El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

C A P I TU L O 16: GIGANTE

Una oscura cueva comenzó a visualizarse a la distancia y de pronto, Lomin comenzó a sentirse inquieta, sin embargo continuó con su camino hasta llegar a la entrada de la inquieta cueva en donde se detuvo a observarla con detenimiento antes de ingresar en ella.

Llevó la mirada hacia el gorgoneion y las palabras de las hermanas gorgonas merodearon en sus pensamientos.

—Medusa no dio a luz a dos vástagos, fueron tres.

—El caballo alado, Pegaso, el guerrero de la espada de oro, Chrysaor y una única mortal en la familia ctónica, Lomin.

Regresó la mirada hacia el interior de la cueva y su respiración comenzó a agitarse, no podía ser hija del dios que tanto despreciaba, pero lo que más temía, era que no fuera hija de Adio y Dánae, las únicas personas que reconocía como sus padres y lo cual seguiría haciendo independientemente de lo que las grayas pudieran decirle, sin embargo, deseaba descubrir la verdad detrás de las palabras de gorgonas.

Una voz masculina se oyó a espaldas de Lomin al avanzar un paso hacia la cueva.

—Si estás buscando a las grayas, no vas a poder hablar con ellas— advirtió la voz.

Lomin se giró rápidamente hacia la voz, desenfundando la espada para extenderla hacia el joven parado frente a ella.

—¡¿Quién eres y porque estás siguiéndome?!— interrogó Lomin con la punta de la espada rozando la barbilla del joven.

El joven elevó ambas manos en señal de armonía. Un aldeano de edad similar a la de Lomin con prendas desgastadas, cabello en color castaño claro y ojos en color marrón oscuro, de casi un metro ochenta, que sostenía una pesada espada de metal, se encontraba parada frente a ella.

—Soy un guerrero de la ciudad de Nakhon, la he visto protegiendo a uno de nuestros aldeanos de los Eurynomos.

Lomin lo observó con desconfianza.

—Si eres un guerrero de Nakhon, ¿por qué no estabas protegiéndolos en mi lugar?

Con firmeza, el joven apartó la espada de su rostro.

—Acababa de regresar a la aldea, había sido enviado al bosque Namgu para recolectar algunas hierbas solicitadas por el galeno de la ciudad.

—¿Por qué estás siguiéndome?

—Te oí hablando con los aldeanos, quería comprobar por mí mismo que cumplirás con tu palabra.

El rostro de Lomin se ensombreció.

—Lo haré, ahora regresa a la ciudad, no tengo tiempo para perder.

Lomin se giró hacia la cueva, pero el joven bloqueó su camino, interponiéndose en la entrada de la misma.

—Déjeme acompañarla en su odisea, prometo facilitarle su travesía.

—No necesito la compañía de nadie, protege a la aldea en mi ausencia— ordenó.

—Soy de los mejores guerreros del reino, puedo serle de gran ayuda.

Lomin soltó un suspiro de molestia, el aldeano estaba agotando su paciencia.

—Regresa a la ciudad y no me hagas perder más tiempo— exigió con una notoria expresión de enfado.

—¿Y si no regresa?, ¿qué hay entonces de los aldeanos?, ¿cómo cumplirá con las promesas que por primera vez le dieron un rayo de esperanza luego de años de vivir entre la miseria?

Lomin avanzó un paso hacia el joven.

—¿Crees que eres el único que quiere cambiar el reino?, ¿crees que estoy arriesgando mi vida en esta odisea porque no tengo nada que perder?, porque es todo lo contrario, todo un reino está esperando mi regreso, entre ellos, una persona a quien debo salvar para lograr ese cambio y créeme que no tengo planeado morir en el camino.

El joven inclinó la mirada.

—Aun asi, permítame acompañarla— pidió una vez más.

Lomin elevó la barbilla del joven y sus ojos se encontraron.

—Nada de lo que escuches durante el viaje puede salir de tu boca, en caso contrario, no dudaré en asesinarte, ¿entendido?

El joven asintió repetidamente y Lomin lo apartó de la entrada.

—¿Cuál es tu nombre?— interrogó Lomin mientras se preparaba para ingresar a la cueva.

—Bin Espax— respondió rápidamente.

—Bien, joven Bin, en cuanto te vuelvas una molestia, regresaras a la ciudad sin quejas.

El joven acomodó su postura y aclaró su garganta.

—¿Por qué deseas hablar con las grayas?

—No hagas preguntas.

Lomin se adentró en la cueva y avanzó hasta el final de ella, en donde una extensa caverna adornada con antorchas como única iluminación y un lago le dieron la bienvenida.

Observó detenidamente su alrededor en busca de las grayas.

—Las brujas se encuentran en un eterno sueño— informó el joven.

—¿A qué te refieres?

—Perseo vino en su ayuda cuando debía matar a Medusa, tuvo que convencerlas para que le indicaran el camino que lo llevaría al templo. Tomó el único ojo que compartían entre si y les exigió que lo guiaran, una vez que lo consiguió, arrojó el ojo al lago Tritonis y desde entonces se encuentran sumisas en un eterno sueño.

Lomin llevó la mirada hacia el lago.

—¿Qué ocurre si lo encuentro?

—Supongo que podrá despertarlas, sin embargo no es tan sencillo como cree— respondió con la voz temblorosa.

Lomin se giró hacia el joven.

—¡Habla con claridad!— exigió.

Y un sonido proveniente de los alrededores de la cueva comenzó a resonar y trozos de tierra comenzaron a caer por doquier.

—¿Qué es eso?— interrogó Lomin al tiempo que desenfundaba su espada en búsqueda del origen del sonido.

El joven señaló hacia uno de los muros de la cueva y variados ojos comenzaron a visualizarse en el.

Un gigante de aproximadamente cien ojos, con uno destacándose de entre los demás, se desprendió de los cimientos de la cueva y ambos llevaron la mirada hacia él.

—Tal vez olvidé mencionárselo— comentó el joven Bin.

Lomin tomó un suspiro y esperó al acercamiento del gigante.

—No podrás vencerlo solo con esa espada.

Se deshizo del escudo brindado por Mazin y lo extendió hacia Bin, quien lo tomó rápidamente para avanzar hacia el gigante, quien esbozó un audible gruñido al notar la cercanía del joven.




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