El Reino Mágico de Nordhaven

La Tormenta se Alza

El cielo sobre Nordhaven se volvió de un gris profundo, como si el mundo contuviera el aliento. Desde las murallas, las figuras de los guardianes y los líderes del reino se recortaban contra el horizonte. El mar rugía con una furia inusual, presagiando lo inevitable. Las sombras que se habían estado gestando durante generaciones finalmente se habían desatado… y ahora marchaban hacia el corazón del reino.

Kael afilaba su espada, no por necesidad, sino por costumbre, sus ojos fijos en el este donde las nubes se arremolinaban. A su lado, Lysandra cerraba los ojos, conectando con los hilos invisibles de luz y oscuridad que atravesaban el mundo, mientras Sylas, envuelto en su manto gris, permanecía en silencio, sintiendo los temblores en la tierra como una respiración contenida.

—Vendrán desde el mar, pero también desde dentro —murmuró Lysandra—. Han corrompido a algunos… incluso dentro de nuestros muros.

Ingrid se acercó al consejo reunido en la sala de guerra del castillo. El mapa de Nordhaven se desplegaba sobre la mesa de piedra, marcado con símbolos antiguos y pequeñas figuras de madera representando a sus fuerzas. Leif, Freydis, Halvar y Sigrid escuchaban con atención, mientras Ingrid colocaba una piedra negra en el corazón del mapa.

—Este es el Heraldo del Abismo —dijo con voz tensa—. No es el Vidente, pero sí su mano ejecutora. Un antiguo guerrero caído… al que las sombras le ofrecieron una segunda vida.

Elara entró en la sala, vestida con un atuendo de batalla que combinaba la tradición del reino con los símbolos de sus guardianes. Su capa ondeaba suavemente con cada paso. Había crecido, no solo en fuerza, sino en presencia. En sus ojos brillaba una determinación que heló incluso a los más veteranos.

—¿Dónde estará él? —preguntó, señalando la figura oscura en el mapa.

—Vendrá por ti —respondió Ingrid sin rodeos—. La batalla se libra afuera, pero el destino… lo enfrentarás tú, Elara.

Hubo un silencio pesado. Todos sabían que ese momento llegaría, pero enfrentarlo era otra cosa. Lysandra se acercó y tomó la mano de la joven.

—No estás sola. Recuerda lo que te enseñamos… la sombra no es tu enemiga si sabes caminar entre la luz.

—Y si algo me ocurre… —empezó Elara, pero Sylas la interrumpió.

—Entonces moriremos protegiéndote. Como juramos.

Kael le dio una palmada en el hombro, firme como una roca.

—Hoy no caeremos, pequeña llama. Hoy ardemos juntos.

Un cuerno sonó en la distancia.

La batalla había comenzado.

Desde las costas, las criaturas emergidas del ritual de los Sombras del Mar avanzaban. Bestias antiguas con ojos brillando en azul, soldados corrompidos y niebla oscura que parecía devorar la luz misma. Desde los cielos, una criatura alada —invocada desde las profundidades del mar— surcaba el aire con un chillido aterrador.

Halvar dio las órdenes a la guardia, y Leif, con su voz firme, dirigió a los arqueros. Nordhaven estaba lista. Las antorchas encendidas, los hechizos preparados, las catapultas apuntando al este. Pero en el centro del campo… Elara avanzaba sola.

En la distancia, un guerrero de armadura negra se desprendía del ejército enemigo. El Heraldo. Su espada irradiaba una oscuridad tangible, y en su casco sin rostro, solo se veían dos puntos de luz carmesí.

Elara exhaló profundamente.

—Por Nordhaven… —susurró, y el fuego interior que había aprendido a dominar comenzó a rodearla.

Desde la torre, Ingrid observaba con lágrimas contenidas. No podía intervenir. Solo confiar en lo que había entrenado, en lo que había creído… en Elara.

Y así, mientras el choque de espadas y el estruendo de la guerra comenzaba a devorar la tierra, la niña de la profecía y el Heraldo del Abismo daban sus primeros pasos hacia el centro de su duelo.



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En el texto hay: fuerza, unidad, amistad amigos familia

Editado: 06.04.2025

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