El Reino Kimin: La Odisea de Lomin

C A P I T U L O 33: CORFÚ

Melinoe observa la victoria de Lomin con asombro. La diosa, quien había tejido las pesadillas más oscuras en el laberinto, no esperaba que alguien pudiera atravesarlo sin ser dominado por el miedo y la desesperación.

Melinoe aparece ante Lomin con una sonrisa sutil en su rostro pálido y sus ojos profundos y enigmáticos. Su cabello bicolor ondea como sombras en el aire.

—Impresionante, intrépida Lomin —dice Melinoe con una voz que parece fluir desde las profundidades de la noche—. Ha superado el Laberinto de Pesadillas con valentía. Nadie ha logrado tal hazaña.

 Melinoe se silencia momentáneamente.

—Has dicho que deseabas obtener parte de mi poder, ¿Estoy en lo correcto?

Lomin asiente con firmeza mientras continuaba con la lucha de recuperarse de la experiencia en el laberinto.

—Necesito de tu poder para enfrentar al titán Cronos y obtener la flor de la inmortalidad. Mi reino y mi padre están en peligro, y solo con tu ayuda podrás tener la fuerza para protegerlos.

Melinoe asiente, reconociendo la determinación de Lomin.

—Tu búsqueda es ambiciosa, Lomin. El poder que buscas es oscuro y peligroso, pero veo en ti la fuerza para enfrentarlo. Te concederé parte de mi poder, pero ten en cuenta que con ello también llegan las sombras y los sueños oscuros. Utilízalo con sabiduría y cuidado. Lo que acabas de presenciar es solo una pequeña parte de lo que mi poder puede ocasionar. 

Melinoe extiende su mano pálida hacia Lomin, y un aura sombría la envuelve mientras transfiere una porción de su poder a la joven. Lomin siente un escalofrío recorriendo su cuerpo mientras el poder de Melinoe se funde con ella.

La respiración de Lomin comienza a entrecortarse mientras las lágrimas se deslizan por su rostro, la trasferencia se completa y Lomin cae de rodillas en un intento por normalizar su respiración. 

—No olvidaré su amabilidad, prometo honrarla en el mundo de los vivos— dijo con un oscuro tono.

Lomin se encontraba ahora imbuida con los poderes de tres diosas: Roda, la diosa de la tormenta; Perséfone, la reina del inframundo; y Melinoe, la diosa de las pesadillas y los sueños oscuros. Con estas fuerzas a su lado, estaba lista para emprender su búsqueda de la Hoz de Pedernal y enfrentar a Chronos.

Deja atrás el oscuro inframundo y vuelve de regreso a la superficie. El mundo exterior la recibió con la brisa natural y el canto de las aves, recordándole la belleza y la vida que estaba decidida a proteger.

Su siguiente paso era encontrar la Hoz de Pedernal, un arma legendaria que se decía que tenía el poder de cortar incluso las rocas más duras. Con esta arma en su posesión, sería un paso más cerca de enfrentar a Chronos y obtener la flor de la inmortalidad.

Con sus poderes recién adquiridos y una determinación inquebrantable, se embarcó en una travesía hacia la Isla de Corfú. Esta isla, conocida por su belleza natural y su rica historia, ocultaba el legendario artefacto que tanto necesitaba: la Hoz de Pedernal.

Al llegar a la isla, se encontró con un paisaje impresionante. Montañas cubiertas de bosques exuberantes se alzaban hacia el cielo, y las olas rompían suavemente en las playas de arena dorada. Pero no había tiempo para disfrutar de la belleza natural; Lomin estaba en una misión crucial.

La valiente guerrera avanzó con cautela por la isla, explorando sus rincones más oscuros y sus paisajes más hermosos. Sabía que la hoz estaba oculta en algún lugar de este enigmático lugar, y estaba decidida a encontrarla a cualquier costo.

El tiempo pasaba mientras exploraba la isla, y la perseverancia se convertía en su mejor aliada. Recordaba las palabras de aliento de las diosas Roda, Perséfone y Melinoe, que la habían preparado para este momento.

Finalmente, después de días de búsqueda y exploración, Lomin llegó a un lugar especial en la isla, donde una luz mágica parecía emanar del suelo. Allí, en el corazón de Corfú, encontró la Hoz de Pedernal, brillando con un resplandor divino.

Lomin extendió la mano y tomó la hoz con reverencia. Podía sentir su poder antiguo y su importancia en su misión. Ahora, con la Hoz de Pedernal en su posesión, estaba un paso más cerca de enfrentar a Chronos y salvar a su padre y su reino.

Lomin se encontraba en la Isla de Corfú, sosteniendo la Hoz de Pedernal en sus manos y esperando un posible peligro que la rodeara. Sin embargo, en ese momento, reinaba un silencio inusual en la isla. No se escuchaban ruidos de criaturas ni se vislumbraban sombras amenazantes.

Lomin estaba alerta, con la hoz lista para cualquier eventualidad, pero parecía que, por ahora, habían cesado sus desafíos. El mágico resplandor de la Hoz de Pedernal brillaba de manera tranquila y constante en sus manos.

Finalmente, exhausta, pero decidida, se dejó caer de rodillas en la superficie de la isla de Corfú. Había recorrido un largo y arduo camino en busca de la Hoz de Pedernal, y ahora que la tenía en su poder, sentía el peso de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros.

El viento acariciaba su rostro y el murmullo suave de las olas del mar llegaba hasta sus oídos. Era un momento de calma, un breve respiro antes de enfrentarse a la batalla final contra Chronos.

Lomin cerró los ojos y dejó que la brisa marina le refrescara el espíritu. Sus pensamientos se centraron en su padre y en su reino, en la esperanza de que la flor de la inmortalidad pudiera salvarlos. También recordó las enseñanzas y el apoyo de las diosas Roda, Perséfone y Melinoe, cuyos poderes ahora estaban a su disposición.

Después de un breve descanso, Lomin se puso de pie con renovada determinación. Sabía que no podía permitirse perder más tiempo. Con la Hoz de Pedernal en mano y el coraje en el corazón, se encaminó de regreso hacia el Inframundo, lista para enfrentar a Chronos y luchar por la salvación de su padre y su tierra.

Lomin, con la Hoz de Pedernal en mano y el poder de las tres diosas a su lado, se dirigió valientemente hacia el Tártaro, el lugar donde se decía que Chronos estaba encerrado. El Tártaro era un abismo oscuro y aterrador, el más profundo de los abismos, y solo los más valientes osaban aventurarse allí.




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