El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

CAPÍTULO 23: REFUGIO

Adio, quien siquiera era capaz de soltar palabra alguna, debido a su extrema debilidad, fue cubierto con una capa roja que había sido traída por el maestro Mazin.

—Juro que te pondrás bien, padre— esbozó Lomin con completa convicción.

Volvieron sobre sus pasos, pero antes de huir de las mazmorras, Lomin se giró hacia los prisioneros.

—Volveremos por ustedes, lo prometo, nos vamos a dejarlos olvidados aquí.

Tanto el joven Bin como el maestro Mazin formaron una sonrisa ante sus palabras, se encontraban del lado correcto.

—Vámonos— ordenó Lomin.

Avanzaron en medio del caos del palacio mientras los guardias intentaban controlar a los Eurynomos, sin embargo, era en vano, una masacre estaba desatándose frente a sus ojos.

Lomin se detuvo en medio del caos para dejar a Adio en manos de Bin y Mazin.

—No puedo permitir que personas inocentes sufran las consecuencias de nuestros actos, los pondré a salvo y los alcanzaré. Llévalo a la ciudad de Nakhon, estoy segura de que van a ayudarnos.

—No te dejaré sola— respondió Mazin negado ante su petición.

—No lo estará, me quedaré junto a ella y regresaremos a salvo, lo prometo— respondió Bin quien ya había tomado su espada, listo para enfrentarse a las criaturas.

Lomin asintió ante las palabras de joven y apoyó una de sus manos sobre el hombro del maestro Mazin.

—Solo a usted puedo confiarle a mi padre, maestro. Estaremos bien y nos encontraremos en Nakhon.

—Hay que hallar al doctor Leif— le recordó— Sé que no es el momento, pero el Rey Lutus ha fallecido y estoy seguro de que no fue debido a causas naturales. En estos momentos, el desfile de despedida debe de estar dando la vuelta del regreso al palacio, no he visto al doctor en las tropas del desfile y si estoy en lo correcto, debe de encontrarse en alguna parte del palacio.

Y aunque la sorpresa debía de invadir el rostro de Lomin, su expresión era completamente contraria.

—Se ha tardado más de lo que imaginaba.

—¿Crees que haya sido obra del príncipe?— replicó Mazin con asombro.

—Hay cosas que debo contarle maestro, pero ahora nuestra prioridad es salvar a estas personas y mi padre.

Mazin asintió a pesar de que le generaba un gran interés lo que Lomin tenía para contarle, sin embargo, se apresuró a huir del palacio por la parte trasera por la que se había infiltrado.

Espax y Lomin se observaron entre si para seguidamente confirmar con una mirada que estaban listos para el enfrentamiento.

—Iré a los alrededores del palacio, defiende esta parte— ordeno Lomin.

Rápidamente el joven asintió.

—¿Estarás bien?— interrogó Lomin con notoria preocupación.

—¿No ha oído al maestro?, soy su mejor discípulo, incluso habiéndola tenido a usted de alumna. Le demostraré que soy digno de esas palabras, morir jamás fue una opción en esta osadía— respondió con firmeza.

Lomin no emitió respuesta alguna, pero de alguna forma las palabras del joven la habían aliviado, sobre todo porque el maestro nunca se equivocaba.

—No encontraremos en el bosquejo.

Esta vez fue el joven quien asintió para seguidamente ver como Lomin desaparecía en las lejanías del palacio.

Un grito desgarrador oyó Bin desde el segundo piso, por lo que rápidamente subió las escaleras que lo llevarían a el y es cuando observó a una de las subalternas del palacio intentando refugiarse de las criaturas que estaban pronto a devorarla.

El joven corría con una ventaja, los Eurynomos solían ser traslúcidos, sin embargo, en determinados periodos de tiempo, se materializaban, es entonces cuando debía dar el ataque.

Bin se deshizo de la capa para extenderla hacia la subalterna.

—Cúbrase con la capa y no se mueva— ordenó.

Rápidamente, el Eurynomo desvió la atención hacia el joven para seguidamente lanzarle un irritable quejido, debía correr a gran velocidad si no quería ser despedazado por él. 

Se escurrió entre los pasillos del segundo piso hasta adentrarse en la habitación cercana, lucía como un gabinete. Mientras que el Eurynomo intentaba derribar la puerta de entrada, Bin rebuscó en los alrededores de la habitación hasta hallar las cortinillas rojas que cubrían los ventanales. 

Tenía claro que si despegaba las manos de la puerta, la criatura ingresaría en cuestión de segundos, por lo que debía ser lo más rápido posible. Se posicionó para correr hacia el ventanal y luego de un conteo de tres segundos, se aleja rápidamente de la puerta, deslizándose hasta el ventanal mientras oye el estruendo proveniente a sus espaldas que le alerta que la criatura había ingresado en la habitación para seguidamente extraer la cortinilla y rodearse con ella, justo antes de que el Eurynomo lograra atacarlo.

Con cautela fue deslizándose lentamente hacia el escritorio para refugiarse debajo de el. Se deshizo de la capa mientras acechaba los alrededor en búsqueda de la criatura, la cual merodeaba alrededor de la habitación y en cuanto se materializó, el joven se acercó hacia la criatura para posteriormente incrustar su espada en su cuerpo. Provocando un gemido de dolor sin embargo, no había logrado derrotarla, por lo que de inmediato sustrajo la espada y con gran fuerza mutiló la cabeza del Eurynomo, logrando su victoria. Tomó la cortinilla de regreso para seguidamente retirarse del gabinete.

A toda prisa fue en búsqueda de la subalterna, quien aún se encontraba resguardada bajo la capa.

—Me he deshecho de la criatura, pero aún hay más merodeando alrededor del palacio, refúgiese en un lugar seguro y no salga hasta que las nubes se hayan dispersado.

La mujer tomó la mano del joven.

—Me ha salvado la vida, joven, estoy en deuda con usted— agradeció la mujer.

—La deuda podrá pagarla manteniéndose a salvo, ahora encuentre un lugar seguro antes de que nos encontremos con más de ellos— pidió.




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