El Reino de las Tablas Mágicas

Capítulo 10: El Gigante Diez

El camino de Tobías terminó en una llanura inmensa, tan grande que parecía no tener fin. Allí, el suelo estaba cubierto de huellas gigantescas, y cada paso formaba un número terminado en cero.

El viento sopló fuerte, y del horizonte se alzó una figura colosal: un gigante de armadura dorada, con un cinturón ancho donde brillaban todos los números aprendidos hasta ahora. En su pecho estaba marcado el número 10 con luz resplandeciente.

—¡Bienvenido, joven guardián! —retumbó su voz como un trueno—. Soy Diez, el Gigante de la Plenitud, y conmigo descubrirás el orden más sencillo de todos.

Tobías miró con los ojos muy abiertos.
—¿La tabla del 10?

El gigante rió con fuerza, agitando la tierra bajo sus pies.
—¡Así es! Con cada paso que doy, multiplico de diez en diez.

De repente, aparecieron sus ayudantes:

  • La Dama Diez, que llevaba una antorcha encendida.
  • El Guerrero Veinte, con un estandarte ondeante en el viento.
  • El Caballero Cincuenta, que gritaba: “¡Soy cinco veces diez, y nadie me detiene!”.
  • El Anciano Cien, que caminaba con un bastón brillante y dijo: “Soy diez por diez, el círculo completo de tu aprendizaje”.

El Gigante Diez levantó su enorme mano y señaló el horizonte. Con cada paso, el suelo se iluminaba con los múltiplos:

10 × 1 = 10
10 × 2 = 20
10 × 3 = 30
10 × 4 = 40
10 × 5 = 50
10 × 6 = 60
10 × 7 = 70
10 × 8 = 80
10 × 9 = 90
10 × 10 = 100

Los ayudantes aplaudieron mientras los números brillaban como columnas de fuego que se alzaban hasta el cielo.

—¡Fácil de recordar, Tobías! —dijo el gigante—. Solo añade un cero, y verás cómo todo cobra fuerza.

De repente, rodando entre las huellas enormes, apareció el pequeño Cero, saltando de alegría.

—¡Al fin llegamos al mejor lugar para mí! ¡Con el Diez me siento en casa!

El gigante lo levantó en la palma de su mano.

—Tienes razón, pequeño. Tú eres el sello que da fuerza a mis múltiplos. Sin ti, no habría orden en la plenitud.

Tobías sonrió.
—¡Lo logré! ¡Ahora conozco todas las tablas hasta el diez!

El gigante se arrodilló frente a él, entregándole un medallón circular con todos los números grabados en él, del uno al diez.

—Este es tu premio, Tobías. Has completado el viaje, y ahora eres un Guardián de las Tablas.

En ese instante, todos los números aprendidos —Uno, Dos, Tres, Cuatro, Cinco, Seis, Siete, Ocho, Nueve y Diez— aparecieron juntos, formando un círculo de luz. Cada uno brillaba con su propio color y poder.

El cielo se llenó de estrellas que cantaban los múltiplos, y Tobías sintió que había alcanzado algo mucho más grande que aprender matemáticas: había descubierto la magia del conocimiento.

—Recuerda siempre —dijo el Anciano Cien—: cada tabla es un escalón, y tú ya sabes subirlos todos.

Tobías, con el medallón colgado en su cuello y el corazón lleno de alegría, emprendió el regreso a casa.

Y así terminó el viaje… o quizás, apenas comenzó.




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