El Reino Mágico de Nordhaven

El corazón del templo

A través de un pasaje subterráneo, bajo el Templo Caído de los Ancestros, Sylas se movía como una sombra. Su misión era clara: recuperar el Fragmento del Alba, un artefacto que podía sellar el portal de donde emanaban los Sombras del Mar. Solo él podía sobrevivir en esas condiciones. El templo estaba vivo, respiraba con oscuridad, y sus trampas parecían conocer los miedos más profundos del guerrero

Sylas avanzaba por el templo sombrío, una sensación de inquietud en su pecho mientras las paredes resonaban con los ecos de un poder antiguo y maligno. Había sido llamado a este lugar no solo por su entrenamiento y su lealtad a Nordhaven, sino por un propósito mayor: destruir el Fragmento del Alba, la única pieza que podría sellar el caos desatado por los Sombras del Mar. Sin embargo, la batalla no era solo contra las criaturas del templo, sino contra el propio tiempo. Sabía que cada segundo que pasaba allí podía ser uno más para que el enemigo fortaleciera su hechizo, su ritual. Pero en ese mismo momento, algo más estaba sucediendo, algo que ni siquiera Sylas había previsto.

La cámara principal del templo, un vasto salón donde las sombras parecían moverse por sí solas, era ahora un centro de vibración. Los murmullos de los hechiceros resonaban en las paredes, sus palabras entrelazadas con rituales arcanos, mientras el altar de obsidiana brillaba con una luz maldita. Sylas, al pie de este altar, notaba cómo su cuerpo respondía al poder oscuro que fluía a su alrededor. Había sentido una vibración en el aire, un llamado ancestral que no podía desoír.

Alzó la espada en alto, preparándose para el sacrificio necesario para destruir la fuente de ese poder. No podía retroceder. No podía permitir que la oscuridad ganara terreno.

Pero antes de que pudiera ejecutar su movimiento, una figura apareció de entre las sombras. La Sirena del Abismo, la hechicera principal de los Sombras del Mar, con sus ojos profundamente oscuros, lo observaba con una calma perturbadora.

—Sabía que vendrías. Pero no entiendes la magnitud de lo que estás intentando destruir, ¿verdad? —su voz se deslizó por el aire como un susurro, pero cargada con una amenaza palpable.

Sylas apretó el mango de su espada, sin bajar la guardia. Sabía que enfrentarse a La Sirena del Abismo no solo era una cuestión de fuerza física; esta mujer poseía una magia que podía desmantelar incluso las defensas más poderosas.

—No puedo permitir que completes este ritual, —dijo él, su voz firme—. El poder que estáis invocando destruirá todo lo que he jurado proteger.

La Sirena sonrió con una tranquilidad inquietante, su mirada fija en él.

—Tu lealtad es admirable, pero cegada. El equilibrio que los Sombras del Mar buscan no es el caos que temes, Sylas. Es la restauración. Lo que ves como destrucción es solo el renacimiento de lo que alguna vez fue. No entiendes la profundidad de la oscuridad que ahora controlamos. —Ella levantó la mano, y de sus dedos surgieron hilos de sombra que se tejieron en el aire, creando figuras oscuras que se deslizaban a su alrededor—. No lo verás, pero uno de tus propios guardianes, el mismo que te acompaña en tu misión, pronto comprenderá que el sacrificio es necesario para que el mundo sea salvado.

Sylas, confundido por las palabras de la hechicera, frunció el ceño.

—¿Qué estás diciendo? ¿Qué sacrificio?

La Sirena giró lentamente, y las sombras se alzaron, como si su poder invadiera la sala entera.

—Tu amiga, la niña a quien proteges... Elara. —Su voz, ahora cargada con una suavidad siniestra—. Ella es la clave, Sylas. Pero no lo que piensas. Ella es el umbral hacia una nueva era. Y tú... tú no serás capaz de evitar que el sacrificio se haga, porque el destino está en marcha.

El corazón de Sylas se detuvo por un instante. Las palabras de La Sirena se enroscaban en su mente, pero él no podía creer lo que escuchaba. No podía ser Elara la que debiera sacrificarse. Ella era la esperanza, la que traía la luz, el futuro de Nordhaven. No podía ser cierto, no podía.

—¡Cállate! —gritó él, alzando la espada, pero la figura de La Sirena del Abismo se disolvió en las sombras, desvaneciéndose como si nunca hubiera estado allí.

Sylas cerró los ojos, sintiendo la pesadez del ambiente. La misión que había aceptado, el propósito por el que había luchado tanto tiempo, ahora parecía más incierto que nunca. La amenaza no solo era la oscuridad del enemigo, sino el dilema moral al que ahora se enfrentaba: ¿podría proteger a Elara a toda costa, sabiendo que tal vez el sacrificio que La Sirena mencionaba era lo que finalmente salvaría a todos?

Pero antes de que pudiera pensar más, algo ocurrió.



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En el texto hay: fuerza, unidad, amistad amigos familia

Editado: 06.04.2025

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