Lomin había descendido al Tártaro, el oscuro y siniestro abismo que se extendía ante ella como un lugar de desesperación y tormento. A medida que avanzaba más profundamente en este dominio de las sombras, comenzó a sentir un calor abrumador que envolvía su ser.
El aire era sofocante y cargado de un calor abrasador que penetraba en sus huesos. El suelo bajo sus pies estaba caliente al tacto, y las llamas danzaban en las paredes del Tártaro, arrojando sombras retorcidas y distorsionadas.
A pesar del calor infernal que la rodeaba, Lomin no flaqueó. Mantuvo su firmeza y avanzó con la Hoz de Pedernal en mano.
Sus ojos no pudieron evitar divisar a la distancia un destello de esperanza: la flor de la inmortalidad. Brilla con un resplandor divino en medio de la oscuridad y el calor del reino infernal.
La flor, con su belleza etérea, parecía un oasis de vida en medio de la desolación. Lomin sabía que esta era la clave para salvar a su padre y a su reino. Pero también sabía que la obtención de la flor no sería fácil, ya que Chronos estaba entre ella y su objetivo.
Lomin se acercó con determinación hacia la Flor de la Inmortalidad que se encontraba en medio del infernal Tártaro. El calor abrasador y las sombras danzantes no la detuvieron en su avance. Sostenía la Hoz de Pedernal con firmeza en una mano, y con la otra extendida, se preparó para tomar la flor que tanto ansiaba.
La Flor de la Inmortalidad brillaba con un fulgor etéreo en medio de la oscuridad, como un faro de esperanza en medio del abismo. Cada paso que daba Lomin la acercaba más a su objetivo. A medida que se acercaba, el calor se volvía más intenso, como si el mismo Tártaro intentara detenerla.
Finalmente, llegó al lugar donde la flor brillaba con mayor intensidad. Extendió su mano y la tomó con cuidado para seguidamente reemplazar el cuenco vacío por el cáliz de flor. Podía sentir su poder mágico y su significado profundo. Esta flor tenía el poder de cambiar el curso de la historia.
Con la Flor de la Inmortalidad en su posesión, Lomin se preparó para el paso final, enfrentarse a Chronos.
En ese momento crítico, Chronos, el antiguo titán, despertó.
El titán se alzó imponente y lleno de furia, con ojos centelleantes que se clavaron en Lomin. Sus manos se alzaron, y una energía oscura y devastadora comenzó a acumularse a su alrededor.
Lomin comprendió que no podía permitir que Chronos la detuviera ahora. Con la Flor de la Inmortalidad en una mano y la Hoz de Pedernal en la otra, se preparó para enfrentar al titán.
Lomin se encontró cara a cara con Chronos, el antiguo titán, en medio del ardiente Tártaro. A pesar de su valentía y determinación, Chronos era un oponente formidable y despiadado.
El titán se abalanzó hacia Lomin con una velocidad sorprendente, esquivando sus ataques con una agilidad inesperada para alguien de su tamaño y poder.
Chronos desplegó todo su poder en un desesperado intento por derrotar a la valiente guerrera que se le oponía. Sus embestidas eran feroces, y su ira era palpable en cada movimiento.
Lomin, por otro lado, se aferró con tenacidad a la Flor de la Inmortalidad en una mano y la Hoz de Pedernal en la otra. Sabía que esta batalla determinaría el destino de su padre y su reino. Aunque estaba luchando con todas sus fuerzas, Chronos parecía invulnerable, y la lucha era cada vez más desafiante.
En un momento crítico, Chronos pareció ganar la ventaja. Su golpe fue devastador, y Lomin se tambaleó bajo su poder abrumador. Parecía que todo estaba perdido, que Chronos prevalecería y su promesa de salvar a su padre y su reino quedaría sin cumplir.
Pero en ese momento de desesperación, Lomin encontró una reserva de fuerza interior. Recordó todas las pruebas que había superado, la ayuda de las diosas Rodas, Perséfone y Melinoe, y la determinación que la había llevado hasta aquí. Con un último esfuerzo, lanzó un contraataque poderoso.
Con la Hoz de Pedernal brillando con una luz deslumbrante, Lomin asestó un golpe final a Chronos con la Hoz de Pedernal.
El titán se desvaneció en la oscuridad del Tártaro, derrotado y sin posibilidad de regresar. El peligro que representaba había sido eliminado de una vez por todas.
Lomin permaneció en pie, respirando profundamente mientras miraba el lugar donde había tenido lugar la batalla. Sabía que su sacrificio y coraje habían asegurado la salvación de su padre y su reino. Ahora, con la Flor de la Inmortalidad en su poder, estaba lista para regresar al mundo de los vivos y cumplir su promesa de restaurar la salud de su padre y proteger a su reino.
Lomin emergió del ardiente Tártaro, sosteniendo en su mano la Flor de la Inmortalidad que había obtenido con valentía. Sin embargo, la batalla contra Chronos había dejado su huella en ella. Estaba exhausta, herida y su apariencia era desastrosa.
Sus ropas estaban rasgadas y chamuscadas, su cabello enmarañado y lleno de cenizas del Tártaro. Su piel estaba marcada por cortes y moretones de la feroz batalla que había librado. A pesar de la victoria, se sintió abrumada por la fatiga.
Frente a ella, Hades se encontraba nuevamente, la observaba con una mirada que combinaba sorpresa y respeto. Lomin cae de rodillas, sintiéndose agotada pero triunfante.
—Lo he logrado—dijo Lomin con voz temblorosa—. Derrote a Chronos y obtuve la Flor de la Inmortalidad. Ahora, mi reino y mi padre pueden ser salvados.
Hades sonríe con orgullo mientras extiende su mano hacia ella.
—Levántate, aún no ha finalizado tu odisea.
Lomin toma la fría mano de Hades para seguidamente ponerse de pie con esfuerzo, sosteniendo con cuidado la Flor de la Inmortalidad.
—Te has ganado el respeto de los dioses y el reconocimiento de este reino —dijo Hades con una leve sonrisa—. Ahora, regresa al mundo de los vivos y cumple tu promesa de salvar a tu padre y tu reino con la Flor de la Inmortalidad.