Lomin, determinada a encontrar a Perséfone y obtener parte de su poder, se dirige una vez más hacia el Inframundo.
Recordando aquel viaje anterior, Lomin sabe que el inframundo es un lugar lleno de peligros y peligrosas criaturas, aunque había vencido a la más temerosa de ellas. Sin embargo, estaba dispuesta a enfrentarlos una vez más, ya que su determinación y objetivo de proteger a los ciudadanos y salvar a su padre son más fuertes que nunca.
Lomin se encuentra nuevamente con Caronte, el barquero de los muertos, quien le advierte sobre lo que enfrentará en su camino hacia Perséfone. Caronte, con su aspecto sombrío y voz grave, le advierte que el viaje no será fácil, a pesar de que se ha adentrado en el Inframundo en dos oportunidades, llegar a Perséfone no sería una tarea fácil.
—Es la valiente viajera, debo advertirle que el camino que te espera es arduo y peligroso —dice Caronte con solemnidad—. Las almas perdidas, los guardianes y las pruebas te acecharán en tu búsqueda de Perséfone.
Lomin escucha atentamente las advertencias de Caronte y agradece su consejo. Sabe que no puede subestimar las dificultades que encontrará en su camino hacia la reina del inframundo. Sin embargo, su determinación no se tambalea.
—Agradezco sus palabras de advertencia, Caronte —responde Lomin con resolución—. Pero mi propósito es fuerte y mi deseo de obtener el poder de Perséfone no vacila. Estoy dispuesta a enfrentar cualquier desafío que se presente en mi camino.
Caronte asiente, reconociendo la valentía y determinación de Lomin. Le proporciona una pequeña guía y le aconseja sobre cómo sortear algunos de los obstáculos más peligrosos del inframundo.
—Ten en cuenta que no puedo acompañarte más allá de este punto —dice Caronte—. El resto del camino depende de tu coraje y sabiduría.
Lomin agradece a Caronte por su guía y se despide de él con respeto. Sabe que debe seguir adelante sola y enfrentar los desafíos que le esperan en su búsqueda de Perséfone.
Con las palabras de Caronte resonando en su mente, Lomin avanza con precaución por las sombrías sendas del inframundo.
Aunque el camino es oscuro y peligroso, Lomin sabe que la recompensa de obtener el poder de Perséfone será invaluable. No se detendrá ante nada hasta que se encuentre frente a la reina del inframundo y le exponga su deseo con sinceridad y respeto.
Mientras Lomin avanza por las oscuras y laberínticas sendas del inframundo en busca de Perséfone, se encuentra frente a una serie de pruebas desafiantes que debe superar. Estas pruebas son impuestas por los guardianes del inframundo y están diseñadas para poner a prueba su valentía y sabiduría para determinar si es que es digna de portar tal poder.
La primera prueba a la que se enfrenta Lomin es el Laberinto de las Almas Perdidas. Este laberinto está lleno de espíritus atormentados que intentan desviar a los viajeros de su camino y confundirlos. Lomin debe demostrar su agudeza mental y seguir su intuición para encontrar el camino correcto a través de este intrincado laberinto.
Lomin se adentra en el Laberinto de las Almas Perdidas, un lugar oscuro y enigmático donde los susurros de las almas atormentadas resuenan en el aire. El laberinto parece no tener un patrón claro y las paredes parecen moverse y cambiar de forma, desorientando a cualquier viajero que se aventura en su interior.
Con cada paso que da, Lomin se concentra en mantener la calma y agudizar sus sentidos. Sabe que debe confiar en su intuición y en su capacidad para descifrar los engaños del laberinto. Escucha los susurros de las almas perdidas, pero se niega a ser arrastrada por su desesperación.
Con cada bifurcación, Lomin elige su camino con cautela, evaluando cada posible ruta y confiando en su instinto. El laberinto parece jugar con su mente, intentando desviar sus pensamientos y confundirlo, pero ella se mantiene firme en su objetivo. Poco a poco, Lomin comienza a notar patrones y pistas ocultas entre las sombras. Las palabras susurradas por las almas perdidas adquieren un significado más claro a medida que se adentra en el laberinto. Con cada acertijo resuelto y cada engaño superado, se acerca un poco más a la salida.
Después de un tiempo que parece eterno, Lomin finalmente alcanza el centro del laberinto. Allí, encuentra un destello de luz que ilumina su camino. Sabe que ha superado la primera prueba y que ha demostrado su agudeza mental y su capacidad para enfrentar los engaños del inframundo. Con la confianza renovada, Lomin sigue la luz hacia la salida del laberinto. Las paredes parecen ceder ante su presencia y se abren paso hacia el mundo exterior. Con cada paso fuera del laberinto, deja atrás las almas perdidas y las confusiones del inframundo.
Después de superar el Laberinto de las Almas Perdidas, Lomin se encuentra con el Río de las Lágrimas, un río oscuro y caudaloso que representa el sufrimiento y la pena de las almas en el inframundo.
Lomin se detiene ante el imponente Río de las Lágrimas, cuyas aguas oscuras fluyen con un caudal incesante. Puede sentir el peso del sufrimiento y la tristeza que emana de él, pero sabe que debe encontrar una manera de cruzarlo si desea avanzar en su búsqueda de Perséfone, consciente de que debe obtener el permiso de las almas para cruzarlo.
Con humildad y reverencia, Lomin se arrodilla en la orilla del río.
—Almas atormentadas, escucho sus lamentos y siento su dolor. He venido al inframundo en busca de Perséfone, pero no deseo ignorar ni menospreciar sus penas. Estoy aquí para comprender y ayudar en lo que pueda. ¿Me permitirían cruzar el Río de las Lágrimas?
Lomin observa los rostros afligidos que expresan una mezcla de tristeza y esperanza. Cada mirada revela una historia de dolor y sufrimiento, de vidas que fueron truncadas y almas que quedaron atrapadas en el inframundo.
—¿Por qué deberíamos confiar en ti, viajera mortal? Nuestras almas están llenas de sufrimiento y tristeza. ¿Qué puedes ofrecernos?
Editado: 19.11.2024