El viento arrastraba la neblina por las tierras de Nordhaven, las cuales se preparaban para enfrentar la oscuridad que se acercaba desde el este. Mientras el reino se preparaba para la batalla, una verdad más profunda y antigua comenzaba a revelarse. No se trataba solo de una lucha contra los Sombras del Mar, ni siquiera de la guerra inminente entre la luz y la oscuridad. Elara había comenzado a comprender que las sombras no solo residían fuera de ella, sino que también habitaban su ser.
Aquel amanecer, después de la conversación con Ingrid, Elara se adentró más en sus pensamientos, sintiendo que su conexión con el destino ya no era una carga, sino una revelación. Las palabras de Ingrid resonaban en su mente: "El verdadero poder está en tu capacidad de elegir." Sabía que, al final, la batalla que iba a librar no era solo contra las fuerzas externas, sino contra sus propias sombras.
Mientras tanto, en el corazón de la oscuridad, las sombras se alzaban, y su origen comenzaba a ser desvelado. La historia de las sombras de Nordhaven no era solo un cuento de miedo o un mal presagio. Habían sido creadas mucho antes de la existencia de Elara, nacidas de un antiguo hechizo, un pacto ancestral entre los humanos y las criaturas del abismo. Los Sombras del Mar habían sido exiliados porque su magia era demasiado peligrosa, demasiado primitiva para ser utilizada por los hombres. Sin embargo, a través de los siglos, su poder nunca se había extinguido. Al contrario, había germinado en las profundidades del mar y la oscuridad, esperando su momento para salir a la luz.
En el templo oscuro donde El Vidente preparaba su ritual final, la antigua magia que había sellado a los Sombras estaba comenzando a despertar. Cada hechizo que lanzaban, cada invocación que realizaban, traía consigo un eco de esa magia ancestral, un eco que se conectaba con algo mucho más grande de lo que habían imaginado. El Vidente, al igual que los demás, desconocía por completo la magnitud de la sombra que había liberado. No sabían que las sombras no solo representaban un poder destructivo, sino una esencia que se había alimentado de la desesperación, el miedo y la incertidumbre. Un poder que, con el tiempo, se había transformado en algo autónomo, algo que ya no estaba bajo el control de los Sombras del Mar.
En ese mismo momento, mientras la niebla cubría el campo de batalla de Nordhaven, Elara comenzó a sentir algo en su interior. Al principio era leve, casi imperceptible, como un susurro que la llamaba desde las profundidades de su ser. Pero a medida que avanzaba en su entrenamiento con sus guardianes, la sensación se intensificaba. Sabía que el momento se acercaba, y la única forma de avanzar era enfrentarse a esa oscuridad que había estado ocultando. No era solo la sombra del enemigo lo que debía enfrentar, sino la sombra de su propio ser.
En sus sueños, Elara vio lo que su corazón había temido. En una visión oscura y nublada, una figura sombría se alzaba frente a ella. La sombra no era más que una extensión de ella misma, con ojos vacíos y una sonrisa torcida, como si se burlara de su fragilidad. La figura habló, su voz era un eco distante, como una advertencia, pero Elara la reconoció como su propia verdad:
—Tú también eres una sombra, Elara. No creas que puedes escapar de lo que llevas dentro.
La sombra era parte de su destino, un reflejo de su lucha interna. Al principio, Elara había creído que debía eliminarla, destruirla para ser completamente libre. Pero algo dentro de ella comenzó a cambiar, como si comprendiera que la oscuridad no podía ser destruida sin destruir también a la luz.
Al día siguiente, en una reunión urgente con sus guardianes, Elara compartió su visión. Aunque los tres guardianes, Kael, Sylas y Lysandra, no comprendían completamente lo que había visto, sabían que el camino que Elara debía seguir no era sencillo. Su lucha no solo sería contra el Vidente y sus oscuras huestes, sino contra la sombra que residía en ella misma.
—Elara, no puedes derrotar a tus sombras sin primero aceptarlas. Si no las enfrentas ahora, durante la batalla, ellas se interpondrán en tu camino. —dijo Kael con una seriedad que rara vez mostraba.
—Las sombras que llevas dentro son las mismas que las que acechan el reino. La diferencia es que ahora las enfrentas con la fuerza de tus guardianes. Estaremos contigo en cada paso. —añadió Sylas, con una sonrisa tranquila.
Lysandra, siempre en silencio, observó a Elara con una mirada profunda, comprendiendo más de lo que su expresión dejaba ver.
—No importa cuán oscuras sean tus sombras, Elara. Siempre habrá luz si estás dispuesta a buscarla. Y si alguna vez dudas, recuerda que en los momentos más oscuros es cuando la luz más brilla.
Elara comprendió entonces lo que Ingrid le había dicho. No se trataba solo de aceptar su destino como la niña de la profecía, sino de aceptar que las sombras formaban parte de su ser, y que solo a través de la unidad de la luz y la sombra podría encontrar su verdadero poder.
A medida que la batalla se acercaba, la conexión de Elara con sus guardianes se fortalecía. Ellos le enseñaron a manejar su fuego interior, a ser firme y valiente como Kael, a mantener la calma y la resistencia en tiempos de incertidumbre como Sylas, y a comprender y abrazar la dualidad de su ser como Lysandra.
Pero al final, la batalla no solo sería contra el Vidente y sus huestes, sino contra la sombra más oscura que residía dentro de ella. Esa sombra que no la destruiría, sino que la haría más fuerte, si ella elegía aceptar su lugar en la historia.