Lomin observa a su padre con determinación en los ojos. Sabía que debía hacer algo antes de unirse a los prisioneros en su huida hacia Nakhon.
—Padre— comienza Lomin— Debes llevar a los prisioneros y a Mazin a Nakhon. Allí estarán a salvo por el momento. Yo tengo un asunto pendiente en el palacio que debo resolver antes de unirse a ustedes.
—¡Lomin!— exclama su padre con notoria preocupación.
—Voy a estar bien— promete.
Adio observa a su hija con preocupación y cariño, su corazón dividido entre el deseo de protegerla y el entendimiento de lo que necesitaba hacer.
—Lomin, sé que tienes un propósito importante, pero no puedo dejarte enfrentarte a Neul sola. No sabemos qué peligros te esperan aquí dentro —dijo, con voz llena de preocupación.
Sabía cuánto la quería su padre y cuánto le importaba su seguridad. Sin embargo, también entendía que había llegado el momento de enfrentar al tirano que había causado tanto sufrimiento en su reino, era la única esperanza que le quedaba al reino.
—Padre, te agradezco tu preocupación, pero debes proteger a los prisioneros y a Mazin. Solo yo puedo hacer esto. Confía en mí, por favor. Prometo que volveré con todos ustedes una vez que haya terminado lo que debo hacer aquí.
—Me aseguraré de que regrese a salvo— irrumpió Bin— No se preocupe, Adio, protegeré a Lomin con mi vida si es necesario.
Lomin lleva la mirada hacia Bin con inquietud.
—¡Iras con ellos!— ordena.
Pero Bin no se inmuta ante sus palabras.
—No esta vez, princesa. No voy a dejarla sola nuevamente.
Adio observa a Bin, notando la firmeza en su expresión. Sabía que el joven había demostrado su valentía en varias ocasiones durante su odisea y confiaba en él tanto como en su propia hija. Finalmente, asintió con resignación.
—Muy bien, cuiden el uno del otro. Lomin, por favor, ten cuidado y regresa sana y salva.
Lomin sonríe con gratitud hacia su padre y luego hacia Bin. Sabía que no tenía tiempo que perder. Se despiden de Adio, Mazin y del grupo de prisioneros antes de sumergirse en las sombras del palacio junto a Bin.
Mientras Lomin y Bin se infiltraban nuevamente en el palacio en busca de Neul, la tensión en el aire era palpable. Sin embargo, su escape no pasó desapercibido. Mientras avanzaban por los pasillos oscuros, un grupo de guardias liderados por Lekkas, la mano derecha de Neul, los emboscó.
Lekkas, con una sonrisa maliciosa, tomó a Bin como rehén, sujetándolo por los hombros mientras lo mantenía inmovilizado.
—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Lomin, siempre tan valiente, pero esta vez parece que te has metido en un problema que no puedes resolver.
Lomin mantuvo la calma, aunque la preocupación por la seguridad de Bin se reflejaba en sus ojos.
—Lekkas, déjalo ir. Es a mí a quien quieren.
Lekkas ríe con desdén.
—¿No crees que es más divertido si dañamos a alguien a quien aprecias mientras sufres desconsoladamente?
Sin embargo, Bin no parecía asustado, por el contrario, mantuvo la cabeza alta.
—No se preocupe por mí, Lomin. Haga lo que tenga que hacer.
Lomin observa fijamente a Lekkas, evaluando sus opciones. Sabía que no podía permitir que Neul continuara caminando con libertad, pero también se preocupaba profundamente por la seguridad de Bin.
—Lekkas, si lo que quieres es un enfrentamiento, lo tendrás. Pero si le haces daño a Bin, te aseguro que no habrá lugar en este reino donde puedas esconderte de mí.
La tensión en la habitación se palpaba mientras Lomin y Lekkas se enfrentaban en una mirada intensa, cada uno consciente de las consecuencias de sus acciones.
La espada de Lekkas penetró en la espalda de Bin con un gesto cruel y despiadado. El dolor se reflejó en los ojos de Bin mientras un grito ahogado escapaba de sus labios. Lomin sintió una mezcla de furia y angustia.
—¡No! —gritó Lomin, con los ojos llenos de lágrimas.
Lekkas retiró la espada con un gesto despectivo, dejando a Bin herido y tambaleándose. Era un acto de crueldad pura, diseñado para atacar el corazón de Lomin.
Sin pensarlo dos veces, Lomin se lanzó hacia Lekkas con furia en sus ojos. Usando la daga que siempre llevaba consigo, atacó con una precisión letal. Lekkas apenas tuvo tiempo de reaccionar mientras la daga se hundía en su costado.
Lekkas cayó al suelo, con la sorpresa reflejada en su rostro, mientras Lomin se deshacía del resto de los guardias.
Con Bin herido en el suelo y Lomin lista para ir en la búsqueda de Neul, el enfrentamiento en el palacio estaba a punto de intensificarse.
Lomin había resguardado a Bin en un rincón del palacio, asegurándose de que estuviera lo más cómodo y protegido posible hasta su regreso.
—Volveré por ti en cuando haya acabado con Neul— asegura.
Con el dolor impreso en su rostro, Bin tomo una de las manos de Lomin.
—No era lo que tenía planeado cuando dije que iba a protegerla— comenta con vacilación, sin embargo, sus palabras se trababan en su garganta.
Lomin presionó su mano mientras que con su dedo pulgar acariciaba sus dedos.
—Volveré por ti, lo prometo.
Con determinación ardiente, Lomin continuó su búsqueda de Neul. Sabía que se estaba quedando sin tiempo y que enfrentar al príncipe era su última oportunidad de poner fin a esta pesadilla.
Finalmente, Lomin se encontró cara a cara con Neul al llegar al salón principal. El príncipe la observa con sorpresa y furia en sus ojos, quizás subestimando la tenacidad de la joven guerrera.
—Neul, tu reinado criminal y corrupción ha llegado a su fin —declaró Lomin con voz firme y decidida— Voy a hacer que pagues por Ajax, por Dogok, mi padre y tu padre— dijo lo último con repulsión.
Neul, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente.
—¿Quién pagará por las vidas perdidas en el palacio debido a tu deseo de liberar a tu padre?