Ya una vez que veo el objeto que el clon me dejó, caigo al suelo agotada y busco dentro de la capa invisible uno de los frutos que guardé para comerlo, mientras pienso en todo lo sucedido.
No obstante, mi tranquilidad es trozada por una alarma que activa sirenas en los techos de la MHN-001, las cuales se encienden en color rojo a la par que una voz femenina habla.
—¡Alerta, dentro de diez minutos la colonia especial MHN-001 colisionará contra el sol, evacuar todas las unidades inmediatamente! ¡Esto no es un simulacro, repito, esto no es un simulacro! —repetía una y otra vez la voz.
«¿El sol? Eso es imposible, estábamos a poca distancia de la Tierra. Tengo que encontrar la manera de salir pronto, o creo que mi viaje acabará aquí».
Gracias a la luz roja de la alerta pude recordar una vez que fui con mis amigos cercanos a un bello lugar cubierto por la nieve llamado «el valle plateado». En estos recuerdos veo a mi amigo Ken.
Ken es un hombre apuesto, alto, de ojos color rojo y cabello negro acentuado con un fleco carmesí despeinado. Él siempre cargaba un semblante de molestia y amargura. Comúnmente lo podías encontrar solo en alguna parte de la sede de nuestra organización escuchando música en silencio.
Nuestro pequeño «metalero» no sólo era un gran amigo y un poderoso miembro de elite, sino también el novio de mi amiga Kantry. Ambos se conocieron por mí y se enamoraron perdidamente. Me es grato tener algo tan bello de vuelta en mi memoria.
«El piromante azul. Ese bastardo me las va a pagar cuando lo encuentre», lucubro con temor a morir en el inhóspito espacio exterior. Obviamente él aceleró la nave para que chocara contra el sol, a pesar de venir a bordo. Tal vez no pensó las consecuencias de ello.
Antes de intentar tomar las botas de que me dejó Herald y volar en mil pedazos alguna pared cercana con mi piromancia, un símbolo de luz naranja aparece enfrente de mí, de donde emerge aquel dragón arcoíris que conocí hace poco. Él toma el calzado rojizo impidiendo a último momento que yo lo obtenga.
—Me parece que no es tiempo de que poseas esto —explica el ente luminoso y desaparece las botas de mi vista, cuya acción hace que me enfade—. Mujer, hoy me he divertido viendo tu combate, y cómo regalo, te ayudaré a salir de este lugar. Afuera el espacio está repleto de una poderosa radiación que ningún mortal podría resistir; por lo tanto, te prestaré un poco de mi poder para que puedas surcar en el exterior. Así podrás encontrar una manera de escapar sin mi ayuda. Cuando lo hagas, te regresaré el regalo de Herald. ¡Rápido, el tiempo se agota! —Después de la explicación el dragón crea siete esferas de luz que entran en mi cuerpo. Al hacerlo todo mi ser empieza a brillar con luces de los mismos colores del poderoso ente luminoso. Mis energías son restauradas y percibo una gran fuerza dentro de mí. Siento que puedo hacerlo todo.
—Perfecto. Estoy lista para irme de aquí. ¡Andando! —Una vez dicho esto, salto hacia el techo y lo atravieso con gran facilidad.
Sin problema vuelo a gran velocidad únicamente usando el impulso del deseo. Desde afuera distingo lo que vi en el mapa antes, así que encuentro el «puerto» con las naves que pensaba usar.
Acelero y atravieso la corteza de la nave hasta adentrarme a mi destino. El dragón multicolor me sigue en cada momento, no parece querer perderse lo que me pueda suceder.
Al arribar encuentro dos naves de escape personales, las cuales se encuentran posadas frente una salida de la estación, cerrada por una gran compuerta; sin embargo, cuando me acerco a estos, en una nave vi a alguien que está listo para irse. Se trata de mi presa, el piromante azul. El bastardo usa su piromancia para lanzar una poderosa bala de su fuego sagrado que destruye la compuerta que dirige al exterior y, de la misma forma, impulsa su vehículo para huir.
La radiación entra a la estación y me golpea con fuerza, mas no me hace daño. El vacío succiona todo, ya que el campo electromagnético ha sido dañado gracias al sol. Yo me subo a la otra nave, y una vez adentro, intento encenderla para irme, cuando el dragón se acerca a mí.
—La velocidad natural de esta nave no puede derrotar la fuerza magnética del sol. Tendrás que usar algo más si quieres sobrevivir. Herald construyó estos vehículos para que pudieran ser impulsados por magia. Estoy seguro que sabes a lo que me refiero —me comenta aquel ser majestuoso y comprendo de inmediato.
Cierro mis ojos, pongo ambas manos en el volante y me concentro; sólo pienso en mi fuego púrpura, lo que hace que pueda usarlo para impulsar el vehículo. Cuando mi piromancia me empuja hacia afuera, pierdo los poderes luminosos. La velocidad que tomo es increíble, tanto que mi alrededor se vuelve borroso y confuso. Pierdo rápido el conocimiento poco después.
En mis sueños veo los recuerdos de Herald. Aquellos me mostraron cómo el piromante azul acabó con su vida, sin darme pista de quién se oculta detrás de la oscura capucha que carga.
Despierto nuevamente con dolor de cabeza dentro de la pequeña nave y en medio de la nada, pero puedo ver la Tierra una vez más. Eso me causa tranquilidad. Me recargo en mi asiento, respiro hondo y cierro los ojos aliviada. Me doy cuenta que en mi regazo se encuentran las botas que fueron expulsadas del cuerpo del androide. Se ven cómodas, con menos tacón que mis zapatos. Por ello decido ponérmelas de inmediato y siento un tremendo alivio en mis pies.
Curioseo dentro de la nave y noto que hay unas iniciales marcadas en un costado del asiento: «MO».
—¡Así que ya despertaste! —Fuera de la nave, a través del vidrio que cubre la parte de arriba de ésta, aparece de sorpresa el dragón arcoíris que me ayudó, mientras grita esas palabras muy alegremente. Eso último me hizo pegar un grito del susto y golpearme en la cabeza con el cristal que es el techo de donde estoy— ¡Ja, ja, ja! Lo siento, pero no podía perder la oportunidad. Me alegra que ya te hayas despertado, mujer. Hiciste muy buen trabajo —dijo aquel ser al colocarse enfrente de la nave, mientras «vuela» en el exterior. Yo sigo sobándome la cabeza gracias al golpe.
Editado: 03.07.2021