El Reino del Fuego

Último Recuerdo: Fe

La persona frente al altar voltea a ver quién ha llegado a la iglesia. Al verme esta persona se impresiona. Éste es un chico bestia gato delgado y de estatura media baja. Es de tez morena aperlada con ojo cafés pequeños, pelo castaño oscuro y sus orejas están un poco caídas, éstas son de color rojo casi marrón.

—¿Quién eres, mujer? —Pregunta el chico gato interrumpiéndome antes de decir algo— ¡Espera! No me digas nada. Tú debes ser la chica de la leyenda, ¿verdad? —Continúa el gato respondiéndose a sí mismo. «Vaya, hasta ahora es el único que supo reconocerme de buenas a primeras».

—Así parece. ¿Cuál es tu nombre? —Pregunto con una ligera sonrisa caminando hacia él.

—Soy Nono, uno de los miembros de la alta familia Kira del reino de Beskonechnaya Pustynya. Nuestra dinastía ha vivido en Catopolis los últimos años, pero nació en el frío y eterno invierno de lo que antes se le conocía como la Antártida —responde Nono con mucha alegría. «¿Qué estará haciendo aquí y dónde estará Iris?»

Tal vez Nicolás me mintió. No, eso es imposible. La iglesia donde estoy es nada más ni nada menos que la misma a la cual mi querida amiga me trajo, no ha cambiado en nada. No me explico cómo sobrevivió a los juicios, pero estoy segura que ésta es.

—Esto no puede ser —me digo a mí misma confundida por toda la situación.

—Sé que es difícil de creer, pero yo soñé esta situación hace ya doce años atrás: tú y yo en la iglesia del génesis, conversando. Sé que fue una epifanía extraña este momento, pero te puedo asegurar que lo que viene es mejor, ¡je, je, je! Por cierto, soy el visionario de mi pueblo, veo el futuro en sueños —Confiesa Nono al escucharme confundida. Él prosigue al notarme extrañada—. Honestamente no he venido a «eso» que ocurrirá a este lugar. Vine a hablarle a Iris sobre el último sueño que tuve —explica Nono con algo de nostalgia en su mirada viendo la increíble estatua del techo.

—Espera, Nono. ¿Sabes dónde está Iris? ¿Hablaste ya con ella? —Nono se detiene al escucharme, queda cerca.

—Hace un momento hablé con ella, te diré dónde está, si gustas—me dice Nono muy feliz de poder ayudarme. Siento mucho alivio al saber que ella está bien, así que accedo—. Debe estar en el cementerio, dijo que iba para allá. Éste se encuentra pasando la puerta a la derecha del altar. ¡Vamos! —Indica Nono con emoción, y justo cuando vamos hacia allá, en el altar encontramos a Iris, hincada y rezando—. Iris, ¿qué te ha pasado? —Pregunta Nono al ver que me detengo al momento de verla allí, puesto cuando entré no había nadie en ese lugar.

La figura que está frente al altar se coloca de pie y voltea. Sus ojos brillan en un color azul muy hermoso, pero al mismo tiempo es frío y arrebatador.

—Maldición, llegué tarde —me digo a mí misma con gran tristeza y coraje por dentro. Una vez más el piromante encapuchado se me ha adelantado por muy poco tiempo, le estoy pisando los talones, pero no más. El clon de fuego azul usa la técnica de Iris para convertir hojas llenas de escritos y rezos en cuatro largas agujas, las cuales coloca en su mano. La monja puede lanzarlas a una velocidad increíble con una precisión demoniaca, por más irónico que suene.

Una vez estando preparada para atacar, el clon empieza a caminar hacia mí.

—¡Nono, apártate! Yo me enfrentaré a ella —le ordeno al chico gato, quien asiente con la cabeza sin oponerse y se coloca detrás de una de las grandes columnas de la iglesia, mientras tanto desenvaino mi espada y me dirijo hacia el clon.

Una vez frente a frente, y a una favorable distancia, estamos listas para iniciar el combate.

Hace mucho nos encontrábamos en la iglesia del Génesis. En ese tiempo, el templo sólo era habitado por una monja que hacía exorcismos y daba consultas de todo tipo a las personas que lo desearan, como: confesiones, bautizos, bodas, comuniones, etc. Se trataba de Iris, y ella no cobraba por sus servicios, pues obviamente esto iba en contra de la religión, ya que es mandatario que un sacerdote hombre «entrenado» hiciera estas cosas. Mi amiga pregonaba que a «Dios» eso no le importaba, que mientras el ritual fuera efectuado con amor y convicción, para el «Señor» debía de ser suficiente.

Muchos estaban en desacuerdo con esto, pero Iris los ignoraba, satisfecha del amor y felicidad que les brindaba a las personas con bajos recursos, necesitadas o incluso excomulgadas de la iglesia popular, mismas que depositaban su confianza en ella.

En ese día, estábamos en el altar de la iglesia platicando. Nos encontrábamos ahí: Ken, Kantry, Joseph, Annastasia, Iris y yo. Comíamos unos refrigerios que Iris y Kantry habían preparado en la cocina de la iglesia, mientras que Ken y Joseph limpiaban el lugar; por otro lado, Annastasia revisaba el correo de la monja, a la par que yo organizaba sus cosas, justo después de haber lavado parte de sus prendas y cobertores.

Recuerdo haber invitado a Xeneilky, pero no pudo asistir en la tarde; por otro lado, se presentó mucho más temprano que nosotros, ayudó a Iris a cortar el pasto y a recoger mucha basura. Cuando llegamos, él ya se había ido.

—Aún no puedo creer que te hayas acabado el Banjo-Kazooie en sólo ocho horas, ¡tendré que ver esa partida, maldito! —Dijo Kantry a Joseph quien había asegurado que era experto en ese antiguo video juego.

—Cuando quieras puedes pasar a mi casa a ser humillada —respondió Joseph con bastante presunción y confianza, al mismo tiempo que Kantry le lanzaba una bola de papel.

—¡Oigan, no tiren basura, acabamos de limpiar! Tengan algo de consideración —los regañó Ken con una voz seria.

—¡Vamos, no seas tan rudo! Sólo están jugando —le dijo Iris a Ken muy alegre.

Las cosas no podían simplemente ir mejor, todo estaba en gran paz y armonía.

Annastasia y yo veíamos todo lo que pasaba y platicábamos entre nosotras, a la par que bebíamos jugo de uva y comíamos de nuestras enormes tortas de jamón.



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En el texto hay: fantasia, aventura, magia

Editado: 03.07.2021

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