Al ver mi alrededor y notar que ha caído la noche, rápidamente me coloqué detrás de un montón de costales con arena aprovechando la oscuridad.
Checo cuidadosamente sí no me han visto, pues noto que están haciendo guardia algunos sujetos vestidos con uniformes pintados de camuflaje, los cuales, he de resaltar, cargan bayonetas, si no me equivoco. Es tiempo de preparar una estrategia, antes de que me vean y disparen a quemarropa.
Para mi «suerte», cerca de aquí está un soldado, distraído que está viendo el cielo nocturno. Parece que no ha notado mi presencia, sólo se encuentra ahí, ahogado en sus pensamientos. Me coloco de inmediato la capa de invisibilidad, pero el sujeto empieza a mover su nariz, como si oliera algo extraño.
—¡Qué raro! Huele a carne humana, y su sangre está muy tibia —dice el soldado para el mismo y sostiene con más fuerza su arma. Sus palabras salen entre dientes, por lo que yo puedo apreciar sus enormes colmillos. Caí en cuenta qué significaba.
La capacidad de detectar el aroma de los seres vivos, su piel pálida y ojos rojos con enormes ojeras, son cualidades de un bebedor de sangre. Tengo mis dudas, pero esta teoría puede ser confirmada si clavo una de mis flechas en su corazón. Si se deja de mover y no muere, significa que estoy en lo correcto; en caso contrario, me volveré una asesina a sangre fría.
«Pequeño detalle de mi error».
Me quito la capa y creo una flecha para apuñalar al hombre. Éste voltea e inmediatamente empuña su bayoneta apuntándome y tratando de gritar una advertencia.
—¡Intruso! ¡Hay un…! —Al decir esto él dispara, pero me muevo rápido y clavo la flecha a su pecho antes que termine de avisar. Éste cae al suelo y suena una alarma que provoca que los demás soldados se movilicen.
Me acerco al hombre que me delató y está totalmente helado, sin vida. Así que procedo a sacar la flecha de su pecho. Al hacerlo él despierta tirando un grito y mostrando sus colmillos para atacarme, sin embargo, lo apuñalo nuevamente, lo que lo regresa al sueño. Ya no hay duda, se trata de una fortaleza llena de sanguijuelas humanas no-muertas, obviamente Viorica es quien está aquí.
…
Viorica era uno de los miembros más obedientes y disciplinados de la elite. No había forma en la cual ella no pudiera cumplir con los deberes. Normalmente solía tener un gran sentido de control para lograr llevar a cabo sus tareas, y no sólo eso, también daba un aditivo a lo que hacía. Ese valor agregado la volvió popular.
Cuando llegó a nosotros, sólo vimos a una chica de unos veinticinco años con la tez pálida, ojos rojos con grandes ojeras ocultadas con algo de maquillaje, pelo castaño cenizo, un cuerpo escultural e indescriptible belleza. Ella afirmó ser una bestia de leyenda, descendientes de Drácula.
Aceptó ser el monstruo que se alimenta de sangre, especialmente humana; tiene juventud y vida eterna, además de gran fuerza, resistencia y velocidad. Aunque eso no era todo, nuestra huésped también podía manipular la sangre, era una «sangromante», a cómo se le llamó más tarde. Ésta es la habilidad de controlar el líquido vital para que sea tan filoso como una espada o grande y ligero como alas que podrían hacerte volar. Es un poder maravilloso y siniestro.
El don captó nuestra atención de manera instantánea. Desde aquella vez Viorica, sin lugar a dudas, comenzó a formar parte de nosotros. Jamás me arrepentí al no dudar en votar a su favor, hasta aquel día.
—¡Viorica! ¿Dónde estás? ¡Tengo qué hablar contigo! —Grité al caminar por un enorme pasillo con ventanales. Enfrente a éstos estaban colocadas en una larga pared grandes pinturas enmarcadas en un precioso mármol bastante lúgubre, de algunas se podía observar como la humedad chorreaba detrás gracias al paso del tiempo.
El piso del sitio era cubierto por una alfombra azul con hebras doradas. Además, podía ver enormes lámparas metálicas estrictamente distribuidas que guindaban del techo y funcionaban con electricidad.
Era una noche de tormenta. El agua sacudía todo el exterior junto con el viento. El cuartel general se encontraba vacío en aquel entonces, pues los demás miembros se hallaban en una misión. Por mi parte, me quedé a solas con la vampiresa terca, a la cual buscaba por todo el edificio.
De un momento a otro, la luz se apagó, pues la energía eléctrica debió haberse cortado gracias al aguacero. Sólo podía ver gracias al destello de los relámpagos que entraban por los ventanales, fue entonces cuando recordé que Annastasia tenía velas en su habitación. Fui hacia allá para encontrar algunas usando una pequeña llama púrpura sobre mi palma como guía.
En la habitación de mi amiga hice que la llama creciera para iluminar un poco más. Desgraciadamente, mientras no estuviera mi fuego púrpura en una vela, éste no puede generar mucha luz por mucho que lo intente, no obstante, fue suficiente para hallar lo que buscaba en un cajón bajo la cama.
Me hinqué para tomarla y ponerla encima de la cama. Dentro de ésta encontré las velas, agarré una, pero me descuidé y ésta se me cayó al suelo. La vela rodó hasta que topó con algo cerca de la entrada de la habitación, al escuchar que el cilindro de cera dejó de rodar, volteé y un relámpago iluminó todo desde la enorme ventana del cuarto, la cual estaba justo detrás de mí.
En ese momento sólo pude ver la sedienta cara de mi compañera. La encontré parada frente a la puerta, con la vela en su mano y su mirada clavada en mi cuello.
—Viorica, estuve buscándote. Necesitamos… —dije aliviada y un poco temerosa mientras volteaba hacia ella lentamente, mas antes de terminar de hablar, Viorica ya tenía puesta una de sus manos enfrente de mí.
—Se te cayó esto —dijo la mujer entregándome la vela. Su voz era bastante ronca, pues hablaba entre dientes.
Tomé el objeto y le agradecí suavemente. Miré a mi lado y había un portador de velas sobre una cajonera, ahí coloqué la candela para luego encenderla con fuego púrpura, cosa que hizo que la habitación se iluminara. Viorica sonreía a la par que rechinaba sus dientes a boca cerrada y respiraba agitada.
Editado: 03.07.2021