El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

C A P I T U L O 7: HADES

Lomin observó con gran estupor a la gran figura frente a ella, quien se abalanzó hacia ella con gran furia. Posicionó la faca forjada por las ninfas frente a ella a la espera de la silueta que se detuvo abruptamente frente a ella.

Al observarla más de cerca, notó a un ser escalofriante, lo más parecido a un ente, con una mirada inquietante y unos grandes ojos como dos cuencos vacíos, dos oscuros y sombríos cuencos que derrochaban gran aversión. De su amplia boca goteaba un espeso líquido rojo y el resto de su gran masa corporal era cubierta por una capa azabache y andrajosa.

La figura fijó sus dos inquietantes ojos frente a los suyos y el cuerpo de Lomin comenzó a temblar lentamente.

—¡¿Qué has hecho?!— indagó el ente mientras aquel líquido rojo se deslizaba por su boca— ¿Quién eres tú para atreverte siquiera a desafiar al Dios del Infierno?

Su respiración comenzó a acelerarse al oír su voz y observar aquellos filosos y puntiagudos colmillos. Una voz profunda y temible.

Las palabras no podían salir de la boca de Lomin, se había quedado completamente petrificada.

La figura se alejó unos pasos, redujo su tamaño hasta igualar el de Lomin y esta comenzó a personificarse. De pronto, la gran oscura masa corporal comenzó a reemplazarse por brazos, piernas y un torso. Sus ojos ya no eran cuencos vacíos, habían sido sustituidos por dos pupilas en color topacio y los colmillos de su boca habían sido suplidos por una perfecta dentadura.

Con una de sus manos limpia el líquido rojo que aún se hacía notar en su boca y caminó hacia Lomin mientras que su cuello hacía unos extraños y escalofriantes movimientos.

—Qué joven más imprudente— la voz ya no sonaba temible, sin embargo, continuaba siendo inquietante.

Lomin quien continuaba con la faca frente a ella, la presionó con más fuerza.

—¡Nadie sale con vida de los Infiernos y no serás la excepción!

—¡No te acerques más! ¡No temo a la muerte!— advirtió.

La figura formó una sonrisa divertida.

—¿Crees que una simple mortal podrá derrotar al Dios del Infierno con un simple y débil puñal?— con una de sus manos rozó la daga que Lomin había posicionado en dirección hacia él— Verás, a quien has asesinado sin piedad, era mi hijo— informó en referencia a la gigante criatura de tres cabezas.

El rostro de Lomin se ensombreció.

—¡Iba a asesinarme!— se defendió.

—¡Claro que iba a hacerlo, has irrumpido en el Inframundo y los mortales tienen el paso prohibido!

—Debo hacerlo y no podrás impedirlo, lucharé hasta mi último respiro— se limitó a responder.

Avanza unos pasos más hacia Lomin.

—Los Dioses no pueden asesinar humanos porque así lo ha decretado Zeus, de lo contrario no estaríamos compartiendo el mismo aire; sin embargo, no podrás cruzar esa puerta con facilidad— Hades vacila, pero algo le resulta curioso en Lomin— Regresa a la Tierra y supera los obstáculos que interpondré en tu camino. Una vez que los hayas superado, significa que eres digna de mi reconocimiento, es entonces cuando te perdonaré por haber asesinado a mi hijo y seré yo mismo quien te sede el paso hacia el Tártaro.

Lomin aclaró su garganta.

—¿Cómo sé que se trata de un engaño?

Hades observa a Lomin con detenimiento, había logrado llamar su atención y tras una larga reflexión prosigue.

—Los Dioses no mienten, es tan sencillo como eso.

—Sin embargo, hará lo posible para asesinarme a manos de otros— dedujo.

—Los mortales tienen el paso prohibido— le recordó— Sin embargo, debo reconocer que si has logrado conseguir un arma forjada por las ninfas, quiere decir que has derrotado a la criatura impuesta por Artemisa y teniendo en cuenta la notable ventaja que tenían las criaturas al enfrentarse a una mortal, es digno de mi reconocimiento, aunque me resulta extrañamente curioso que una mortal haya podido ser capaz de acabar con todas ellos— Hades tomó entre sus manos el amuleto de Gorgoneion—Sin embargo, no es suficiente— sonríe momentáneamente y acomoda el amuleto de regreso— Supera las pruebas que te impondré en la Tierra y solo si logras superarlas, te cederé el paso al Tártaro.

—¿Qué clase de pruebas?— interrogó Lomin con recelo.

—Pruebas que saciaran mi curiosidad y que pueden resultar reveladoras para ti o tal vez no.

—¡Habla con claridad!— pidió con firmeza.

—La tenebrosa Isla Gorgona, ve allí y tráeme un Gorgoneion— pidió.

Lomin elevó una de sus cejas ante la sorpresa.

—¿La Isla custodiada por el gran Basilisco ctónico?

Hades asintió.

—Esa misma. 

—Tienes que estar bromeando. ¡Nadie ha salido con vida de la Isla!

—Y tampoco de aquí; sin embargo, estamos manteniendo una conversación y eso dice mucho.

—Como si tuviera comparación con una bestia de tres cabezas.

Hades se abalanzó con el rostro ensombrecido hasta Lomin.

—No provoques mi ira, no podrás derrotarme ni aunque mi incertidumbre sea correcta.

Pero esta vez, Lomin no se inmutó ante su presencia.

—Hay limitados tópicos a los que le temo en la vida y no eres una de ellas— respondió con firmeza.

Hades extendió la comisura de sus labios en una tétrica sonrisa.

— Es por ello que aún te encuentras de pie frente a mí y estoy dándote la oportunidad de conseguir lo que estás buscando.

—¿A qué incertidumbre te refieres?

Hades se alejó de Lomin con una cómplice mirada.

—Te lo diré si lo consigues, aunque con suerte, derrotas al basilisco y lo descubres por ti misma.

Lomin resguarda la espada y su postura se relaja momentáneamente.

—Bien, ¿qué hay después de conseguir el Gorgoneion?

—Lo traerás y hablaremos de la próxima prueba.

—¿Cuántas pruebas debo superar?

—Las que considere necesarias.

Esta vez, fue el rostro de Lomin el que se ensombreció.

—Creo haber pedido que hablaras con claridad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.