Tras la confrontación con sus sombras, Elara sentía una nueva calma, como si una parte de ella, antes reprimida, hubiera sido liberada. Pero no era una calma vacía; era una que se llenaba de sabiduría y poder. Al regresar al campamento, sus guardianes la esperaban. No necesitaban palabras para entender lo que había sucedido. La transformación de Elara era evidente en su mirada, más fuerte, más serena, pero también más consciente de sí misma.
Kael, el más directo de los tres, fue el primero en notar el cambio. Se acercó a ella, su mirada llena de orgullo.
—Lo has hecho, Elara. Has enfrentado lo que nadie más podría. —dijo, su voz firme pero cálida.
Elara asintió, pero sus ojos brillaban con una verdad más profunda. —No lo hice sola. Cada uno de ustedes ha estado a mi lado, mostrándome que las sombras no son algo que temer, sino algo que debemos integrar. Solo con su ayuda pude comprenderlo.
Sylas, que se había mantenido en silencio durante gran parte de la conversación, sonrió con una ligereza que solía usar para aliviar tensiones. Pero esa sonrisa llevaba algo más, un reconocimiento de lo que Elara había logrado.
—Sabía que había algo más en ti, Elara. Nunca dudé de tu fuerza, pero ahora... ahora puedes enfrentarte a todo lo que venga. No importa lo que el destino te depara. —dijo, su tono alegre pero sincero.
Lysandra, la más introspectiva de los tres, observaba a Elara con un aire de respeto renovado. Había estado siguiendo a Elara desde sus primeros días como guardiana, y había visto cómo la joven princesa luchaba, pero también cómo se había reconfigurado a lo largo de su entrenamiento. Lysandra sabía que el cambio interno de Elara era lo que verdaderamente la había convertido en una guerrera.
—La batalla externa será difícil, Elara. Pero la verdadera guerra es la que libra tu alma. Ahora, con la unidad de tu luz y tus sombras, serás imparable. —dijo Lysandra, sus ojos reflejando una profunda comprensión.
Elara sonrió con gratitud hacia ellos. El vínculo que compartían ya no era solo el de protector y protegida. Habían llegado a ser una familia, un equipo formado no solo por sus habilidades, sino por su aceptación mutua, su vulnerabilidad compartida.
Esa noche, Elara se retiró a meditar junto a un antiguo roble que había encontrado tiempo atrás, un lugar que ahora sentía como suyo. La luna llena iluminaba el cielo, pero una parte de ella no podía dejar de pensar en lo que Ingrid había dicho: "Cuando enfrentes tu destino, no lo harás sola. Pero cuando lo hagas, tus decisiones no solo influirán en tu vida, sino en el destino de todos los que amas."
Con estas palabras en mente, Elara cerró los ojos y se sumergió en la meditación. Recordó todo lo que había aprendido: las enseñanzas de Kael sobre el fuego, las lecciones de Sylas sobre la resiliencia, y las palabras de Lysandra sobre la armonía entre la luz y la oscuridad. Y al hacerlo, una visión comenzó a formarse ante ella.
La Visión:
Elara vio el futuro con una claridad aterradora. En su visión, el Vidente estaba al frente de una oscuridad que se extendía sobre todo el reino. A su alrededor, los Sombras del Mar se alzaban como una marea interminable, arrasando con todo a su paso. Pero en el centro de la visión, Elara estaba allí, enfrentándose al Vidente, la oscuridad y la luz fusionadas en su ser.
"La batalla será como el fuego que consume la madera. Solo los que aprendan a ser el fuego y la madera a la vez, pueden sobrevivir."
Esa frase, dicha por una figura que no pudo identificar, resonó en su mente.
Elara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, pero la visión comenzó a desvanecerse, reemplazada por una sensación de paz. Entendió que el sacrificio sería grande, pero que su conexión con sus guardianes, y su aceptación de lo que había dentro de ella, era lo que realmente la prepararía.
Al día siguiente, los guardianes se reunieron con Elara en el centro del campo de batalla. El sonido de los cuernos de guerra resonaba en la distancia, y la tensión era palpable. Cada uno de los guardianes había tomado su posición. Kael, con su fuego interior, vigilaba los flancos, preparado para desatar la furia del fuego. Sylas, como siempre, estaba en el centro, listo para cubrir cualquier brecha, su visión aguda y su energía siempre al máximo. Lysandra, observaba con calma, conectando sus sentidos a la tierra, sabiendo que cualquier cambio en el aire podría ser una señal.
Elara miró a sus guardianes, sintiendo su presencia como nunca antes. —Hoy, enfrentaremos la oscuridad, no solo en el campo de batalla, sino en nuestras propias almas. Yo confío en ustedes, como sé que ustedes confían en mí. —dijo, su voz resonando con la seguridad que había cultivado.
—Y nosotros en ti, Elara. —respondió Sylas, con una sonrisa decidida.
—Vamos a enfrentar esto juntos, como siempre lo hemos hecho. —dijo Kael, su tono grave.
—Las sombras no tienen poder sobre nosotros, porque ya somos uno. —finalizó Lysandra, con una voz serena y firme.
Con la estrategia definida, Elara y sus guardianes se prepararon para lo que estaba por venir. Sabían que el Vidente y sus Sombras del Mar se aproximaban, pero ahora Elara no solo estaba lista para enfrentarlos; estaba lista para abrazar lo que su destino le ofrecía.
El destino de Nordhaven, de sus padres, y de todos los que amaba, dependía de lo que sucediera en esta batalla. Pero Elara había aprendido lo que realmente importaba: no era el miedo lo que la definiría, sino la luz y la sombra que aceptaba en su ser.