El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

CAPÍTULO 24: PROTECCIÓN

Nuevamente, Lomin se encontraba en el exterior, mientras que la ventisca arrasaba con todo a su paso y los Eurynomos se cobraban la vida de gran parte de los trabajadores del palacio.

—¡Ya es suficiente!— grita Lomin con gran fuerza a la espera de ser escuchada por el Dios de los infiernos.

Se apresura con gran velocidad hacia uno de los soldados que estaban pronto a ser atacados por una de las criaturas y lo arrastra hacia el interior de lo que parecía ser el almacén común del palacio. 

El soldado tenía una expresión de terror en su rostro y es que nadie en el palacio tenía idea de las criaturas que existían a las afueras del palacio.

—No salgas hasta que las nubes se dispersen, ¿entendido?

Las manos del soldado temblaban repetitivamente, sin embargo hizo un gran esfuerzo para poder señalar el exterior.

—Hay personas que necesitan ayuda.

—Me encargaré de ellas, solo debes esperar a que el caos pase, no podrás con ellas, hay que evitarlas.

—¿Qué son?— interrogó con las palabras entrecortadas.

—Criaturas del inframundo.

Lomin se acerca hacia el ventanal ubicado a un lado de la entrada y lleva la mirada hacia el exterior mientras se preguntaba si Espax se encontraba a salvo.

—Saldré a ayudar al resto de las personas. Si sigues mis órdenes estarás a salvo.

Sin lugar a la respuesta, Lomin evacua la zona del almacén para seguidamente avanzar en los alrededor en busca de personas que pudieran encontrarse en peligro.

A la distancia, entre medio de los largos pasillos exteriores, observa una masa negra de gran tamaño.

—¡Hades!— grita para seguidamente ir tras la figura que se desvanece en cuanto logra llegar hacia donde se encontraba segundos atrás.

Lleva la mirada hacia los lados en búsqueda del dios, pero parece no haber rastros de el en las cercanías, hasta que una ráfaga de viento rozando su cuello eriza su piel, por lo que se gira abruptamente, pero no lo logra hallarlo.

—¡Ayuda!— un desgarrador pedido de ayuda la distrae momentáneamente.

Se apresura a llegar hacia la voz, pero era tarde, la criatura sostenía entre sus manos a una mujer de mediana edad, debía de pensar lo antes posible y sin dudarlo, se deshace de la capa que la cubría para seguidamente llamar la atención de la criatura.

—¡Ven por mí!— pide en grito, lo cual logra captar la atención del Eurynomo.

La criatura desprende a la mujer de sus garras y esta cae hacia el pavimento mientras un agudo gruñido sale de la boca de la criatura.

—Toma la capa y busca refugio— pide a la mujer quien luchaba en contra de la agitación en su respiración— ¡Ahora!— ordena en cuanto observa a la criatura abalanzarse a toda velocidad hacia ella.

La mujer toma la capa y la coloca a su alrededor para seguidamente perderse entre los extensos pasillos.

Lomin corre lo más rápido posible en busca de un refugio, pero es tarde, la criatura había logrado alcanzarla. Su espada cae a un lado en cuanto la criatura la derriba hacia el pavimento, sin embargo, no era la única arma con la que contaba, pero no había nada que pudiera hacer si la criatura no se materializaba.

Atrapada entre las garras de la criatura, sus movimientos se encontraban completamente limitados, solo podía esperar por lo peor.

Y cuando iba a ser despedazada por la criatura, la misma estalla en mil pedazos frente a ella, mientras que parte de ella se esparcen en las cercanías y otras partes caen sobre Lomin acompañado de un negro líquido, sangre de Eurynomo.

La masa negra se hallaba frente a ella.

De pronto, el cielo comienza a despejarse y la ventisca cesa, en cuestión de segundos, las grisáceas nubes se habían disipado por completo.

Lomin no hace más que observar a la figura frente a ella y es que deseaba tanto salvar a su padre, que no había pensado en la cantidad de vidas que se cobraría.

Hace un gran esfuerzo por recomponerse, sin embargo, sentía una gran presión sobre su pecho.

—No puedes salvar a todo el mundo— oye la profunda e indiferente voz del dios del Inframundo.

—No, pero al menos debo intentarlo.

Lomin le regala una última mirada, pero no era una mirada de molestia, era una mirada de desconsuelo.

Camina hacia su espada con pasos pausados mientras lleva la mirada a los alrededor, había cuerpos sin vida por doquier y de pronto, sus rodillas se debilitan, cayendo de rodillas hacia pavimento, mientras que las lágrimas se deslizan por su mejilla y presiona su pecho con una de sus manos.

Siente una calidez rodeándola y cuando levanta el rostro, el joven Bin la había rodeado con sus brazos en consuelo, por primera vez, sin ningún tipo de vergüenza, se desnuda frente a él, permitiéndose librar el dolor en cada lágrima que caía por su rostro.

—No puede caer ahora, hay un reino que la necesita— el joven toma el rostro de Lomin entre sus manos y con los pulgares seca sus lágrimas— Debemos irnos, el príncipe llegara pronto al palacio.

Bin ayuda a Lomin a recomponer su postura y ambos se alejan del palacio por el mismo lugar por el que ingresaron.

En completo silencio, emprendieron viaje hacia Nakhon, en donde se encontrarían con Mazin y Adio.

Una mujer pelinegra de mediana edad que sin embargo, lucia joven, se abalanza hacia el joven Bin, rodeándolo con sus brazos y este lo corresponde, rodeando a la mujer de igual manera.

—¿Cómo puedes haberte ido sin decir palabra alguna?, creía que algo te había ocurrido y no sabía qué hacer— se lamentaba la mujer.

Una segunda mujer de aspecto senil se acercó hacia ellos y un fuerte golpe deposita en uno de los hombros del joven.

—No vuelvas a hacer eso o siquiera se te ocurra aparecer por la aldea la próxima vez— regaña la mujer.

Esta vez, el joven rodea a la anciana entre sus brazos.

—Lo siento, abuela— se disculpa— No volveré a hacerlo.




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