El recuerdo de aquel día, junto a su padre, no se desvanecía y ahora que había crecido, era capaz de comprender tanto lo que había ocurrido aquel día como las palabras que su padre se había encargado de recordarle en cada oportunidad que tenía.
Lomin se detuvo en las cercanías del cabo, contempló momentáneamente la inmensidad del mismo, mientras que sus cristalinas aguas danzaban de un lado a otro debido a la fuerza del viento.
El sol estaba pronto a esconderse y debía apresurarse para que con su ayuda pudiera hallar la brújula.
No tenía tiempo para cuestionarse que podría llegar a ocurrir en las profundidades al intentar conseguir la brújula, si es que habría algún guardián custodiándola o que tan distante se encontraba de la orilla del cabo, pero aun asi, se deshizo de gran parte de su armamento, si un enfrentamiento se desarrollaba bajo las aguas, debía de estar lo más liviana posible y había un arma perfecta para la ocasión, la daga que le cedieron las ninfas, una daga que a simple vista podría resultar delicada sin gran función alguna, sin embargo, solo Lomin y sus damnificados sabían de su potencial, aunque no todos ellos habían tenido el honor de ser atacados por ella.
Una arma exquisitamente poderosa, pero, ¿realmente había visto todo su potencial?. Las ninfas eran criaturas mágicamente poderosas, con solo un toque de una de ellas, la daga tendría un gran poder, sin embargo fue creada por un grupo de ellas y como si fuera poco, la diosa de la naturaleza, Artemisa, le cedió parte de su poder. Hasta el momento creía que el arma más poderosa del reino, era la espada forjada por su madre, la cual llevaba el gorgoneion, sin embargo comenzaba a dudarlo, a diferencia de Artemisa, Medusa solo era una mortal que desarrolló ciertas habilidades al ser convertida en una gorgona, muy similares a las del el basilisco, pero su poder era incomparable al de una ninfa y la mismísima Artemisa.
La cobardía jamás había sido una opción para Lomin, por lo que estaba dispuesta a hacer lo que sea para salvar a su padre, si es que realmente una enfermedad terminal estaba acabando con su vida y su salvación llevaba a salvación del reino, al menos lo que quedo de el, tanto los aldeanos de Dogok como los innumerables empleados del palacio, habían perdido la vida, pero Lomin se aseguraría de darles un honorable sepulcro y rogar el perdón de los empleados que perdieron la vida por su desesperado impulso de anhelar sacar a su padre del palacio y recurrir en la ayuda del Dios del Inframundo, aunque el seguía siendo mejor opción que Ares o incluso la asesina de Atenea.
Para los humanos, compararlos con un dios era un gran insulto y es que sabían de las hazañas, masacres, engaños, infidelidades y atrocidades que habían cometido los dioses, pero, ¿qué tan distintos eran los humanos?, la codicia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y la pereza, son pecados que envuelven a cualquier ser viviente, sin excepciones.
¿La diferencia?, uno era superior a otro, uno vivía entre innumerables comodidades, mientras que el otro es envuelto en la miseria, uno era bendecido con ciertos poderes, mientras que el otro solo era ser ordinario destinado a obedecer al otro, pero siempre había excepciones entre los humanos, porque nadie podía escapar de los pecados. Excepciones que condenaban a los dioses, como hijos no deseados, que surgían de alguna aventura que tuvo lugar en la tierra, pero a la vez, las excepciones podían tener excepciones, porque había una mortal que jamás se hubiera vinculado con aquel dios de no ser por la asquerosa obligación que este impuso sobre ella, obteniendo como resultado el nacimiento de tres vástagos al ser asesinada por el semidiós, Perseo.
Fue este último quien se encargó de llevar a la pequeña al cuidado de Adio Galanis y Dánae Lamprou, quienes adoptaron a la pequeña como su propia hija, incluso sabiendo de su procedencia. Adio y Dánae eran una joven pareja de herreros en ese entonces, quienes no podían tener hijos, debido a un problema hereditario que llevaba Dánae consigo, por eso cuando Perseo llevó a la pequeña frente a ellos, no hubo dudas al respecto, la habían adoptado desde el primer momento en que sus ojos se cruzaron con el de la pequeña, como si ella los hubiera elegido y fueron ellos quienes les enseñaron el valor de la valentía, de la importancia de ayudar a los demás y siempre tener confianza en ella misma, tanto sus padres como el maestro Mazin, eran las personas que más le tenían confianza, que no había nada que Lomin no pudiera lograr, incluso si eso significaría un enfrentamiento con una criatura o incluso con un dios.
Es por eso, que simplemente se lanzó a su suerte en cuanto se deshizo de su armamento, a excepción de la daga que había guardado dentro de una sus botas.
Braceó a través de la profundidad del cabo en la búsqueda del templo. A medida que se interiorizaba en el cabo, sentía una extraña paz, no parecía haber vida marina habitable, sin embargo, aquella paz se desvaneció en cuanto a la distancia, observó un resplandor en medio de la inmensa oscuridad, se detuvo momentáneamente y el recuerdo de su enfrentamiento con el basilisco vino a su mente, no sabía cuanto tiempo llevaba braceando a través del cabo sin haber salido a la superficie para inhalar oxígeno, pero la respuesta estaba clara y no iba a dudar en utilizar aquello a su favor.
Lomin comenzó a bracear hacia el resplandor y una especie de objeto empezaba a visualizarse a la distancia, había hallado la brújula.
La inquietante calma comenzaba a desvanecerse. Sabía que un pronto ataque era inminente y debía apresurarse a salir del cabo.
Con la mayor rapidez posible, Lomin braceo hacia la brújula para seguidamente realizar un pequeño forcejeo y arrancarla de entre los restos del templo, sin embargo, fue allí cuando el caos se desató. Infinitos ojos comenzaron a visibilizarse bajo los restos del templo y junto con ellos, extensos tentáculos.
Editado: 07.11.2024