El Reino Mágico de Nordhaven

Voces del Origen

La luna se alzaba llena y plateada sobre Nordhaven, proyectando su reflejo sobre las aguas quietas del lago de Vinterlys, al este del bosque. Allí, donde los árboles cantaban en silencio con el viento y las luciérnagas danzaban sobre la superficie del agua, Ingrid esperaba a Elara.

La anciana estaba sentada en una roca, cubierta con su capa azul oscuro y una trenza de plata cayendo por su hombro. Frente a ella, una vasija de piedra humeaba con hojas de lunaria y savia de roble, elementos antiguos usados por las völvas en sus rituales de visión.

Elara llegó sola, guiada por un presentimiento. Ingrid levantó la vista y sonrió con ternura.

—Has aprendido de Kael a respirar fuego, de Sylas a resistir, y de Lysandra a abrazar la sombra. Pero aún falta una parte de ti por despertar.

—¿Cuál? —preguntó Elara, sentándose frente a ella.

Ingrid le ofreció la vasija.

—Tu alma recuerda lo que tu mente ha olvidado. Hoy, iremos más allá del tiempo.

Elara asintió, sin miedo. Tomó la vasija entre sus manos y respiró el vapor suave y dulce que ascendía. Al cerrar los ojos, sintió que su cuerpo se desvanecía y el mundo se deslizaba bajo sus pies como el agua.

Abrió los ojos en un lugar sin cielo, donde las estrellas colgaban como lágrimas en una bóveda infinita. Estaba sola, rodeada de un campo de flores que brillaban con luz propia. En el centro, una figura la esperaba: una mujer alta, de cabello rizado como el suyo, vestida con una túnica blanca y un manto oscuro. Sus ojos eran idénticos a los de Elara.

—¿Quién eres? —preguntó la niña.

—Soy tú... y no lo soy. Soy todas las que vinieron antes. Soy la primera luz, la sombra original, el inicio del linaje que ha guardado el equilibrio por siglos. Y tú... eres la última.

Elara dio un paso hacia ella, sintiendo un calor profundo en el pecho.

—¿Por qué yo?

—Porque no eres solo luz ni solo oscuridad. Eres puente. Cuando llegue la hora, no deberás elegir entre destruir o salvar… sino transformar. Solo alguien como tú podrá hacerlo.

La figura alzó una mano y el paisaje cambió. Elara vio Nordhaven ardiendo, criaturas marinas emergiendo de las aguas, el Vidente sosteniendo un cristal oscuro. Y luego, a ella misma, más grande, más fuerte... caminando entre fuego y sombra con una corona de raíces y estrellas.

—¿Ese es mi destino? —susurró Elara.

—Ese es uno de muchos. Todo dependerá de tu corazón.

La visión comenzó a desvanecerse y la figura se despidió con un último susurro:

—No temas a lo que serás. No temas ser la llama y el faro. Porque cuando todo caiga... serás tú quien alce lo que aún puede nacer.

Elara abrió los ojos de nuevo junto a Ingrid, con lágrimas brillando en sus mejillas.

La anciana la miró con suavidad, acariciándole el rostro.

—¿Viste?

—Sí —susurró Elara—. Lo entendí.

—Entonces, el verdadero entrenamiento puede comenzar. No solo con cuerpo o magia... sino con alma.

El viento sopló suavemente entre los árboles, como si las antiguas madres del bosque susurraran palabras de aliento a la niña elegida. Ingrid le ofreció su bastón, ya no como guía, sino como señal de que Elara estaba lista para dar el siguiente paso… no solo como aprendiz, sino como heredera del legado de Nordhaven.



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En el texto hay: fuerza, unidad, amistad amigos familia

Editado: 06.04.2025

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