A medida que Lomin acortaba su distancia del reino, su corazón se aceleraba un poco más en cada paso y es que no deseaba oír las palabras que temía que fueran ciertas.
Como primer destino, fue de visita hacia la aldea en donde predominaba el completo silencio, sin embargo, al caminar entre las viviendas, Lomin observó que las pertenencias de los aldeanos continuaban en el mismo lugar y un nudo se formó en su garganta.
—No pudo haber sido mi padre— se lamentó al llegar hasta el taller de herrería en la que solía pasar horas y horas junto a su padre.
Resguardó las únicas armas que habían logrado sobrevivir a los últimos enfrentamientos para seguidamente emprender viaje hasta el palacio.
Con sus ojos cristalizados frente a la gran compuerta que separaba al palacio del resto del reino, Lomin pidió ver a su padre y a quien inmediatamente le cedieron el paso, ya que esa era la petición que le había solicitado al príncipe Neul.
Las puertas principales del reino fueron expandidas y el príncipe Neul se encontraba al otro lado de ellas, a la espera del recibimiento de Lomin.
—Has regresado más pronto de lo que creía— comento el príncipe, quien sostenía una forzada sonrisa en su rostro y ambas manos refugiadas tras su espalda.
—Debo hablar con mi padre, es imperioso.
—Si es imperioso, entonces Lekkas te acompañará hasta la habitación.
Lomin llevó la mirada momentáneamente hacia Lekkas para seguidamente llevarla de regreso hacia el príncipe.
—Agradezco su amabilidad, príncipe— respondió acompañada de una reverencia.
Con un gesto de manos, el príncipe ordenó a Lekkas que guiara a Lomin hasta las mazmorras.
Ambos avanzaron hacia las mazmorras, Lekkas se posicionó un paso más adelante, mientras que Lomin seguía sus pasos, a la vez que intentaba descifrarlo, sentía que algo no andaba bien.
—Cubra su rostro, noble Galanis— pidió Lekkas mientras extendía hacia ella un trozo de tela.
Y una vez que su rostro se encontraba completamente cubierto, ambos descendieron hasta las mazmorras y nuevamente los lamentos comenzaron a oírse, sin embargo, no se comparaban a los lamentos oídos en los Infiernos, los cuales eran unas eternas melodías ante los oídos de Caronte.
De pie, frente a la habitación aislada, los ojos de Lomin nuevamente se cristalizaron.
—Señor Galanis, la señorita Lomin se encuentra aquí— informó Lekkas acompañados de dos golpes en la sólida puerta de hierro.
Lomin entrecerró momentáneamente los ojos en un lamento, ¿cómo podía permitir que su padre estuviera encerrado en las profundidades del palacio?
—¿Hija?— se oyó nuevamente la débil voz de Adio al otro lado de la entrada.
—Padre— respondió con aflicción en sus palabras.
—Mi niña, has regresado.
Lomin inclinó la mirada y un suspiro se escapó de sus labios.
—No tengo mucho tiempo y hay algo que debo preguntarte.
—¿Qué deseas saber, pequeña?
Lomin llevó la mirada hacia Lekkas quien se encontraba a una distancia considerable de ella, lo suficiente para que sus palabras llevaran a él a través de un incompresible murmuro.
Regresó la mirada hacia la maciza puerta de hierro y una de sus manos apoyó sobre ella.
—He viajado hacia las Islas Gorgonas y ellas...
—Lomin— irrumpió su padre— Ve a visitar a las grayas, son tres hermanas que habitan en una cueva en las profundidades del bosquejo de Namgu en la ciudad de Nakhon. Ellas te dirán todo lo que desees saber, pero nadie más puede saberlo, ¿lo entiendes?
—Padre...
—Mi niña, siento no poder ser yo quien responda tus interrogantes— se lamentó— Prometo responderlas algún día, pero si no llego a hacerlo, no olvides que siempre seré yo tu padre.
Y una lágrima se deslizó por su mejilla tras la tela al oír las últimas palabras.
—No serán las últimas palabras que escuche de tu parte.
Lomin dio una última mirada hacia la gran puerta que la separaba de su padre y de algo estaba más segura que nunca, la próxima vez que se encontrara con su padre, sería frente a frente, sin nada ni nadie de por medio.
Lomin se despidió del príncipe en una reverencia y se retiró del palacio, lista para tomar sus armas e ir en búsqueda de las grayas.
Con todo el equipamiento listo, emprendió viaje hacia la ciudad de Nakhon.
Al llegar a la ciudad, las miradas de los aldeanos no tardaron en notar la presencia de Lomin, mientras que en un gesto de respeto detuvieron sus acciones y con la cabeza inclinada le cedieron el paso a través de ella.
—Es la noble Lomin, hija del regente Galanis— se oyó en un murmuro mientras Lomin avanzaba en silencio.
El reino, que se dividía en diferentes ciudades, solo podía tener un regente que debía encargarse del resto de las ciudades y aldeas, sin embargo, Lomin no estaba al tanto de que en el resto de las aldeas también la conocían.
—¡Es la princesa Lomin!— se oyó la voz de una pequeña niña que se acercó hasta Lomin con gran emoción.
La pequeña se detuvo frente a ella para seguidamente realizar una reverencia.
Una sonrisa se formó en el rostro de Lomin, le recordaba a la emoción que sentía Lomin en su niñez cada vez que alguien del reino llegaba a la aldea.
Se inclinó a la altura de la pequeña para seguidamente acariciar su cabello.
—Por más que me gustaría serlo, no soy la princesa del reino— corrigió Lomin.
La pequeña levantó la mirada hacia ella y sus brillantes ojos se encontraron con los verdosos ojos de Lomin.
—Pero pronto lo serás, todos en la aldea están hablando de ello.
Uno de los aldeanos se acercó hasta Lomin con la mirada inclinada.
—Siento el atrevimiento, señorita Galanis, pero una gran preocupación se ha reflejado entre los aldeanos no solo de Nakhon, sino que también en el resto de las aldeas del reino, debido a la inesperada noticia del regente Galanis y la endemia que arrasó con la vida de los aldeanos de Dogok, ¿es eso cierto?
Editado: 19.11.2024