En la tabernaEl Cuerno Dorado, donde los marineros contaban historias de monstruos marinos y los herreros descansaban tras largas jornadas de trabajo, un grupo de ciudadanos comentaba lo sucedido.
Freydis, la curandera del pueblo, una mujer de espíritu fuerte y con ojos que parecían ver más allá de lo evidentehablaba con voz firme:
—Si la Völva ha hablado, entonces debemos prepararnos. No es solo el destino de los reyes el que está en juego,sino el de todos nosotros
A su lado, Halvar, el capitán de la guardia real, un hombre de pocas palabras pero de gran lealtad, asintió mientras bebía de su jarra.
—Si la niña está destinada a cambiar Nordhaven, debemos asegurarnos de que nazca en paz y seguridad. No sabemos qué sombras mencionó Ingrid, pero si hay peligro, debemos estar
listos.
Desde el otro lado de la taberna,Eirik, el bromista del pueblo y pescador de profesión, soltó una risa.
—¡Bah! Siempre hablan de profecías como si fueran certezas. ¿Y si la anciana solo quiere que vivamos con miedo?
Quizás la niña nazca y lo único que cambie sea la cantidad de pañales que habrá que lavar.
Freydis le lanzó una mirada severa. —Eirik, no seas necio. No se trata de miedo, sino de preparación. Nordhaven es fuerte porque escucha a sus sabios
En ese momento, la puerta de la taberna se abrió de golpe y entró Sigrid, la mejor tejedora del pueblo, con el rostro pálido.
—Algo extraño ha sucedido en el bosque... Las aves han callado y el río que corre cerca de la cabaña de Ingrid está más cristalino que nunca. Dicen que es un presagio.
Los murmullos llenaron la taberna. Halvar se levantó de inmediato. —Voy a investigar. No me gusta cuando la naturaleza cambia su curso sin razón
Freydis se le unió.
—Voy contigo. Ingrid puede necesitar ayuda si algo está ocurriendo.
Mientras tanto, en el Castillo , el rey Björn y la reina Astrid reflexionaban sobre la profecía. Leif, el consejero real, un hombre mayor con el cabello gris y la paciencia de quien ha visto reinos alzarse y caer, observó a los monarcas en silencio antes de hablar.