El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

CAPÍTULO 25: CABO

Una vez que las noticias habían sido oídas por ambas partes, Lomin debía de continuar con su travesía en búsqueda de la flor.

—Necesitamos hallar con urgencia al doctor Leif.

—Lo más probable es que haya acompañado al príncipe en el despliegue, no va a arriesgarse a dejar cabos sueltos.

—De todas formas, mi prioridad en estos momentos es hallar la flor, no puedo esperar hasta hallar al doctor y ver que tiene para decirnos, porque ni siquiera estamos seguros si va a acceder a decir la verdad.

Lomin nuevamente tomo la mano de su padre.

—Prometo regresar lo más pronto posible y esta vez regresaré con la flor entre mis manos.

Lomin rodeó a su padre en un último abrazo, pero este no estaba dispuesto a dejarla ir.

—No quiero que te vayas, Lomin— pidió.

Lomin retomó su postura, debía mantenerse lo más fría posible.

—El maestro Mazin y el joven Bin se quedarán a tu lado, yo estaré bien, lo prometo.

Y sin dejar lugar a la respuesta, Lomin se retiró de la tienda. Se vistió nuevamente con el armamento necesario para regresar a la búsqueda y antes de alejarse de la ciudad se acercó hacia el joven Bin quien se encontraba listo para ir a su lado.

—Quédate a cuidar de mi padre y los ciudadanos— ordenó— No podemos arriesgarnos a dejarlos sin protección, no luego de lo que sucedió en el palacio, no van a tardar en investigar, es por eso que debes quedarte a protegerlos, el maestro Mazin se quedara contigo.

Pero el joven no hizo más que negarse.

—He dicho que no iba a dejarla sola— le recuerda— No es algo que esté en discusión, la acompañaré.

Pero antes de que pudiera dar un paso, fue detenido por Lomin.

—Estoy confiándote lo más importante que tengo en la vida y además, tu familia necesita de ti, no sabemos que puede ocurrir en nuestra ausencia, es por eso que estaré al menos un poco más serena si sé que estás aquí para protegerlos. Regresaré lo más pronto posible, mientras tanto estarás a cargo de la protección de los ciudadanos.

Y sabía que no iba a poder convencerla, por lo que simplemente dejó que se marchara y es que Lomin estaba en lo cierto, no podían darse el lujo de dejar a los ciudadanos sin protección.

Con una última mirada hacia el paisaje tras ella, Lomin nuevamente emprendió viaje hacia su próximo objetivo, la Isla de Rodas.

—Rodo es la diosa marina, hija del Dios del Mar, Poseidón, quien habita en la Isla de Rodas— comentó una aireada voz familiar.

—No cualquiera puede hallar la isla, ya que para ello, debes conseguir que la diosa emerja junto a ella de las profundidades del archipiélago Dodocaneso— musitó una segunda voz.

Con el filo de la espada rozando el cuello de las tres hermanas, Lomin interpeló con dureza.

—¿Cómo puedo lograr que emerja?

Su ojo en común se centró en el filo de la espada, lo que provocó un notable pavor por parte de las hermanas.

—La brújula— respondieron al unísono en un susurro— Halla la brújula que te guiará hasta el archipiélago. 

—¡¿Dónde la encuentro?!

  —En el templo sumergido de Poseidón en el cabo Sounion.

El ojo se dirigió hacia Lomin mientras que esta continuaba sosteniendo su espada. 

Las hermanas acortaron su distancia con Lomin, evadiendo el filo de la espada y un olfateo hacia ella provocó la diversión de las brujas.

—Es ella— se susurraron entre sí.

—Fue quién derrotó al gigante del muro. 

La paciencia de Lomin se estaba agotando y aún le esperaba un largo camino por recorrer. 

—Si no desean adentrarse en un eterno sueño nuevamente, será mejor que respondan a mi pregunta— advirtió mientras presionó levemente la espada hacia el cuello de las hermanas.

Las brujas susurraron nuevamente para si mismas para posteriormente regresar la mirada hacia Lomin.

—Sabrás la respuesta en cuanto llegues, después de todo son familia— comentó una de ellas con cierta vacilación.

Con la paciencia al límite y la ira ante la provocación de las hermanas, Lomin agitó su espada por encima de la mano que sostenía el ojo.En cuanto este cayó al suelo, Lomin lo lanzó a la distancia mientras un gemido de dolor acompañaba el lamento de las hermanas.

Ante la distracción de las hermanas, Lomin se apresuró a salir al exterior de la cueva, una nueva búsqueda esperaba por ella.

—El cabo Sounion— repitió en voz alta. 

Observó su alrededor y se centró en una dirección, sabía muy bien hacia donde debía dirigirse. 

Con pasos apresurados y sin descanso, Lomin emprendió camino hacia el cabo Sounion mientras que los recuerdos de cuando solía pasar tiempo con su padre invadieron su mente.

Adio, el padre de Lomin se encontraba en la orilla del cabo admirando el paisaje frente a el mientras que una pequeña Lomin sonreía al ritmo del movimiento del agua que salpicaba unas pequeñas gotas hacia ella.

—¿Tanto te divierte su movimiento?— interrogó Adio al observar a la pequeña.

—Mira, papa, es como si hiciera que el agua se mueva.

Y la expresión de Adio se apagó lentamente, no la había llevado de paseo al cabo por casualidad, sabía lo que eso provocaría. 

Adio se acercó hacia Lomin y llevó la mirada hacia el agua que se movía a la par de la pequeña.

—¿Lo oíste?, dijeron mi nombre— esbozó la pequeña con emoción.

—¿Tu nombre?— interrogó con desconcierto.

—¡Sí, proviene del agua!

Lomin se acercó aún más hacia la orilla, pero fue detenida por Adio antes de que cayera a ella.

—¡Lomin!— regañó— ¡Caerás al agua si continúas acercándote!

La niña llevó la mirada hacia su padre, quien la observaba con inquietud.

—Pero dijo que no me haría daño.

—¿Quién te dijo eso?

—La diosa que vive bajo el agua.

Adio rápidamente se acercó hacia la orilla para seguidamente llevar su mirada hacia el agua en búsqueda del origen de la voz.




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