selva.─ contesté, cogiendo a Manchas.

─Lo sé. Nos vemos.─ salió, dejándome con Manchas. Me encaminé hacia el mueble donde la calefacción se sentía mejor. El silencio del departamento me relajaba, comencé a acariciar a Manchas. Solté un suspiro y arrimé mi cabeza a la cabecera del mueble.

Miré la calefacción, y quedé con la mirada en ella, me la había regalado mi madre, aún no comprendía el porqué de su reacción, después de que había desaparecido tres meses que no recuerdo, ella había cambiado, no solo ella, sino mi hermana también. Las dos estaban sumamente extrañas, hasta el punto que me daban escalofríos. Sus comportamientos estaban muy condescendientes, se habían vuelto amables como arte de magia.

¿Acaso los extraterrestres vinieron y las cambiaron por otras?

─No lo creo.─ contesté. Manchas alzó la cabeza y se bajó de mi regazo. Fue corriendo hacia la puerta que estaba semi abierta y salió.─ oh no, lo que me faltaba.

Cogí un abrigo y salí detrás de Manchas, no debía de dejarlo solo en plena nieve, podría morir congelado, corrí detrás de manchas, este corría a pesar de la nieve que había en el suelo. Giró en una cuadra, aceleré más, provocando que casi me cayera de bruces.

─Maldición, Manchas. Cuando te atrape te haré picadillo de gato. Haré una sopa con tu carne y me la comeré como si fuera pollo.─ comenté molesta. Corrí hacia mi gato y me detuve cuando este se dirigía despacio hacia una esquina del callejón.─ oh no, Manchas, ven.

No me hizo caso y se fue hacia el vagabundo o borracho que estaba a un lado del callejón. Caminé hasta Manchas para cogerlo e irnos pero me detuve en seco cuando observé quien estaba en el suelo. No era un vagabundo o borracho el que estaba en el suelo, era un chico con una camiseta de manga larga plomo y encima llevaba un gabán negro abierto que le llevaba hasta las piernas, una bufanda negra, unos guantes de cuero, unos pantalones negro que se le apegaban al cuerpo y unos botines grises.

Estaba como dormido.

Y yo sentía un deja vu rodearme.

─Este…... Hey, muchacho.─ dije suavemente. Él no se movía por nada del mundo. Miré a ambos lados pero nadie aparecía.─ oh Dios, lo que me faltaba, tener en frente a un chico muy apuesto.─ me acerqué a él e intenté levantarlo. Pesaba una tonelada pero intenté llevarlo lejos de ahí.─ oye despierta, no soy Popeye para llevarte cargado.─ para mi mala suerte no hablaba. Solté un suspiro de resignación.─ bien desconocido, creo que me agradecerás después. Y tú Manchas, sígueme.



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En el texto hay: romance, magia, hadas

Editado: 22.07.2020

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