Lomin emprendió viaje hasta el bosque de Hogye sin comentarle a su padre al respecto, en la búsqueda de la diosa Artemisa.
El bosque se encontraba en las afueras de la aldea, por lo que sería un largo viaje.
Con tan solo sus armas como única compañía, Lomin caminó sin pausa.
Observó desde la distancia un gran bosquejo, señal de que se estaba acercando.
Unos cuantos pasos más, finalmente Lomin se encontraba frente al bosque y recordó la advertencia del Dios Dionisio, debía tener cuidado con Aracne y sus vástagos.
Tomó la cuchilla, unas cuantas estrellas Shuriken y con pasos lentos se adentró en el bosque.
Lomin sintió como una pesadez invadía todo el bosque y su respiración se contraía.
Tomó aire e inhaló para continuar con su camino. A medida que avanzaba daba una rápida mirada a su alrededor en busca de los vástagos de Aracne, pero todo estaba silencioso por el momento, a excepción del sonido de las aves rondado por el exterior del bosque.
Un sonido de voces distorsionadas y lejanas comenzaron a invadir el lugar. Lomin se alertó y con su mirada, controlando tanto sus espaldas como las zonas por las que avanzaba, se abría lentamente paso por el bosque.
—¿Quién osa a irrumpir en nuestro hogar?— se oyó el extenso susurro de una voz.
Lomin observó a su alrededor en busca del dueño de la voz, pero no consiguió encontrar su procedencia.
—Si, ¿quién osa a pasar por aquí?— se oyó otra voz.
Y Lomin nuevamente buscó la procedencia de la voz, pero las voces no dejarían verse con facilidad.
—Estoy buscando a Artemisa— explicó Lomin.
—Artemisa...
—Artemisa...
—Artemisa...
Innumerables voces susurraron el nombre de Artemisa a la vez.
—No puedes estar aquí— esta vez la voz se oyó más cercana.
Lomin bien sabia que se trataba de los vástagos de Aracne, pero no estaba segura acerca de su tamaño.
—Debemos proteger a nuestra madre.
—Sí, protéjanla.
Y un sonido proveniente de un árbol cercano a Lomin la alertó nuevamente. Giró la mirada hacia allí y visibilizó ocho grandes ojos puestos en ella.
Sin dudarlo, arrojó una shuriken hacia los ojos, pero estos desaparecieron antes del impacto y el shuriken quedó atascado en el árbol.
—Regresa por donde has venido si no deseas perder la vida— advirtieron.
—Permítanme ver a Artemisa y luego me iré de regreso— pidió Lomin.
—No puedes hacerlo.
—No, no puedes— afirmó la voz.
—Entonces tendré que deshacerme de ustedes— advirtió Lomin.
Lomin comenzó a correr por el bosque, en su ubicación actual sería una presa fácil para aquellas criaturas y a lo lejos oyó el sonido de un río.
En el camino dio una rápida mirada hacia atrás y una cantidad innumerable de arácnidos venían con rapidez detrás de ella.
Giró en dirección al río y cuando lo tuvo frente a sus ojos observó un pequeño puente que llevaba hacia la continuidad del bosque.
No dudó en arrojarse hacia el río y quedar a la espera del próximo paso que darían los arácnidos.
Se quedaron frente a la orilla y Lomin pudo observar a las criaturas con una mejor visión.
Los arácnidos eran de gran tamaño, hasta un poco antes de las rodillas de Lomin, según lo que supuso, con ocho grandes y peludas patas de un pelaje en un negro opaco. Sus grandes ojos equilibraban la cantidad que sus patas.
—Qué criaturas más desagradables— comentó Lomin para sí misma.
—¿Crees que escaparas de nosotras?—susurró uno de los arácnidos.
—Qué curioso, son las criaturas más venenosas según el gran Dios Dionisio, pero, ¿les asusta un poco de agua?
—Nuestras hermanas van a deshacerse de ti en cuestión de segundos.
—No planeo morir antes de salvar a mi padre, por lo que su madre debería prepararse porque me desharé de ella si intenta entrometerse.
—Nuestra madre... —susurraron en un lamento.
Al oír esto, los arácnidos se fueron de regreso hacia la inmensidad del bosque.
Lomin salió del río para posteriormente secar con sus manos su atuendo.
Se aseguró de que las armas continuaran en el mismo lugar y continuo con su viaje.
Podía esperar más criaturas similares del mismo tamaño o incluso más grandes, pero de algo estaba segura y eso era que su enfrentamiento con Aracne no iba a ser nada fácil.
Continuó con su viaje y solo pasaron minutos antes de oír numerosos ruidos a su alrededor.
Tomó nuevamente las estrellas shuriken y se tornó a la defensiva.
Caminó unos cuantos pasos hasta que detrás de ella provino un sonido cercano, a lo que Lomin se giró rápidamente y una estrella shuriken fue lanzada hacia el sonido.
Esta vez, la estrella había impactado en un arácnido del tamaño similar a las anteriores.
El arácnido soltó un alarido de dolor para posteriormente desvanecerse.
Lomin corrió rápidamente hacia dónde se encontraba la estrella para tomarla y llevarla consigo nuevamente.
—¡¿Cómo te atreves?!— se oyó un furioso susurro.
Lomin se giró hacia la voz y nuevamente observó más ojos sobre ella. Dio una rápida mirada y observó a los arácnidos agrupándose para lanzarse sobre ella, era momento de correr nuevamente.
Uno de los arácnidos se abalanzó sobre Lomin, pero esta logró inclinarse antes de que cayera sobre ella y se apresuró a correr.
Nuevamente, era perseguida por innumerables arácnidos, pero esta vez debía enfrentarlos.
Tomó la cuchilla que llevaba consigo y esperó a que de a una se abalanzaran sobre ella.
Así fue, las criaturas comenzaron a saltar sobre ella y Lomin comenzó a cortarlas en dos con la cuchilla, pero eran demasiadas y comenzaba a cansarse.
Corrió unos metros más y la batalla comenzó nuevamente.
Había logrado acabar con la gran mayoría de los arácnidos hasta que un fuerte sonido asusto a las criaturas y se quedaron estáticas.
Editado: 19.11.2024