El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

C A P I T U L O 2: INVOCACIÓN

En cuanto la criatura se abalanzó sobre Lomin, esta flexionó sus rodillas y la criatura cayó con fuerza hacia la acera para posteriormente correr para el lado contrario.

La salida solo se encontraba a unos metros de Lomin por lo que le dio una rápida mirada a la criatura que había retomado la postura y estaba lista para volver a atacar.

Con la daga aun entre sus manos, se preparó nuevamente para escapar hacia la salida. Corrió hacia ella, pero la criatura era más veloz y se había adelantado, la salida ya no era una opción para escapar.

Llevó una de sus manos a su cuello y como lo había previsto, había perdido el collar que llevaba consigo desde su nacimiento, un gorgoneion. Dio una rápida a su alrededor en busca de la gargantilla, la cual encontró, solo a unos pocos metros de donde se encontraba, corrió hacia ella a toda prisa mientras oía el constate siseo de la criatura, había logrado recuperar el collar. Lomin divisó una abertura a un lado entre los derribos y con la mirada de la Aspidora fija en ella, emprendió carrera nuevamente hacia la abertura y se adentró en ella. Dio un golpe a una roca que se encontraba por encima de la abertura y esta cayó acompañada de más trozos de ruinas, sobre la misma, cerrándole el paso a la criatura quién del otro lado intentaba deshacerse de las rocas, pero era inútil, eran más pesadas de lo que la criatura podía soportar.

Se adentró aún más siguiendo el rastro de la abertura y llegó hasta un lugar oculto entre las ruinas. Lomin analizó la estructura que la rodeaba, era similar al lugar en donde había estado anteriormente.

Enlazó la gargantilla nuevamente alrededor de su cuello y se detuvo a descansar momentáneamente hasta encontrar una salida que la llevaría de regreso al interior. Caminó hasta allí y al salir la abrumación comenzó a atormentarla nuevamente.

Su padre estaba destino a sucumbir en cuestión de tiempo y no había nada que Lomin podía hacer al respecto. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro y cayó de rodillas hacia la acera, juntó sus manos para posteriormente rogar con todas sus fuerzas a los dioses que pudieran salvar a su padre.

—Invoco a Dionisio, dios del vino y de la vida e hijo del gran Zeus, para que escuche mi desesperada petición— Lomin cerró sus ojos y volvió a repetir la frase— Invoco a Dionisio, dios del vino y de la vida e hijo del gran Zeus, para que escuche mi desesperada petición— la respiración de Lomin comenzó a acelerarse— Por favor, escucha mi plegaria— volvió a repetir la frase con más devoción— Invoco a Dionisio, dios del vino y de la vida e hijo del gran Zeus, para que escuche mi desesperada petición.

Una voz profunda y viril resonó en los pensamientos de Lomin quien mantuvo sus ojos. Se visualizó a sí misma en un escenario exactamente uniforme al Olimpo de los dioses en su mente y el dueño de aquella voz apareció frente a ella, el dios Dionisio. Aquella deidad se mostró frente a Lomin, vestido con una túnica blanca con el largo hasta sus rodillas, en la parte superior aquella tela rodeaba solo uno de sus hombros, dejando el otro al descubierto. En su cabeza llevaba una corona de hojas verdosas acompañada de un haz de resplandecientes uvas en color malva y para finalizar su aspecto, en sus pies llevaba coturnos que espigaban su complexión.

—¿Qué necesita una simple mortal del dios del Vino y la Vida?— indagó el dios con una intimidante presencia.

Lomin se arrodilló ante él e inclinó su mirada.

—Dios Dionisio, por favor, escuche mi desesperada petición— pidió en un ruego.

La deidad avanzó unos pasos hacia Lomin.

—Escucharé tu petición, pero a cambio deberá plantar en tierra firme una viña como ofrenda— solicitó.

—Sin dudas produciré la viña más extensa que habrá en todo el Reino— aseguró.

—Procede con tu petición— pidió.

Lomin continuó con la mirada inclinada.

—Mi padre, el señor Adio Galanis fue diagnosticado con una enfermedad terminal— los ojos de Lomin se cristalizaron, pero hizo su mayor esfuerzo para contener las lágrimas— Toda la aldea estaba expectante con el traspaso de la corona, pues era mi padre el próximo elegido a llevar a cabo la gestión del Reino Kimin y así poder salvar a la aldea de todas las miserias que los concierna, pero una terrible enfermedad sé obstaculizó entre ello. Le ruego con todas mis fuerzas que me ayude a salvarlo.

La deidad se giró quedando de espaldas a Lomin.

—Ya veo— comenzó a decir— Sin embargo lamento informarte que no podré serte de ayuda.

Lomin elevó la mirada y las lágrimas comenzaron a deslizarse inevitablemente por sus mejillas.

—¡Pero eres el dios de la vida!— replicó abrumada.

—No puedo serte de ayuda, pero conozco a alguien que puede serlo— la deidad se giró hacia Lomin— Busca a la diosa Artemisa, estoy seguro de que ella podrá ayudarte, pero para hallarla deberás dirigirte al centro del bosque de Hogye y encontrar el árbol que contiene tallado el arco de la diosa de la naturaleza para posteriormente invocarla apoyando una de tus manos sobre él.

Lomin retomó la postura y secó sus mejillas.

—Estaré eternamente agradecida, gran Dionisio— realizó una reverencia para posteriormente girarse y regresar hacia la tierra.

Antes de retirarse por completo de la invención, fue llamada por Dionisio.

—Algo debes saber antes de emprender tu viaje a Hogye y es que allí habita una peligrosa criatura llamada Aracne, un inmenso arácnido con cabeza de mujer que conlleva consigo el más letal de los venenos, pero no está sola, sus ilimitados vástagos intentarán acabar contigo antes de llegar a Aracne.

Lomin efectúo otra reverencia hacia el dios.

—Ha sido usted muy generoso, dios Dionisio. Regresaré del bosque y prometo sembrar un colosal viñedo en su honor.

Lomin abrió sus ojos lentamente y pensó en las palabras del Dios.

Sin perder tiempo regresó hacia la Aldea, sabía que la daga no iba a ser suficiente para derrotar a la criatura oriunda del bosque.




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