Dentro del castillo, Elara estaba en el jardín, rodeada por Kael, Sylas y Lysandra, mientras meditaba sobre sus enseñanzas. Sus guardianes la observaban en silencio, sabiendo que algo inminente se aproximaba.
—Siento que algo se acerca. Es como un presagio que no puedo ignorar."*—comentó Elara, su tono grave.
—No es solo un presagio, Elara, —dijo Sylas, frunciendo el ceño—. Algo oscuro ha llegado. El viento ha cambiado."
Kael se acercó a ella con un suspiro. —Debemos estar preparados. Lo que sea que venga, no será algo sencillo. Tienes el poder de sanar, pero también el poder de destruir, Elara. La profecía nunca fue clara sobre el final."
Lysandra, con su actitud decidida, posó una mano sobre el hombro de la princesa. —Independientemente de lo que venga, sé que estás lista. Has aprendido lo que necesitabas. Y lo más importante, has aprendido a confiar en ti misma."
Justo en ese momento, un ruido sordo resonó desde la entrada del castillo. Halvar, cubierto de sudor y con la espada en mano, irrumpió por la puerta.
—"¡Elara! Un extraño se ha presentado en las puertas. Dice que viene por ti."
La princesa se levantó, una sensación de inquietud recorriéndole la espina dorsal. —¿Quién es?
—No lo sabemos, pero no parece ser un simple viajero."
Elara se giró hacia sus guardianes. —¿Lo enfrentamos?
Kael, como siempre, fue el más sereno. —Vayamos. Debemos entender qué quiere. No podemos actuar a ciegas.