Veo a lo lejos de Terra Nova una gran montaña, la cual ya había visto desde el cañón. Esa puede ser el lugar del que Albert me habló, lo presiento. Me atrae de alguna manera inexplicable.
Mientras observo aquel sitio siento una brisa descomunal, por lo que volteo hacia atrás y noto cómo un misil está a punto de estrellarse contra el edificio donde me encuentro. Ese desgraciado no pierde el maldito tiempo.
La colisión causa una gran explosión que está por alcanzarme, pero recuerdo una habilidad nueva. Una de mis más poderosas y misteriosas técnicas de piromante, a la cual me gustaba llamar «el espíritu púrpura», ya que puedo transformar la luz que refleja mi ser en fuego, lo que me vuelve traslucida y ligera. Esto me permite flotar por unos momentos y moverme a una velocidad increíble gracias a mis poderes psíquicos, para así conseguir evadir cualquier ataque. Desgraciadamente no puedo mantener esta forma por mucho tiempo, es casi instantáneo el momento, por lo que debo utilizarlo con buenos reflejos.
Rápido me transformo en espíritu para volar lejos y apartarme de la explosión; no obstante, justo cuando convierto mi luz en fuego, todo se congela lentamente y se cubre de energía celeste.
Ya no puedo moverme, aunque sigo consciente y observo lo que pasa alrededor: el fuego de la explosión, los fragmentos del edificio, las nubes, las aves, absolutamente todo está pausado.
Poco después, las llamas que esparcí volvieron a mí. Aquello me regresa a la normalidad y me libera de aquel extraño «encantamiento». Tengo mucha suerte de haber logrado esta proeza, por lo que avanzo hasta alejarme un poco usando fragmentos de concreto que están suspendidos en el aire, mismos que eran parte del edificio y que, de alguna manera, soportan mi peso.
Luego una luz dorada resplandece en el cielo, de ella descienden ángeles, los cuales portan armas hechas de oro. Se puede distinguir por encima de sus cabezas halos de luz, cuyos rostros están cubiertos con máscaras de piedra, parecidas a viejas esculturas. Su presencia me parece imponente, opresiva. Si pones suficiente atención, dan miedo.
De la nada todos empuñan sus armas y noto que con ellos se encuentra Xeneilky flotando.
—Las distorsiones del Espacio-Tiempo son dañinas para este mundo, Xeneilky. Cómo seres divinos, y protectores de las leyes de Gaia II, es nuestro deber defenderlo hasta de los egoístas caprichos de sus creadores. Ésta no es tu zona de creación, debes regresar todo a la normalidad o causarás problemas en el flujo normal del tiempo —habla un ángel con una bella voz llena de ecos. El ser divino, al terminar de decir esto, empuña su espada ante la bestia sagrada y prosigue—. Si te niegas, te atacaremos hasta que el flujo del tiempo sea restaurado; no permitiré que uses este poder para cumplir una regla que impones por caprichoso. Serás juzgado, Xeneilky D’Arc —el ángel amenaza al sujeto, sólo para recibir sus carcajadas. Después, Xeneilky se relame los labios viendo a sus enemigos.
—Veamos qué tan rápidos son unos ángeles de la tercera esfera en mi cielo —declara la bestia impaciente y vuela a toda velocidad transformando su espada de empuñadura verde y amarillo en una pistola parecida a la que usaban los piratas, con la cual dispara a los seres divinos alrededor, apuñala con su otra arma a los demás al dar inicio a un rápido vuelo y crea un espectáculo lleno de sangre y pólvora mientras acaba con todos de inmediato. Al final la bestia cae sobre un trozo de concreto de pie.
«Con que éste es el gran poder de la familia D’Arc. ¡Impresionante!», concluyo al momento de ver a Xeneilky, quien está cubierto por la sangre de estos ángeles. Alrededor de nosotros empiezan a caer las plumas de estos seres derrotados. El derroche bestial del hombre y la devastación de los seres alados me genera un hueco en el pecho.
El peliverde sonríe al ver como los restos de los ángeles se vuelven luz y ascienden al cielo, despareciendo. Luego Xeneilky libera una fuerte risotada, orgulloso de su acto.
—¡Ja, ja, ja! ¡Qué bien se siente! No hay nada mejor que esto, ¿no lo crees? —dice la bestia sagrada apuntándome con su pistola y viéndome con confianza.
—¿Qué clase de monstruo eres? —Pregunté en voz alta con un tono de asco y orgullo.
—¿Qué pasa, humana? ¿Asustada, acaso? —Preguntó Xeneilky bajando su arma con una voz de cretino como nunca antes la había escuchado. Justo en ese momento, más ángeles descendieron del cielo, los cuales poseen una velocidad normal, parece que la distorsión temporal no les afecta—. Si me permites, tengo trabajo qué hacer. Toma esto y vete, podrás correr en el aire con ellas —al decir esto un círculo mágico aparece debajo del hombre y después de mí iluminándome con su luz y generándome alas en los tobillos como las de Hermes, el dios griego mensajero—. Lárgate si no quieres morir —al decir esto el peliverde salta una vez más para atacar. Veo cómo danza en un horrido acto homicida, agredido por los seres divinos.
Yo no quiero irme, por el contrario, deseo ayudarlo, y eso hago al lanzarme en contra de los ángeles, acción que sorprende al peliverde, quien sólo sonríe. En ese instante mi vestuario y el de Xeneilky cambian, todo alrededor es bañado con fuego púrpura sin que yo lo quisiera, para así traerme viejos recuerdos de mi juventud.
…
Estaba en el baile de graduación de la secundaria, sentada. Creí que esa noche sería muy aburrida, pero entonces apareció el chico que me ayudó con el problema del volcán y me ofreció su mano.
—¡¿BAILAS?! —Dijo aquel chico de manera burlona. Yo sólo apreté los labios con una mueca de disgusto viéndolo molesta—. Bueno, ya en serio. Si no sabes te puedo guiar —replicó el joven amablemente. Al escuchar esto sonreí levemente, tomé su mano y puse los ojos en blanco de manera alegre al saber que estaba ahí para mí.
—¿Qué tu graduación no fue ayer? ¿Qué haces aquí? —Le pregunté al joven suavemente al momento que pasábamos a la pista y nos tomábamos de la mano. Bailamos lento, ya que la música era de un vals muy tranquilo.
Editado: 03.07.2021