El aire en Nordhaven estaba impregnado con una calma solemne. La noticia del nacimiento de Elara, la princesa de la profecía, había recorrido todo el reino, y la esperanza de un nuevo futuro brillaba en los corazones de todos. La familia real se preparaba para un ritual ancestral, uno que marcaba el comienzo de la vida de un príncipe o princesa en Nordhaven, un rito que unía la magia, la tradición y el destino de todo el reino.
En el gran salón del castillo, adornado con tapices de tonos azules y dorados, el ambiente era reverente. Las antorchas iluminaban el lugar, lanzando sombras danzantes sobre las paredes, mientras la fría brisa del norte soplaba suavemente a través de las ventanas. Fuera, el viento traía consigo los ecos de las antiguas leyendas de los vikingos y las historias de héroes y dioses. Pero hoy, todo estaba centrado en Elara.
Ingrid, la anciana sabia y consejera espiritual, estaba lista para guiar el ritual. Su mirada era profunda y llena de conocimiento, como si entendiera el peso de lo que estaba por ocurrir. A su lado se encontraba Leif, el consejero real, quien había estudiado las antiguas costumbres y sabía que este rito sería crucial no solo para la princesa, sino para el destino de todo el reino.
El rey Björn y la reina Astrid se encontraban frente a la cuna de Elara, rodeados por su círculo más cercano. La tensión era palpable, pero también había una emoción contenida, la promesa de un nuevo comienzo.
La primera parte del ritual comenzó cuando Freydis, la curandera, se acercó a la cuna de la princesa. En sus manos llevaba un pequeño recipiente con aceite de hierbas, preparado especialmente para el momento. Las hierbas que utilizaba eran conocidas por sus propiedades curativas y protectoras, y eran esenciales para sellar el destino de la niña.
—"La vida y la protección deben entrelazarse desde el primer suspiro," —murmuró Freydis, mientras untaba suavemente el aceite en la frente de Elara, marcando un símbolo sagrado de protección y salud.
El siguiente paso era el rito de los elementos, una ceremonia antigua que simbolizaba la conexión de la princesa con la tierra, el agua, el fuego y el aire. Sylas, el guerrero, se adelantó, portando una pequeña espada forjada en acero ancestral. Alzó la espada hacia el cielo, y, en un acto simbólico, la sumergió en un recipiente lleno de agua fresca de las montañas, antes de rociar unas gotas sobre la frente de Elara.
—"Que el agua te dé vida, que la tierra te nutra, que el aire te inspire y que el fuego te dé fuerza," —dijo Sylas con voz firme, transmitiendo el poder de los cuatro elementos.
A continuación, Kael, el sanador, se acercó. Con una mirada tranquila, como si entendiera lo que significaba cada gesto, colocó sus manos sobre la cabeza de Elara. Sus manos brillaron débilmente con un resplandor cálido, la energía sanadora de la tierra fluyendo a través de él.
—"Que tus manos sean las de la curación, que tu corazón sea puro y tu alma fuerte," —pronunció Kael con una calma que parecía envolver a todos en la sala. La luz en sus manos desapareció, pero dejó un rastro de paz.
En ese momento, el último de los guardianes, Lysandra, la hechicera de la luz y la oscuridad, tomó un paso adelante. Su presencia era una mezcla de misterio y poder. En sus manos llevaba un pequeño cristal que brillaba con una luz intensa, aunque a la vez parecía absorber la oscuridad que lo rodeaba. Lysandra levantó el cristal hacia el cielo y murmuró unas palabras en una lengua antigua, un idioma que solo los más poderosos conocían.
—"Que el equilibrio entre la luz y la sombra te guíe, niña de la profecía. Que camines entre ambos mundos y sepas siempre cuándo traer claridad y cuándo abrazar la oscuridad."
El último momento del ritual fue uno que siempre llenaba de emoción a los habitantes de Nordhaven: el juramento de lealtad. Los habitantes del reino, desde los nobles hasta los más humildes, se reunieron en la gran sala. Cada uno ofreció un gesto de respeto y lealtad a la nueva princesa. Elara, aunque tan pequeña y vulnerable en ese momento, se convirtió en el símbolo de la esperanza para todo el pueblo.
Ingrid dio el último paso en el ritual, y alzó sus manos hacia el cielo, pidiendo la bendición de los antiguos espíritus del reino.
—"Que el pueblo de Nordhaven siempre te siga, que sus corazones estén contigo en cada batalla, en cada alegría y en cada desafío. Elara, la niña de la luz y la sombra, tú guiarás este reino hacia su destino. Te recibimos con amor, fuerza y esperanza."
Los sonidos de los cuernos de guerra resonaron en el aire, un eco de antiguos tiempos que marcaba el comienzo de un nuevo reinado. Y, mientras el sol comenzaba a ponerse sobre Nordhaven, bañando el reino en un resplandor dorado, todos sabían que el viaje de Elara apenas comenzaba.