El Reino Mágico de Nordhaven

La Confrontación con el Destino

El destino de Elara había estado sellado desde el momento en que las estrellas habían marcado su nacimiento. La profecía, esa antigua visión que hablaba de la niña que traería equilibrio entre la luz y las sombras, había sido una sombra constante sobre su vida. A lo largo de los años, había aprendido a vivir con ella, pero ahora, con la inminente batalla por el futuro de Nordhaven, la profecía ya no podía ser ignorada. Era hora de enfrentarla.

La víspera de la batalla final, el aire en Nordhaven estaba cargado de electricidad, la misma que corría por las venas de Elara. Había pasado el día con sus guardianes, entrenando, preparándose para el combate que se avecinaba, pero la inquietud que sentía en su interior no tenía nada que ver con el enemigo visible. No eran las huestes oscuras del Vidente, ni las criaturas marinas que avanzaban hacia ellos. Era su propio destino lo que la atormentaba.

Elara había pasado su vida tratando de escapar de la pesada carga de ser la elegida, de ser la niña de la profecía. Siempre había querido ser más que eso, más que un símbolo de esperanza para su gente, más que una pieza en un juego de poderes antiguos. Pero ahora, con la tormenta de la guerra a punto de estallar, no podía negar lo que era. No podía evitar la sombra de la profecía que la perseguía. Y en ese momento, en lo más profundo de su alma, Elara sabía que no podía seguir corriendo de su destino.

Esa noche, Elara se alejó de sus guardianes y se dirigió hacia un claro en el bosque cercano, un lugar tranquilo donde había solido ir en su infancia para reflexionar. El sonido del viento entre los árboles la acompañaba, pero la paz del lugar no la tranquilizaba como antes. Todo lo contrario, parecía que el viento le susurraba palabras que no lograba entender, pero que la instaban a enfrentarse a lo que temía.

En el centro del claro, Ingrid, la anciana profetisa de Nordhaven, apareció de entre las sombras. Su presencia, siempre serena y misteriosa, era ahora más imponente que nunca. Elara la había visto antes, pero en ese momento, había algo diferente en la forma en que la anciana la observaba. Había un peso en sus ojos, como si Ingrid supiera que esta era la última conversación que tendrían.

—Elara… —dijo Ingrid, su voz profunda y llena de conocimiento—. Sabía que vendrías aquí. Esta es la noche antes de tu destino. La última oportunidad para que enfrentes lo que llevas dentro.

Elara, sintiendo un nudo en el estómago, se giró hacia Ingrid. Su corazón latía con fuerza, como si todo su ser quisiera gritar lo que no podía decir.

—¿Qué debo hacer, Ingrid? —preguntó con una voz temblorosa, su mirada buscando respuestas. —¿Cómo puedo enfrentarme a lo que se me ha impuesto? Todo lo que he hecho, todo lo que he entrenado, no me parece suficiente para lo que está por venir. La profecía... No quiero ser solo un instrumento, no quiero ser una víctima de algo que no comprendo.

Ingrid la miró con compasión, pero su expresión era seria, como si ya supiera lo que iba a suceder.

—Elara, has sido mucho más que un símbolo desde el día en que naciste. Tú, como todos los seres humanos, tienes libre albedrío. La profecía no te define. Tú defines el destino, no al revés. El equilibrio entre la luz y la sombra dentro de ti es tu mayor desafío, pero también tu mayor poder.

Elara frunció el ceño, sus dudas todavía nublando su mente.

—¿Qué pasa si no puedo manejar esa oscuridad? Si no puedo controlarla y esta me consume? —su voz temblaba al decir estas palabras. Había temido toda su vida a lo que la oscuridad podía hacerle. No solo al poder del Vidente, sino a la oscuridad que sentía en su interior, la que se agazapaba en las sombras de su corazón.

Ingrid se acercó lentamente, sus ojos brillando con una luz suave pero firme.

—La oscuridad no es algo que debas temer. Es parte de ti, igual que la luz. Has vivido con el miedo de que te consuma, pero lo que no has comprendido es que solo cuando aceptes esa oscuridad, podrás liberarla y usarla como una aliada. Tú no eres solo luz o solo sombra, Elara. Eres ambas cosas. El poder de la profecía no es solo un don, sino una responsabilidad. No puedes separarte de ti misma, no puedes huir de lo que eres.

Elara, mirando el rostro de Ingrid, vio algo en los ojos de la anciana que nunca antes había visto: una verdad dolorosa, pero liberadora. Elara comprendió que Ingrid no le pedía que se convirtiera en algo que no era. No se trataba de cumplir con la profecía, sino de aceptar quién era en realidad.

—No te pido que tomes el camino de la oscuridad o de la luz por separado. Te pido que tomes ambos, que reconozcas ambos dentro de ti, y que dejes que la unión de esas fuerzas te guíe. Solo entonces podrás decidir tu futuro. —Ingrid se acercó a Elara, y tomó sus manos con suavidad, transmitiéndole una energía cálida pero firme.

Elara cerró los ojos y respiró hondo, el peso de sus palabras resonando profundamente en su corazón. Por primera vez, comprendió lo que Ingrid le había estado enseñando a lo largo de los años, pero nunca había sido capaz de ver claramente: el destino no la estaba forzando hacia un futuro predefinido, sino que ella tenía la capacidad de elegir su propio camino. La luz y la sombra no la definirían, sino que juntas, la harían más fuerte.

Ingrid retiró las manos de Elara y, con una sonrisa tenue, dijo:

—Ahora, Elara, es tu momento. Has hecho todo lo que necesitabas para llegar aquí. Mañana, la batalla comenzará, pero recuerda: no es solo la lucha contra el Vidente. Es la lucha por ti misma. El equilibrio que buscas ya está dentro de ti.



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En el texto hay: fuerza, unidad, amistad amigos familia

Editado: 06.04.2025

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