El estruendo de unas ruidosas trompetas comenzaron a resonar a los alrededores del reino, alertando a cada habitante del mismo ante la esperada noticia.
Mientras tanto, el palacio Dogok estaba siendo azotada por numerosos sollozos y lamentos.
—El rey Lutus ha fallecido el día de hoy, veintiocho de febrero, a las diez y veinte de la mañana— informó el doctor Leif con el rostro completamente apenado.
El príncipe Neul, quien observaba la escena con indiferencia, avanzó hacia el cuerpo de su padre, quien yacía en la litera real, cambio su expresión al llegar hacia él e inclinarse para cerrar sus ojos en señal de despido.
—Has hecho un gran trabajo, padre— esbozó en un fingido lamento.
Neul se giró hacia los presentes, quien a diferencia de él, realmente sentían la perdida del rey.
—Debemos comenzar con los preparativos de la despedida para que todos los habitantes del reino puedan despedirse de nuestro rey— pidió con la voz apagada.
Los presentes asintieron ante su pedido y lentamente comenzaron a retirarse de la habitación real, a excepción de Lekkas.
Aquella expresión de soberbia e indiferencia volvió a invadir el rostro de Neul en cuanto los trabajadores se retiraron de la habitación.
—Asegúrate de que todo esté listo para el día de hoy, quiero terminar cuanto antes con todo este espectáculo— ordenó.
Lekkas asintió para seguidamente retirarse de la habitación. Neul llevó la mirada hacia su padre con el rostro ensombrecido.
—No lo lamento, ni lo lamentaré en el futuro. Soy el bastardo hijo de la diosa de la guerra y la sabiduría, quien se cree que jamás ha tenido hijos y ha mantenido su pureza hasta el día de hoy— Neul soltó una risa divertida— ¿Tan encantador eras, padre?
—Vaya que lo era— oyó una voz masculina procedente del ventanal de la habitación.
Neul llevó la mirada hacia la voz y formó una sonrisa de costado al ver de quien se trataba.
—¿No consideras que es peligroso que el dios de la guerra y un semidiós procedente de la diosa de la guerra se encuentren en un mismo sitio?— interrogó Neul con desinterés.
—Peligroso es lo que has estado haciendo recientemente y solo para que lo tengas en cuenta, estás siendo vigilado por los dioses del Olimpo y la muerte de Lutus no pasará desapercibida.
—Qué encantador, jamás habría imaginado ser vigilado por mi madre. ¿Has venido a advertirme acerca de ello o el Olimpo se ha vuelto monótono?
—Es una constante monotonía, por algo mi padre ha creado a los humanos.
Neul llevó nuevamente la mirada hacia su padre.
—De todas formas, los dioses no pueden interferir en los problemas humanos— le recordó.
—También te recuerdo que no eres un simple humano y Zeus no está muy contento con tus acciones.
Neul elevó los hombros con desinterés.
—Soy descendiente de la diosa de la guerra, ¿qué esperaban?. Por cierto, ¿nos harás el honor de asistir a la despedida?
Ares, el dios de la guerra e hijo de Zeus y Hera, se acercó hacia el yaciente cuerpo del rey.
—A los humanos no le agrada la presencia de los dioses, no quiero arruinar su lamentable despedida, aunque voy a estar observando tu inaudita actuación.
—¿Luzco como si realmente lamentara su muerte?
Pero el dios sonrió ante su pregunta para seguidamente caminar hacia el ventanal.
—Nos veremos pronto, futuro rey de Kimin.
Neul se regocijó ante las últimas palabras del dios y es que se encontraba cada vez más cerca de su objetivo.
Un sonido proveniente de la puerta resonó en la habitación.
—Todo está listo para el relevo del rey— informó Lekkas.
Neul asintió y abrió paso al clero que trasladaría el cuerpo del rey hacia el carruaje para comenzar con la marcha de despedida.
—¿Se encuentra listo el grupo que nos acompañara en la marcha?
Lekkas asintió.
—Todos se encuentran en el ingreso a la espera de su presencia.
El clero tomó el cuerpo del rey, el cual fue posicionado en un elegante féretro, el cual fue sellado al finalizar la ubicación del cuerpo.
Una amplia tela en color rojiza fue acomodada alrededor del féretro, acompañada de la tan sagrada corona que tuvo posición en la cabeza del rey durante su tiempo de gestión.
—Estamos listos, señor— informó uno de los miembros del clero.
—Bien, comencemos— ordenó Neul.
Con completa prudencia, trasladaron el féretro del rey hacia el gran carruaje real y una vez que el féretro fue posicionada en el, la marcha comenzó.
Un grupo de soldados hicieron sonar las trompetas que sería de compañía durante la marcha y la cual alertaría a los habitantes de la muerte del rey.
En la primera ciudad por la que pasaría la marcha, sería la ciudad de Dogok, la cual se encontraba completamente deshabitada a excepción del maestro Mazin, quien al oír las trompetas, esperó al pasaje del carruaje y presentar sus respetos con completa sorpresa.
—Lomin tiene que saber de esto.
La cercanía del sonido de las trompetas, indicaban que la marcha pasaría prontamente por las calles de Dogok.
Mazin se arrodilló en cuanto observó la aproximación del carruaje.
Neul llevó la mirada hacia Mazin quien mantenía su cabeza inclinada ante el despliegue e intentó encontrar a Lomin con la mirada, pero no pudo hallarla, por lo que continuó con la marcha.
Mazin elevó la mirada una vez que oyó las trompetas, alejándose para seguidamente retomar su postura y observar el despliegue.
Gran parte de los soldados del reino se encontraban en la marcha, incluyendo Lekkas y el príncipe Neul, por lo que en el palacio había unos pocos soldados vigilándola, era el momento perfecto para intentar averiguar que es lo que estaba ocurriendo.
La marcha continuó su camino y la próxima ciudad por la que pasarían era Nakhon.
Mazin regresó a su morada para tomar un trozo de tela con el que cubrió la parte inferior de su rostro, no podía dejar que lo descubran. Llevaría una espada como única arma, no podía llevar más carga que ralentizara su osadía.
Editado: 19.11.2024