El Reino del Fuego

Tercer Recuerdo: Vida

Ahora estoy aquí, sola de nuevo. Con la desdicha de tener que buscar una salida de esta habitación flotante que, a diferencia de la anterior que visité, carece de dos paredes a los costados. No obstante, cuando miro detrás de mí encuentro a una mujer parada en medio del lugar.

Ella tiene un corto cabello color negro con las puntas moradas; viste un saco abotonado por en medio de color morado, con mangas largas y cuello alto, parecida a los tuxedos que usaban los magos de una ciudad llena de entretenimiento nocturno que apenas recuerdo.

La mujer es delgada, de tez morena y grandes ojos grises. Aunque, de todo esto, lo que más llama la atención es su abanico de mano con sólo dos aspas (la primera y la última), amarradas éstas por abajo con largos listones de color rosa y unidas por arriba gracias a pequeños dedillos entrelazados, pues es un abanico hueco.

—Anne… ¡Anne! —grito su nombre, emocionada de verla. No puedo evitar sonreír.

Aquel es su nombre, Anne, la puedo recordar perfectamente. Ella y yo tenemos un pasado juntas, y no sólo es alguien muy fuerte, sino que también se trata de una gran amiga mía.

—Anne, amiga. Temía estar sola en este lugar, pero me alegro de por fin haber encontrado a alguien conocido. Necesitamos hablar… —antes de terminar esa frase, ella mueve su abanico junto a su cuerpo, girando, para ejecutar una danza singular. Cuando ella queda frente a mí, me lanza desde su abanico una gran ráfaga de viento plateado. Yo salto para esquivarlo, totalmente sorprendida de esto, cayendo al suelo.

—¡Anne! ¿Acaso no me recuerdas? ¿También perdiste la memoria? —le pregunto con miedo a que le haya pasado lo mismo; pero ella hace caso omiso a mi voz. Es como si estuviera sorda, mas por su sonrisa y sus movimientos puedo percatarme de que me escucha. Entonces, ¿por qué me está atacando?

Fue entonces que decido levantarme, sólo para que ella me vuelva a atacar. Esquivo el viento y me lanzo contra ella. Anne ve mis intenciones, por lo cual cierra su abanico y me golpea en la cara con él. Esto me hace retroceder unos pasos, dando luego un salto hacia atrás para distanciarme.

Al pisar el suelo doy unos pasos en falso por la falta de equilibrio. El golpe que me dio fue muy duro, inclusive me agarro la cara por el dolor. Volteo hacia mi amiga, y veo que sus ojos ya no son grises; mis recuerdos me hicieron errar al verla, pues ahora son azules, un color eléctrico matizado.

Anne está muerta.

Recuerdo de inmediato un pequeño suceso de nuestro pasado al darme cuenta de esto.

«Estaba en un castillo sobre un balcón con los codos recargados plácidamente en la orilla de éste, al igual que mi espalda. Me encontraba ahí sintiendo el aire, sola. Pensaba y veía el horizonte lejano al alba que se hallaba a mi derecha. Sin dudas era un hermoso panorama para descansar.

Ese día yo llevaba puesto un vestido de gala nocturno color verde claro, con pedrería brillante y hermosos acabados escotados. De pronto, escuché una voz.

—El viento a veces es un buen consejero —afirmó Anne con voz suave y confiada.

Ella apareció justo a mi lado, sentada en el borde del balcón donde estaba yo recargada, con un traje similar al que lleva ahora, pero de color azul rey. Sus pies estaban al aire hacia afuera del balcón.

—Ojalá te caigas. A lo mejor el impacto puede hacer que mejores tus frases “profundas” —Le respondí en un tono sarcástico, mientras le sonreía.

—¡Ja, ja, ja! Me lo dice la chica que siempre viste de gala en estos eventos —se burló Anne de mí, mientras veía mi atuendo con una ceja arqueada y una risa dibujada en el rostro—. Vamos, tú sabes que lo digo en serio. Hay días en los cuales sólo me subo a algún techo o vuelo hasta lo más alto de las montañas para sentir este fresco viento de la madrugada, acariciándome el rostro de manera sencilla y cortés. Cuando esto sucede, se siente como si el viento te susurrara —ella mencionaba estas palabras con un suspiro de alivio y serenidad, como si se tratara de lo más hermoso que se hubiera podido experimentar.

—Creo que eso siempre será lo tuyo, Anne. En cambio, yo no nací con el Llamado del Viento. Posiblemente tú sí lo escuches susurrarte… Yo no. También puede ser que no lo haga porque soy más desesperada. No tengo paciencia para oír lo que una corriente de aire me tiene qué decir —hablé con un poco de decepción. Le tenía un poco de envidia, pues ella podía sentir algo puro y bueno de algo tan simple como el viento. En cambio, mi “dones más complicado y destructivo. Nunca encuentro paz en él.

—******, tú sabes que las cosas sencillas de vivir siempre están presentes para ser disfrutadas. Nosotros los humanos tendemos a olvidar lo hermoso que es nuestro mundo y las grandes riquezas que éste oculta. Hay días en los cuales sólo debemos abrir los ojos, salir, respirar y agradecer este regalo —dijo Anne al mirar el alba con una enorme sonrisa—. No es mi don lo que me hace escuchar al viento, es mi gratitud la que me lo permite. Sólo para decirles lo que siento de corazón. —Sus palabras dulces y alentadoras llenaron mi alma, no pude evitar sonreír conmocionada. Estos hermosos recuerdos son algo muy preciado para mí; sin embargo, ella mencionó un nombre que no pude escuchar…

¿Acaso será…?

—Gracias, realmente quiero agradecer por ello. —Después de decir eso, con una gran sonrisa, me volteé y puse mis manos sobre la orilla del balcón. Estiré mi cuerpo y alcé mi rostro al cielo, mientras respiraba hondo. Luego cerré los ojos y dejé que el viento me acariciara—. Gracias, por este hermoso regalo. —Mis palabras el viento las tomó y sopló un poco más fuerte, llevándoselas lejos. Esa paz que despedí de mis labios, Anne y yo la vimos despegar. En ese mismo instante, juré que agradecería siempre al viento por el hermoso presente que llevo conmigo.

Pero ahora…».



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En el texto hay: fantasia, aventura, magia

Editado: 03.07.2021

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