La cuarta prueba que Lomin debe superar en el Inframundo es conocida como el Sendero de la Desesperación. Este sendero es un intrincado y enredado entramado de caminos oscuros y retorcidos, en donde las almas más aterradoras fueron desterradas y alejadas de las almas ubicadas en el Río de las lágrimas.
El Sendero de la Desesperación, se encuentra inmerso en una oscuridad abrumadora. A ambos lados del camino, se extiende un vacío profundo y sin fin, una negrura impenetrable que parece devorar a cualquiera que intente caminar a través de él.
A medida que avanza, puede escuchar los susurros de las almas aterradoras que habitan ese vacío, deseosas de arrastrarla hacia la perdición. Las almas se retuercen y se contorsionan, formando figuras grotescas y amenazantes que parecen emerger de la oscuridad misma.
Mientras Lomin camina por el Sendero de la Desesperación, las almas aterradoras que la rodean se vuelven más agresivas. Con sus brazos esqueléticos extendidos, intentan agarrar a Lomin, deseando arrastrarla hacia su oscuridad eterna.
Las manos frías y huesudas se agitan frenéticamente en el aire, buscando aferrarse a cualquier parte del cuerpo de Lomin. Los gemidos y susurros amenazantes llenan el ambiente, aumentando la sensación de peligro y opresión.
Lomin siente el aliento gélido de las almas en su nuca, y su corazón late con fuerza mientras lucha contra el miedo y la tentación de sucumbir a la oscuridad. Se mueve con agilidad, esquivando los intentos desesperados de las almas por atraparla.
Los intentos por arrastrarla cesan, sin embargo, gritos desgarradores de desesperación y dolor llenan el aire. Los lamentos provienen de las almas que fueron arrastradas hacia la oscuridad por las entidades aterradoras que habitan en los lados del sendero. Los gritos resuenan en sus oídos, llenándolo de tristeza y angustia.
Lomin se encuentra rodeada por una multitud de voces que parecen susurrar historias de tragedias y sufrimiento. Los lamentos se entrelazan y se entremezclan, formando una sinfonía de dolor que penetra en lo más profundo de su ser. Cada grito, cada lamento, es un recordatorio de la terrible influencia que las almas aterradoras ejercieron en vida sobre los dueños de los lamentos.
Lomin se mantiene firme, aunque el dolor y la desesperación amenacen con abrumarla. Cada paso que da es un acto de resistencia contra la influencia de las almas aterradoras.
En medio de la oscuridad y la tensión del Sendero de la Desesperación, una esquelética mano emerge del vacío, extendiéndose hacia Lomin con un agarre amenazador. Lomin se sobresalta y siente cómo su corazón se acelera ante el peligro inminente.
Instintivamente, Lomin lucha con todas sus fuerzas para liberarse del agarre. Sabe que si es arrastrada hacia el vacío, su búsqueda de Perséfone se verá truncada y sus esperanzas de salvar a su padre y al reino quedarán en vano.
—No me rendiré con facilidad. —esbozó con firmeza.
Con valentía y determinación, Lomin se aferra a la vida, luchando contra la poderosa fuerza de la mano esquelética. Sus músculos se tensan, su mente se enfoca en la única meta que tiene: resistir y escapar.
En medio de la lucha desesperada, Lomin aprovecha un momento de fuerza y logra soltarse del agarre de la mano. Se aleja rápidamente, sintiendo el alivio inundar su ser. Sin embargo, sabe que no puede bajar la guardia, ya que el peligro sigue presente en el Sendero de la Desesperación.
Con una mezcla de determinación y precaución, Lomin continúa su avance, manteniendo sus sentidos alerta y su voluntad inquebrantable. Cada paso ahora se vuelve aún más significativo, consciente de que la menor distracción podría significar su perdición.
Los lamentos y susurros angustiantes continúan resonando a lo largo del camino mientras Lomin avanza con valentía y determinación. Cada paso que da es un desafío, pero se mantiene firme en su propósito de superar el Sendero de la Desesperación.
El sonido de las voces atormentadas se intensifica a medida que Lomin se adentra más en la oscuridad. Los lamentos se entrelazan en un coro de dolor y desesperanza, intentando socavar la fortaleza de Lomin. Sin embargo, ella se aferra a su determinación y se niega a dejarse consumir por el abismo de tristeza que la rodea. Sus pies tocan el suelo con firmeza y sus ojos se mantienen fijos en el horizonte. No permitirá que las almas atormentadas la arrastren hacia el vacío de la desesperación.
A medida que avanza, los lamentos y susurros parecen disminuir ligeramente, como si las almas aterradoras se dieran cuenta de que Lomin no es presa fácil y poco a poco, su presencia se debilita.
El sendero parece interminable, sin embargo, luego de una larga travesía, Lomin emerge del Sendero de la Desesperación.
Los lamentos quedan atrás, reemplazados por la esperanza de un nuevo amanecer y la posibilidad de cumplir su promesa de salvar a su padre y al reino.
Con la cuarta prueba superada, Lomin siente una presencia divina acercándose a ella. El ambiente del Inframundo se llena de una suave luminosidad mientras Perséfone, la reina del inframundo, se materializa frente a Lomin.
Perséfone, con su belleza serena y majestuosa, observa a Lomin con ojos llenos de sabiduría y comprensión. Reconoce el coraje y la determinación que ha demostrado al superar las pruebas del inframundo y llegar hasta ella. Su voz, suave, pero llena de autoridad, rompe el silencio.
—Has demostrado ser digna de aparecer frente a mí, Lomin— dice Perséfone con una sonrisa cálida.— ¿Qué es lo que buscas?
Lomin se siente abrumada por la presencia de Perséfone, pero mantiene la calma y responde con determinación.
—Diosa Perséfone, he venido en busca de tu poder y sabiduría. Mi padre y mi reino están en peligro, y solo con tu ayuda podré salvarlos. Te ruego que me concedas parte de tu poder para poder portar la hoz de pedernal y así derrotar a Chronos para obtener la flor de la inmortalidad.
Editado: 19.11.2024