La noche había caído, y el viento del norte aullaba como si quisiera recordarles a todos la fragilidad de la vida. A lo lejos, las montañas negras se erguían, silenciosas pero llenas de secretos que solo los más valientes se atrevían a desvelar. En el claro donde los tres guardianes se reunieron junto a la anciana Ingrid, y el fuego crepitaba en el centro, iluminando sus rostros marcados por el destino y la lucha.
Kael, el sanador, fue el primero en hablar. Su voz era profunda, llena de serenidad y sabiduría, pero también cargada con la tristeza de los años que había vivido.
—Hoy, bajo este cielo estrellado, juro ante la vida misma que protegeré a la princesa hasta el último de mis días. Mi magia, que fluye a través de la naturaleza, será su escudo. Su dolor será mi dolor, y su esperanza, mi esperanza.
Hizo una pausa y miró el fuego, como si quisiera leer en las llamas los secretos del futuro.
—Mi juramento es de sanación y sacrificio. No habrá herida que no cure, ni alma que no calme, mientras ella esté bajo mi cuidado.
Sylas, el guerrero marcado por el pasado, avanzó después. Su presencia era imponente, su cuerpo musculoso, lleno de cicatrices que hablaban de batallas y victorias. Su mirada era feroz, pero en ella brillaba también una vulnerabilidad que pocos alcanzaban a ver.
—Yo, Sylas, juro ante los cielos y la tierra que lucharé por la princesa a hasta que mi última gota de sangre se derrame. Mi fuerza será su fuerza. Mi voluntad será su voluntad. En las sombras, en las tormentas, en las guerras que nos aguardan, estaré a su lado, no solo como protector, sino como su guerrero fiel.
Con un gesto solemne, tocó la empuñadura de su espada.
—En la oscuridad, aprenderá a ser luz, y yo seré el primero en enseñarle a usar la espada que el destino le ha entregado.
Finalmente, Lysandra, la hechicera que dominaba tanto la luz como la oscuridad, dio un paso adelante. Su capa negra ondeaba como un manto de misterio, y sus ojos brillaban con el resplandor de una magia ancestral. La sombra y la luz no eran solo conceptos para ella; eran su ser mismo, su esencia.
—Yo, Lysandra, juro en nombre de las estrellas que guiare a la princesa a que no descansaré hasta que la niña comprenda su magia, la acepte y la use con sabiduría. La oscuridad que habita en ella no es maldad, sino el poder que debe dominar. Yo la enseñaré a caminar entre ambos mundos, a ser quien la profecía necesita que sea.
Con un suspiro, extendió sus manos hacia el fuego, que se iluminó con un resplandor extraño.
—Mi magia será su sombra y su luz, y con ella, enfrentaremos todo lo que venga.
Ingrid observó en silencio. Había visto muchas cosas en su vida, pero ese momento, con esos tres seres reunidos para proteger el futuro de Nordhaven, era un signo claro de que el destino de la prinesa estaba marcado.
—El juramento que habéis pronunciado hoy no es solo una promesa. Es un pacto con la vida, con la muerte, con la magia misma. No os pido más que lo que habéis dado, pero sabed que el camino no será fácil. La niña será quien guíe este reino hacia su destino, y vosotros, mis guardianes, seréis la luz que no permitirá que las sombras la devoren.
Ingrid alzó las manos hacia el cielo estrellado, y una brisa suave acarició sus rostros.
—El juramento de los guardianes está sellado.
Uno a uno, Kael, Sylas y Lysandra se arrodillaron, colocando sus manos sobre la tierra bajo sus pies, como si juraran ante los dioses mismos. El fuego, como testigo silencioso, iluminaba sus rostros mientras, en lo profundo de sus corazones, sabían que sus vidas ya no les pertenecían. Ellos ya no eran solo guerreros, sanadores o hechiceros. Eran los custodios del futuro de la princesa los defensores de una profecía que transformaría no solo al reino, sino al propio tejido de la magia que lo sustentaba.
Y así, en una noche oscura, bajo el manto protector de las estrellas, los guardianes hicieron su juramento, sin saber que el camino que les esperaba pondría a prueba no solo su fuerza, sino también su fe, su lealtad y, sobre todo, su sacrificio. El destino de Nordhaven estaba sellado, pero el precio que tendrían que pagar por proteger a Elara aún estaba por revelarse.