El Reino Mágico de Nordhaven

El Guardián del Trueno Sylas

Mientras Kael se unía al grupo para proteger a la niña de la profecía, Ingrid, Leif, y un puñado de soldados emprendían su propio viaje hacia las tierras bajas, en busca de Sylas, el guerrero marcado por el pasado y la lucha. Sylas era conocido en las leyendas como un hombre que había sobrevivido a las batallas más feroces, y sus cicatrices contaban historias de los horrores que había enfrentado. Su poder no solo residía en la fuerza física, sino en la habilidad de conectarse con los elementos que lo rodeaban.

El camino hacia el sur estaba plagado de desafíos. Las tierras eran salvajes, cubiertas de bosques densos y pantanos que se extendían por millas. Ingrid lideraba el camino, su mente ocupada con los oscuros presagios de la profecía. El viaje no solo era una búsqueda de Sylas; era una misión para asegurar el futuro de Nordhaven y de la niña que debía traer equilibrio al reino.

—Lo he sentido... él está cerca —dijo Ingrid en un susurro mientras avanzaba, sus ojos fijos en el horizonte. Leif, al lado de la anciana, no pudo evitar observar con admiración. La sabiduría que poseía Ingrid era impresionante, pero también desconcertante. A veces sentía que no solo hablaba de lo que había aprendido en su vida, sino que veía el futuro con una claridad desconcertante.

La lluvia comenzó a caer, y la atmósfera se volvió densa, oscura. De repente, el sonido de un estrépito rompió el silencio. Un trueno retumbó en el cielo, y un viento gélido comenzó a soplar, formando pequeñas ráfagas que arrancaban ramas de los árboles. Ingrid se detuvo en seco y levantó la mano, señalando el sendero que se extendía delante de ellos.

—Él está aquí —dijo con una certeza que dejó sin palabras a Leif y los demás.

A través del bosque, se escuchó un rugido salvaje, y desde las sombras emergió una figura alta y musculosa. Sylas apareció, como una sombra viviente entre los árboles. Su rostro estaba marcado por cicatrices profundas, y su cuerpo era una amalgama de músculos endurecidos por la lucha. Sus ojos brillaban con una intensidad feroz, como si no hubiera nada que temiera. A su lado, el viento parecía seguir su movimiento, como si la naturaleza misma lo reconociera como uno de sus propios hijos.

—¿Por qué buscan a un hombre como yo? —preguntó Sylas, su voz grave como el trueno.

—¿A cuántos has visto caer? —preguntó Leif, rompiendo el silencio mientras observaba las cicatrices que cruzaban el pecho y los brazos del hombre.

Sylas lo miró, y sus ojos mostraron una sombra de dolor.

—Más de los que he querido contar. Cada una de estas marcas —dijo señalando su piel— es un recuerdo de lo que no pude proteger… Pero también son lecciones. La fuerza no se forja solo en la victoria, sino en la pérdida.

Ingrid asintió lentamente.

—Eso es precisamente lo que necesitamos, Sylas. No buscamos un héroe sin cicatrices. Buscamos a uno que sepa lo que cuesta vivir con ellas… porque eso es lo que guiará a Elara cuando la duda la consuma.

Sylas frunció el ceño al oír ese nombre de nuevo.

—¿Quién es esa niña que arrastra tanto destino a su paso?

La anciana se acercó y colocó una mano en su brazo.

—Ella es la portadora del equilibrio. Nacera de la luz, tocada por la sombra. Lleva en sus manos el don de la sanación y en su espíritu la llama de la transformación. Pero aún no sabe quién es… por eso te necesitamos. Tú le enseñarás a dominar la furia que habita en ella… tú, que has domado la tormenta interior.

Sylas cerró los ojos por un momento. Su respiración se volvió profunda, y el viento a su alrededor pareció cesar.

—Hubo un tiempo en que creí que lo mejor era desaparecer, perderme entre los bosques, ser olvidado. Pero si esta niña… puede cambiar lo que yo no pude… entonces le debo mi fuerza. Y si en mí queda algo de alma, será para protegerla.

Ingrid sonrió por primera vez en días.

—Entonces, ha comenzado. El segundo guardián ha despertado.

En ese instante, un rayo cayó no muy lejos de ellos, iluminando el bosque con una luz sobrenatural. El trueno retumbó como un grito antiguo, un eco que parecía aprobar la decisión de Sylas. El aire vibraba con energía, como si los elementos mismos celebraran su retorno.

Leif colocó una mano en el hombro de Sylas.

—No lucharemos solos. Kael ya ha regresado. Pronto, tú también estarás … y cuando los tres estén reunidos, nada podrá quebrar lo que el destino ha sellado.

Sylas levantó la vista hacia el cielo encapotado, y por un momento, pareció que las nubes se abrían levemente, dejando pasar un rayo de luz.



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En el texto hay: fuerza, unidad, amistad amigos familia

Editado: 06.04.2025

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