El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

C A P Í T U L O 18: SENDERO

Tanto Lomin como el joven Bin estaban listos para un nuevo enfrentamiento, la energía había regresado a sus cuerpos.

Con las armas listas, se abrieron paso entre las montañas hasta llegar al cerro nevado desde cuál pudieron observar el sendero a la distancia.

—¿Crees que esta vez puedas ser de ayuda, uno de los mejores guerreros del reino?— interrogó con regocijo repitiendo las palabras que habían salido de los labios del joven.

El joven se apenó ante las palabras sin embargo, una sonrisa se escapó de sus labios.

—Prometo serlo, debo honrar a mi maestro de quien he aprendido a ser un gran guerrero.

Lomin asintió y su corto trayecto hacia el sendero comenzó. Con gran precaución, cruzaron el cerro nevado y es que la nieve entorpecía su camino.

En un único descuidado movimiento, una de las piernas del joven se escurrió entre la nieve y en un intento de Lomin por querer sostenerlo, ambos cayeron de espaldas en la albina helada. 

—Ese no es el concepto de ayuda que deseaba ofrecerle— comentó Bin mientras acompañaba sus palabras con una carcajada.

Una risa se escapó de los labios de Lomin quien, lejos de molestarse, elevó la mirada hacia el radiante sol, quien a pesar de la helada invadiendo su cuerpo, sintió su envolvente calidez.

El joven retomó su postura para seguidamente extender su mano hacia Lomin quien la tomó para erguirse y continuar su camino hacia el sendero, no sin antes cruzar la mirada con el joven y soltar una divertida risa.

Una vez atravesado el cerro, el sendero se encontraba frente a sus ojos y junto con ellos, los gigantes de metal que custodiaban el cáliz de la flor.

—El sendero cuenta con un total de diez titanes, yo me encargaré de cinco de ellos, mientas que tú puedes encargarte del resto.

El joven Bin asintió ante las palabras de Lomin y finalmente, sus pies tocaron el inicio del sendero. Atentos ante cualquier movimiento de los Titanes, avanzaron entre ellos hasta llegar a su final, en donde el cofre con el cáliz emitía una fúlgida luz.

—Mátente alerta, tomaré el cáliz— informó Lomin para seguidamente avanzar hacia el cáliz.

Llevó la mirada hacia los Titanes una última vez antes de tomar el cáliz entre sus manos y la volvió de regreso hacia el cofre.

Con cautela elevó la tapa del cofre y observó el cáliz que reemplazaría la flor, estaba cada vez más cerca de salvar a su padre, si es que era verídica su enfermedad.

Tomó el cofre entre sus manos y rápidamente se giró hacia los Titanes, sin embargo, aún predominaba la calma.

De pronto, un temblor comenzó resonar a su alrededor y el lago que rodeaba el sendero comenzó a inquietarse.

Cinco de los Titanes, que se encontraban adheridos a unas extensas columnas de piedra, se desprendieron de ellas, mientras trozos de piedras caían en el lago y los alrededores, avanzaron con grandes pasos hacia Bin y Lomin.

—Me encargaré de ellos— informó Bin— Encárguese del resto.

Lomin asintió ante sus palabras para seguidamente escurrirse entre los gigantes de metal e intentar llegar hacia el inicio del sendero, sin embargo, los cinco titanes restantes imitaron su acción y se desprendieron de las columnas. Con estruendosos pasos avanzaron hacia Lomin quien lanzó el cáliz hacia el lago para tomar de su dorso, el escudo.

Lomin posó el escudo frente a ella en señal de defensa, mientras que los gigantes se acercaban hacia ella, desenfundó la espada y esperó su llegada.

Nuevamente, se escurrió entre los Titanes y alcanzó a clavar la espada en la parte inferior de los soldados, pero como era de esperarse, no había logrado causar ningún tipo de daño y en consecuencia fue lanzada hacia el lago por uno de los gigantes.

—Utiliza el agua a tu favor— oyó a una profunda voz varonil susurrando desde las profundidades del lago.

Con rapidez, nadó hasta la superficie y su rostro se ensombreció por completo.

—Jamás recurriré a un elemento que hayan tocado aquellas desagradables manos— respondió con firmeza. 

Y volvió de regreso hacia el sendero mientras el agua se deslizaba por su cuerpo.

—¡Señorita Galanis!— oyó a la distancia el llamado del joven Bin.

Llevó rápidamente la mirada hacia Espax quien le advertía de un pronto acorralamiento por parte de los Titanes.

Cinco de ellos elevaron sus colosales espadas en dirección a Lomin por lo que nuevamente posó el escudo frente a ella a la espera del impacto de las espadas. Una vez que pudo lograr evitar el ataque, uso el escudo para abrirse paso entre los gigantes.

Por su parte, el joven Bin, no hacía más que evitar el ataque de los titanes mientras buscaba una manera de vencerlos.

Un patrón de movimiento había descubierto y es que los soldados atacaban una vez que las víctimas quedaban inmóvil. Dio una mirada hacia Lomin quien por más que intentara herirlos, era en vano.

Un designio vino a su mente, si lograba juntar a los Titanes y que atacaran al mismo tiempo, conseguiría que entre ellos mismo se derrotaran.

Bin espero a una nueva embestida por parte de los soldados para seguidamente escabullirse en medio de ellos y alcanzar a Lomin.

—Se me ocurrió una forma de acabar con ellos— espetó el joven al estar lo suficientemente cerca de Lomin.

—Soy todo oídos— respondió mientras el pisar de los titanes provocaba una vibración en el sendero.

Bin llevó la mirada hacia el resto de los Titanes que avanzaban a pasos agigantados hacia ellos.

—Debemos provocar una colisión entre ellos, es la única forma de vencerlos.

Lomin asintió rápidamente.

—Los guiará hasta el inicio del sendero, mientras que yo los guiaré hacia el final y una vez logramos, los guiaremos hacia el centro en donde intentaremos que colisionen entre ellos.

Ambos cruzaron la mirada y una vez listos, pusieron en marcha el plan.

Bin corrió hacia los gigantes para luego deslizarse a través de ellos y guiarlos hacia el lado contrario, mientras que Lomin solo debía continuar con su camino hacia el inicio del sendero.




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